Capítulo 3

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 ¿Cómo se llamaría? Tenía tres posibles nombres para llamar a ese chico. Se imaginó durante una fracción de segundo pronunciando su nombre, en su oído, cerca de él...Agitó la cabeza, de nuevo su imaginación comenzaba a llevarla por senderos desconocidos. Era demasiado típico en ella imaginar cosas que nunca pasarían...porque nunca pasarían ¿verdad? Aquella duda surcó su mente a la velocidad de la luz. Sonrió delicadamente mientras echaba una ojeada a la profesora de francés, Begoña, una mujer de mediana edad a la que toda la clase ignoraba. Llevaba puesta unas gafas de pasta y su cabellera rubia estaba algo desaliñada. Intentaba explicar el pasado del verbo "aimer", pero pocos le prestaban atención. Era última hora y faltaban casi unos cinco minutos para que tocase el timbre.

Eva se encontraba a su lado.

-¿Qué te pasa hoy?-le preguntó a voz normal, consciente de que todos hablaban y ningún alumno le hacía caso a la profesora, que seguía explicando cosas en su mundo.

Verónica no reaccionó, siguió mirando por la ventana a la par que suspiraba.

-Vero.-la llamó.

La chica reaccionó al fin y la miró, inquisitiva.

-¿Qué te pasa?

-Nada.-dijo en seguida.

Tal vez demasiado rápido.

-Llevas todo el día con cara de tonta-se quejó su amiga.- No me digas que no pasa nada.

Verónica le sonrió, sin saber bien que decir. La otra joven descifró su silencio.

-¿No me digas que te gustó de verdad uno de esos macarras?-se asustó Eva.

-Por supuesto que no. No seas más pesada con el tema.

Eva se calló unos segundos dándole a Verónica una falsa esperanza de que su racional amiga había dejado el tema.

-Vi como te guiñaba el ojo.

La chica de ojos azules oscuros se puso tensa.

-¿Y qué?

Sus miradas se cruzaron. Verónica se había puesto a la defensiva.

-No te hagas ilusiones. Son unos mujeriegos. Les gustan todas las chicas más o menos guapas y solo las quieren para una noche.

-Ya lo he supuesto.-contestó una Verónica algo molesta.- Gracias por ser tan sutil.

Eva ladeó la cabeza al tiempo que un sentimiento de derrota se cernía sobre el corazón de su compañera.

-No quiero que te hagas daño. Se lo enamoradiza que eres.

Silencio entre ellas dos. Murmullos y comentarios obscenos en el resto del aula.

-Sólo es un capricho.

Verónica abrió los ojos de par en par al darse cuenta de que había hablado en voz alta y miró a Eva algo aturdida.

-Acabas de confesar que te has sentido atraída por uno de ellos.-comentó su amiga preocupada y frunciendo los labios.

-Yo...-carraspeó mientras volvía a ver aquel guiño de ojos en su mente. Unos ojos que le atravesaron el alma.

-No, tú no. ¿Fue el que te guiñó el ojo el que te gusta? No me digas que fue ese-se asustó.

-¿Quieres dejar de asustarte? No soy tonta.

-Claro que no eres tonta, pero eres la típica que idealiza al amor de una forma que no puede llegar a ser.-se alteró.

Verónica puso los ojos en blanco en un gesto teatral. De nuevo aquel tema. De nuevo opiniones contrarias respecto al amor.

-El amor llega hasta límites insospechados. Eso no es idealizar.-se defendió molesta tocándose el pelo.

-El amor es la mayor chorrada del mundo. Al final siempre hace daño. Los enamorados son las personas más irracionales del planeta.

-¡Oh, por favor, no seas así de cínica¡ Se nota que no te has enamorado nunca...

-Tengo cordura. Precisamente eso es algo que a ti te falta cuando se trata de "amar"- hizo énfasis en la última palabra.

-Se lo que hago.-comentó cansada Verónica.

-Claro...por eso quisiste seguir a un chico dos pueblos más lejos sólo porque te llamó la atención a primera vista ¿no?

La chica se mordió un labio al tiempo que giraba la cabeza hacia la ventana. Tardó unos segundos en contestar, como si se avergonzara de ello. Las hojas del árbol se movían lentamente y un pajarito pequeño se posó en una de sus ramas.

-Eso fue una tontería.-reconoció con un fino hilo de voz.

Eva elevó el mentón.

-Por supuesto, igual que la vez que quisiste ir a Madrid sólo para conocer a un chico que te dijo que era de allí y te enamoraste locamente de él en menos de dos segundos.

-Para ya.

Eva anotó una palabra francesa en su cuaderno, pero volvió al ataque en cuestión de segundos.

-¿Y qué me dices de la vez que te encontré buscando autobuses a Medina simplemente porque un chico que te llamó la atención y se presentó dijo que su apellido era Medina?


Verónica se colocó bien el uniforme, como haciéndose la tonta y miró alrededor. No quería que nadie se enterase de eso.

–Era una inocente y una estúpida. Tenía unos doce años y pensaba que si su apellido era Medina debía de ser de Medina.-susurró excusándose a si misma.-

Eva arqueó una ceja y la miró con suficiencia.

–Aún eres una inocente.-le respondió con sumo cariño, como si quisiese protegerla.

–No, no lo soy.

La chica de ojos verdes se tensó. Odiaba que no le diesen la razón en algo en lo que ella creía ciegamente. Eva elevó el mentón e hizo un gesto teatral.


Gracias por leerme. Un abrazo.

Instagram: itssarahmey

Ciudad de niebla© |TERMINADA| (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora