Capítulo 66

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 David pagó su cuenta y le dirigió una última mirada al señor Robert. Por suerte, siempre llevaba dinero encima. No entraba en sus planes pasar un rato con ninguna chica, y por supuesto que no entraría tampoco en sus planes futuros, pero aquello era necesario. Había perdido tiempo con Rose, pero había ganado una aliada, y por lo que había podido entrever, sabía que se sentía atraída por él. Había mostrado esa actitud mitad coqueta mitad patidifusa que usaban las chicas a las que él gustaba, todas tenían una actitud similar. Todas salvo Verónica. Su forma de ser era algo así como indefinible. Y eso era algo que lo atraía muchísimo. Se despidió del señor Robert con un apretón de manos y agradeciendo su servicio, ya que en aquel lugar al que se le da las gracias es al señor Robert, y bajo ningún concepto a ninguna de las chicas.

Al avanzar por el pasillo que iba del tono rojo hasta el amarillo, David comprobó como volvían a estar dos guardias en la entrada y otros dos franqueaban el pasillo con imponentes armas. Metralletas que harían pedazos a cualquiera que se atreviese a ser una mínima amenaza para hombres como ellos. Ahora todo estaba tal y como lo recordaba de su última visita.

Salió de ese lugar recibiendo al frío de la noche. Eran las ocho y veinte y ya había anochecido en aquella tarde de otoño. Por primera vez en toda la tarde tuvo frío, y eso era algo sumamente difícil en él. Aún llevaba puesta la misma camiseta verde de mangas cortas que no protegía del frío ni del cielo cerrado. Se aproximó a su moto y abrió el compartimento de debajo del sillín, donde siempre solía guardar una chaqueta resistente al agua. Se la puso con el frío ya calado en sus huesos, pero eso no le impidió montarse en ella y volver a conducir unas dos calles más al sur. Las calles eran enormes, así que no le preocupó en absoluto que alguien lo siguiese, ya que estarían lo suficientemente alejados de aquel lugar para que nadie oyese su conversación.

Frenó en un semáforo, pensando bien que era lo que iba a decirle a Marco. Sabía que ya había llamado mucho la atención, así que cuanto más rápido fuese mejor saldrían las cosas. Pero tenía que ser él. Tenía que ser el quien había amenazado al padre de Verónica. En aquel lugar una amenaza era algo serio. Una parte de él seguía sintiendo culpa por haber perdido el tiempo con Rose, pero trató de centrarse en lo que iba a hacer a continuación.

Divisó a Marco sentado bajo una casa-puerta que estaba resguardada de la lluvia. Llevaba una camisa blanca y unos vaqueros.

-Cada vez hace mas frío.-le saludó Marco al verlo acercarse a él.

David se bajó de la moto y lo contempló. El chico siempre se había mostrado amigable con él y eso era algo que David agradecía.

-¿Cómo estás?

Ambos se saludaron y luego se pusieron serios.

-Estas llamando demasiado la atención Cobra. Las águilas no tardarán en hablar.

David se sentó a su lado en la casa-puerta y la señaló con la mirada.

-¿Estás seguro de que no hay nadie dentro?

Marco asintió.

-Es una casa abandonada.

David dudó, al igual que dudaba de todo siempre que algo le cruzaba la mente.

-Voy a comprobarlo. Si es cierto podemos hablar dentro, y si no lo es, espero que hayas merendado bien, será lo último que comas antes de irte de este mundo.

Marco rió, aunque sabía perfectamente que David no bromeaba. Todos sabían como era y todos sabían que era el ojo derecho de Maek. Que Maek se veía reflejado en él y que le perdonaba algunos fallos o lo castigaba de un modo menos fuerte que a los demás. Para Marco , Cobra era un tipo duro, seguro de sí mismo y muy fuerte. Era calculador y no hacía un plan que fallase. Controlaba cada detalle y se aseguraba de que sus hombres también lo hiciesen. Aún recordaba como sacó a Cat de aquel burdel, y como logró que la señora La Rua no la matase en el camino. Marco observó como David le daba patadas a la puerta, y como a la tercera potente patada la puerta salía disparada.

Ciudad de niebla© |TERMINADA| (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora