Capítulo 32

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 David estaba furioso. No había dado permiso a nadie de los suyos para pegar a ningún policía. Y mucho menos al padre de Verónica. Joder. Ni tan siquiera sabía que era policía. Que diablos. Ni tan siquiera sabía quien era su padre. Él, quien lo controlaba todo hasta el último detalle, no se había molestado en preocuparse por quien era el padre de la chica que le gustaba. Un policía podía echarlo todo a perder demasiado fácil. Todo por lo que había luchado su jefe Maek podría irse al traste si un policía entraba en su vida. Aunque su jefe tratase con ellos a diario, pero él sí que sabía tratarlos y sabía como sobornarlos. En cambio, salvo con Jorge, David nunca había tratado con ninguno a no ser que lo hubiesen pillado traficando o robando. Aunque seguro que era mejor que tener a uno de suegro.

Frunció los labios, preocupado y sin saber bien como se sentía. La madre de Verónica había llegado a recogerla en unos diez minutos después de que se desmayase. El desmayo le duro unos dos minutos, y según el enfermero que la atendió fue una bajada de tensión debido al susto. Verónica y su madre estaban en el hospital, con su padre que seguía inconsciente. David iba en su moto, camino al hospital con intención de ver a Verónica. Se había alejado de ella cuando llegó su madre. Su amiga Paloma estaba con ella, y Darren también estaba ahí, mirando divertido la escena.

David cerró los puños, todo había pasado tan rápido que ni él mismo había sabido como reaccionar. Tan solo recordaba los gritos de Verónica al ver a su padre sin sentido en el suelo, chorreándole sangre por la cabeza.

Volvió a dar puño a la moto haciendo que el motor rugiese al ritmo de la tormenta. El viento soplaba con fuerza, y casi aullaba. Los edificios pasaban uno tras uno debido a la velocidad que llevaba David, a quien nada salvo llegar cuanto antes al hospital le importaba. Estaba furioso. Mucho mas furioso que hacía unas horas. Hiciese lo que hiciese era como si aquella chica estuviese siempre en medio. De una forma o de otra, acababa haciéndole daño. Y odiaba aquella sensación. Odiaba sentirse vulnerable y odiaba todo lo que tenía que ver con aquella chica. La odiaba a ella en ese momento. Odiaba al mundo por no permitirle ser un chico normal, pero sobre todo se odiaba a sí mismo. Aquello no debería de haber pasado. No sabía que era lo que ocurría, pero era como si sus subordinados, los que estaban por debajo de él le hubiesen perdido el respeto desde hacía unos días. Hacían demasiadas cosas sin su permiso, y esas acciones tenían repercusiones que caían directamente sobre él. Y en este caso, lo cual le parecía aún peor, sobre ella. Sobre aquella chica dulce de hermosos e imposibles ojos que nada tenía que ver con él.

Nada salvo esas ganas mutuas de verse.

David achinó los ojos. Él era un hombre, no podía permitirse esa clase de emociones. No quería permitírselas. No debía. Desde pequeño le habían castigado cada vez que mostraba afecto por alguien, aunque fuese por su jefe. Maek había marcado demasiado bien las distancias entre ellos. David sabía perfectamente donde estaba el límite, y aquel límite no debía de pasarse nunca o sería castigado. Una vez mas, una tras otra, como esas palizas continuas que recibía cuando era más pequeño, cuando sólo era un niño asustado que no tenía a nadie en el mundo salvo a un traficante de drogas y de prostitutas.

En cambio, aquella chica lo tenía todo. Una familia que la quería, un hogar, un futuro...se volvió a repetir que él no podía romper eso. Ella no se lo merecía. Pero ¿Y él? ¿Se merecía a alguien como ella? Aquella pregunta hizo que se le encogiese el pecho. A él, al chico duro que todo lo controla. Al chico peligroso que anda con gente aún más peligrosa. Con los hombres mas ricos y poderosos del mundo. A él, se le encogía el corazón cuando pensaba que aquella chica estaba mejor en su vida sin él. Probablemente Verónica encontraría a alguien que le diese mil vueltas, alguien sin problemas, y que no atrajese aún mas problemas. Sin personas peligrosas en su vida, con la posibilidad de un trabajo estable y de formar una familia si ese era su deseo. Alguien con un futuro mucho mas cierto que el suyo, aunque en el suyo tan sólo fuese capaz de imaginarse con ella.

Intentó respirar, sin sentir que el aire llenaba sus pulmones. Le faltaba el aire solo al pensarlo. Solo al tener esa idea de otra persona en la vida de aquella chica. Le ardía y le escocía en las entrañas, pero aquello era lo que ella se merecía, indudablemente a pesar de lo que él sintiese por ella. Él jamás podría salir de aquel mundo que lo tenía preso, aunque ella fuese algo así como las únicas cadenas que podían amarrarlo a la vez que liberarlo. No era deseo, era algo mucho mas fuerte. Una atracción de la que difícilmente podría librarse en su vida.

Frenando, y pensándoselo demasiado, llegó al hospital. Se sintió nervioso por primera vez en mucho tiempo. Que curioso, ni la reunión con Don Giovín le había producido el más mínimo nervio.

Aparcó la moto en medio de dos coches, y comenzó a avanzar como pudo. Las puertas automáticas del hospital se abrieron ante su presencia. David se estremeció, nunca en su vida había entrado en un hospital. No conocía de ellos mas allá que lo que se veía en la televisión. Se acercó al mostrador principal, ese que estaba debajo de un cartel de información, y una vez allí no supo que decir. No sabía el nombre del padre de Verónica. No sabía nada salvo que se había dado un golpe en la cabeza.  

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Instagram: itssarahmey

Ciudad de niebla© |TERMINADA| (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora