Capitulo 28

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 Cat se metió en la ducha, había estado siguiendo a David y se había mojado por culpa de la lluvia. Sabía que David no estaba en condiciones de pelearse con nadie, y lo conocía tan bien que sabía que iba a hacer todo lo posible para encontrar al responsable del chivatazo, así que por eso se decidió a seguirlo y evitar cualquier pelea que tuviese lugar esa tarde. Aunque sabía que ella no lo pararía. Precisamente por eso lo había seguido y disuadido de hacerlo, pero sabía que aquello no iba a frenarlo por mucho tiempo. Su mente seguía en aquel chico al que tanto cariño tenía mientras se enjabonaba el cabello. Su jornada de trabajo comenzaba en una media hora, y a pesar de que la mayoría de los que la visitaban eran borrachos, su jefe la obligaba a estar perfecta para ellos. Todos le pagaban incluso antes de ponerle una mano encima. 

Era una orden directa de Maek, y nadie en su sano juicio lo desobedecería. Ella por su parte, estaba obligada a llamar a uno de los hombres de Maek, los que rondaban la zona para asegurarse de que todas las chicas cumplían con su trabajo, si alguien desobedecía las normas. Lo que tenía con David era mucho más que un secreto. Era peligroso. Y aquello la hacía valorarlo aún más, aunque él creyese que ella estaba en esa situación por él, sin saber que ella ya estaba perdida mucho antes de conocerlo.

Mientras el agua caía caliente desde la ducha hasta su tembloroso cuerpo, fuera, la tormenta parecía amainar. Las hojas de los árboles del parque se deslizaban ligeramente sobre el suelo para luego salir despedidas hacia lejanos lugares por el viento. Un poco más abajo, algunas personas caminaban aún con los paraguas abiertos. En su mayoría todos se movían con ligereza. Era la hora de la cena y todos tenían prisa por llegar y alimentarse. Entre aquella multitud de transeúntes, una figura destacaba como ninguna otra a pesar de ir cubierta de pies a cabezas con un chubasquero negro. Aquello era un problema, ya que no quería ser reconocido. Al menos, no por el momento. Aún el último robo estaba muy reciente y su propio jefe le había ordenado que se mantuviese oculto de miradas indiscretas.

Su sonrisa pudo apreciarse durante unos instantes debajo de la capucha, hasta que volvió a agachar la cabeza. El mal tiempo le daba grandes ventajas para cubrirse de ojos ajenos. Se agachó aún más la capucha y sintió dolor en las manos por el helado aire. Era increíble la rapidez con la que había llegado ese año el frío. Mantuvo la mirada de un niño pequeño de hermosos ojos grises. El pequeño aún estaba inexplicablemente bronceado a pesar de que hacía meses desde el final del verano. Su madre, una mujer de cabellera negra, a la altura de los hombros, le hablaba sobre los recados que tenía que hacer, pero en aquel momento el niño tan sólo tenía ojos para el encapuchado. David tembló, era como si aquel niño pudiese atravesarlo con la mirada. Durante unos instantes en los que se alejaba del chico, intentó hallar una explicación al hecho de que le hubiese conmovido tanto aquel niño. No tardó en averiguarla. Era como retroceder unos once años al pasado y verse reflejado en un espejo. Era tan parecido a él que logró impresionarlo. Hacía mucho que no se dejaba impresionar por nada. Espera. No era cierto. El mismo se encontró abriendo los ojos sorprendido ante el hilo de sus pensamientos. Hacía algo más de cuarenta y ocho horas se había dejado sorprender como nunca ante la tierna forma en la que alguien lo miró. Intentó dejar de pensar en ello. Ahora tan sólo tenía que centrarse en ir a hablar con Don Giovin, un poderoso hombre de mediana edad con el que tenía que tener especial trato y cuidado. La más mínima mueca o el más pequeño comentario equivocado podrían costarle demasiado. Precisamente por eso su jefe le había mandado a él, a ese joven que llevaba más de nueve años bajo sus órdenes. El jefe confiaba en el más que en ningún otro. A pesar de la paliza de hacía unas horas. David apretó los dientes, aún dolorido.

Se deslizó a través de las calles, llegando a un barrio donde tan sólo había casas de mala muerte y prostitutas por todos lados. En seguida se le acercó una mujer de grandes pechos que no tuvo reparo alguno en enseñárselos. Él la miró con atención, no obstante, anteponiendo su obligación a su instinto rehusó de su servicio negando con la cabeza.

Ciudad de niebla© |TERMINADA| (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora