Capítulo 44

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 David comenzó a pegar puñetazos, sin parar. O Cobra mejor dicho. Iba a recuperar la fama que había perdido cuando su jefe le dio la paliza. Iba a volver a hacer que lo temiesen. Golpeaba una y otra vez, sin parar. El joven al que pegaba había tardado treinta segundos de más en llegar a su posición. Eso no había influido en sus planes. Todo había salido tal cual lo previsto, pero no iba a tolerar la impuntualidad. Treinta segundos significaban la diferencia entre un hombre vivo y uno muerto. No pensaba matarlo, pero quería asegurarse de que aquello no iba a volver a pasar. Aún así, se sentía algo mejor de poder descargar toda su frustración con alguien.

Por su parte, el joven se mantenía quieto, recibiendo los puños como quien recibe el agua fría de la lluvia en el invierno. Sin intentar evitarlo y dejándose llevar por el dolor. A David le dolían las manos, pero aquello no era motivo para parar. Nunca había un motivo para parar un castigo. Aquello era algo que le había enseñado su jefe desde pequeño. Cuando practicaba sus castigos con él. David sólo paró cuando el joven estaba sangrando y a punto de perder el conocimiento. Se puso serio y se irguió.

Hoy había comenzado su plan. Había dado a Erick una información diferente a la que le había dado su jefe, y eso solo haría que el poderoso hombre al que había visto esa tarde desconfiase de Maek. Nadie pensaría que alguno de sus subordinados se atreverían a dar mal una información o decir algo que Maek no hubiese dicho u ordenado. Nadie en su sano juicio lo haría. Pero David no era nadie, y cuando pensaba en Verónica, pecaba de no cuerdo. 

La desconfianza era algo que se pagaba caro en lugares como aquel. Y su jefe, lo pagaría mas que ningún otro. Iba a destruir su negocio, y lo iba a hacer de dentro hacia fuera, arrasando todo cuanto ese hombre tenía. 

-Llevároslo.-dijo tan sólo, y fue mas que suficiente para que sus hombres, algunos incluso mayor que él, hicieran lo que pedían.

En ese momento, estaban solos Jota y él, y algo le decía que Jota sabía perfectamente el motivo de lo que estaba haciendo.

-No te vayas.-le dijo cuando su amigo, o lo que quiera que fuese, le dirigiese una última mirada y se encaminase hacia la puerta.

El chico pelirrojo de ojos verdes se giró. Llevaba una camiseta gris de Adidas y unos vaqueros, con unas zapatillas de deporte de la misma marca. El chico lo observó, inquiriendo el motivo de sus palabras. Estaban solos en una habitación oscura, pintada de negra y sin ninguna ventana. Aquella era una de las salas de castigos, y era mas que necesaria para cuando su jefe realizase auténticas torturas en búsqueda de información nadie escuchase los alaridos de dolor de sus víctimas, interrogadas.

-¿Qué ocurre?

-¿Alguien sabe algo de ella?

No hizo falta que David la mencionase. Jota sabía a quien se refería. Esa chica del flequillo. La de los ojos azules y las piernas bonitas. El chico negó con la cabeza, con un no rotundo. La sorpresa lo invadió cuando descubrió que había preocupación en el rostro de su amigo. Era extraño que Cobra se preocupase. Realmente le importaba esa chica, a pesar de conocerla de hacía sólo unos días.

-Ya sabes lo que le pasó a Jeremie. No quiero que tú acabes igual.

David lo fulminó con la mirada.

-¿Qué quieres decir?-le espetó.

-Quiero que dejes de jugar a lo que estás jugando, Cobra. Deberías de olvidarte de esa chica, si no quieres que le hagan daño igual que a Cat.

David apretó los puños, realmente furioso. Jota tan sólo había dicho en voz alta lo que él llevaba días repitiéndose a sí mismo.

-¿Eso es lo que quieres?-le preguntó, dejando la rabia que sentía de lado y centrándose en su amigo.

-Sí, es lo que quiero, y es lo que debes de hacer antes que alguien más salga perjudicado.- contestó, sereno.

-No te creo. ¿Hasta cuando vamos a estar sin actuar Jota? Deberíamos de haberle parado los pies antes de que ocurriese lo de Jeremie.

El chico se asustó y abrió los verdes ojos mirando hacia todos lados.

-¡Estás loco! ¿Y si hubiese un águila cerca? Si Maek se entera de lo que acabas de decir nos matará a ambos.-dijo esas palabras gritando y alterado, pero en una voz muy baja, temiendo todo cuanto le rodeaba.

David continuó, serio.

-¿Eres un águila?

Las luces de la habitación parecieron volverse más sombrías. Aquella pregunta pilló a Jota por sorpresa. Pero a David le interesó más el hecho de que se pusiese nervioso.

-Responde a mi pregunta Jota.

-Cobra...yo...

David se acercó a él, y de pronto Jota sintió como que se asfixiaba, como que aquellas cuatro paredes se le hacían sumamente pequeñas de pronto.


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Ciudad de niebla© |TERMINADA| (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora