Capítulo 9

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 -Vamos, no te haría daño.-comentó él adivinando sus pensamientos.

Verónica respiró profundamente y tocó sus dedos, sintiendo como una especie de electricidad le erizaba la piel ante su tacto. Quemaba. Algo en el interior de ella quemaba al entrar en contacto con el joven. A pesar de eso, volvió la mirada hacia los chicos que pegaban a Rubén.

-Hazlos parar por favor...-musitó con un hilo de voz tan dulce que enterneció al joven.

David se la quedó mirando mientras la ayudaba a levantarse. Sintió su suave piel y se preguntó por un momento como sería recorrer el delicado cuerpo de la joven por completo. De pies a cabeza. Sonrió confiado mientras elevaba la barbilla. Si se lo proponía no tardaría en averiguarlo. Él siempre conseguía todo lo que quería. No obstante, hubo otra cosa que llamó aún más su atención. Miró de arriba abajo a la chica que temblaba asustada. Algo había captado totalmente su atención. Su voz. Sí, su voz le había hecho relajarse hasta un punto en el que no había estado en muchísimo tiempo.

-Vuelve a hablar.-le pidió.

Ella lo miró desde una cabeza y media más baja que él, tomándoselo como una amenaza. A pesar de eso, no le importó. Estaban pegando a Rubén y ella estaba parada y sin hacer nada. No podía soportarlo.

-Diles que paren por favor.

Dulzura. La forma en la que la chica hablaba, y la pureza que había en su mirada lo conmovió. Era una combinación que no había visto nunca antes en nadie.

-¿A cambio de qué?

Ella perdió su mirada azul en la de él, dejándose invadir por la oscuridad y el brillo de una tormenta. Esa tormenta eterna que habitaba en aquellos ojos grises. La sensación de quemazón había cesado cuando él retiró su mano después de ayudarla a incorporarse, pero ahora que la miraba directamente a los ojos le parecía que estaba andando sobre un suelo de lava. Todo su cuerpo se estaba quemando. Intentando poner los pies en la realidad llenó sus pulmones de aire aspirando fuertemente.

-¡Van a matarlo!- casi gritó la chica al escuchar un grito de Rubén.- ¡Por favor! -rogó.

-¿Qué me das a cambio? -repitió él, totalmente relajado y desgarbado por un momento. No le importaba en absoluto aquel chico al que estaban dando la paliza de su vida. No le importaba nada salvo el hecho de saber que tenía a esa chica delante de él, tan pura como ninguna otra a la que jamás había visto, y lo mejor de todo, era que sabía que la tenía en la palma de la mano, como a todas las demás. Se relamió los labios lentamente y se percató de como ella se estremecía mientras observaba su carnosa boca.

Verónica lo miró temerosa, y al chico le gustó esa indecisión en el semblante de ella. Siempre le había gustado que le respetasen, y ella parecía hacerlo. En realidad parecía mucho más que eso. Parecía una muñeca de porcelana que aún se encontraba en su envoltorio original demasiado asustada para darse a conocer al mundo.

-¿Qué quieres a cambio? -preguntó nerviosa y preocupada por su amigo, mirando a atrás de él e intentando apartarse del hechizo que el joven ejercía sobre ella.

Maldita atracción.

-Bésame.

La vio abrir los labios de par en par nada más decirlo. Sus pequeños ojos azules parecían querer salirse de sus orbitas. La chica lo miró como si estuviese loco, pero aquel respeto seguía en sus ojos. Guardó silencio intentando calmar su respiración unos instantes ante la intensa y profunda mirada de él. ¿Cómo podía sentir tanto calor en un día tan frío?

-Haz que paren primero.-titubeó.

Él le dedicó una sonrisa de suficiencia que no presagiaba nada bueno al tiempo que levantaba una mano. Los chicos que lo vieron dejaron de pegar a Rubén inmediatamente y se limitaron a agarrarlo. El chico mantenía la cabeza gacha y temblaba mientras los otros se reían de él en medio de aquel inhabitada explanada de tierra.

-Suéltalo.- pidió Verónica.

-Dame lo que quiero.

Su mirada grisácea la traspasó cuando lo miró directamente a los ojos. Maldita intensidad.

-Yo...-su voz se quebró mientras le temblaba el labio inferior.

Él la miró serio de pronto.

-¿Prefieres que sigan pegándole? -preguntó autoritario.

Era tan imponente, tan irresistiblemente imponente...

-No.- se sobresaltó ella, y luego lo miró con unos cálidos ojos de cordero.- Pero tampoco quiero besarte.

Mentira. Jamás había deseado algo tanto como aquello que el joven le pedía. Esa atracción le pedía que se abalanzase sobre él y comenzara a besarle apasionadamente, como nunca antes había besado a ningún otro chico. David sabía que mentía, y por alguna extraña razón, ella también se percató de que el chico sabía que ejercía esa atracción en ella. Durante una fracción de segundo los labios de él se arrugaron en una indescriptible sonrisa.

-Como desees.-dijo sin inmutarse mientras hacía un gesto con la mano.

A su señal los cinco jóvenes empezaron de nuevo a pegar a Rubén, que profería gemidos sin tener opción a defenderse ya que lo tenían inmovilizado de pies y manos.

-¡Basta! -gritó ella de nuevo, intentando controlar su irregular respiración al dar un paso al frente.

David se acercó a ella haciendo que un gran temor inundara su cuerpo. ¿Por qué era solo temor no? ¿O tal vez también era deseo? Si también era deseo aquel sentimiento la aterraba. Nunca había sentido algo con tanta intensidad. Era como si cada fibra de su ser respondiese ante ese impulso.

-Si quieres que paren deberías de darme lo que quiero. No sería al primero al que le causarían daños cerebrales por una paliza.-dejo caer.

Su voz gutural sonaba tan tranquila, tan segura... Todo en el cuerpo del chico era imponentemente atrayente.

-No pienso besarte.-dijo tan sólo, intentando dejar de temblar.

-Bien, entonces me uniré a ellos para partirle la cara a tu amigo.-contestó como si fuese lo más normal del mundo.

Espero que os haya gustado. Un abrazo enorme. Agradeceré vuestros comentarios y que me ayudéis a difundir la historia. Un beso. 

Instagram: itssarahmey

Ciudad de niebla© |TERMINADA| (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora