Capítulo 68

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David trató de calmarse. Todo su cuerpo reaccionaba con un hambre feroz ante la piel de la chica. Ante los calambres del estómago y ante esa extraña sensación. Esa que le erizaba la piel sin ni tan siquiera besarla. Le bastaba con verla. Con saber que estaba bien. Eso era mas que suficiente. Ella era su calma, y aunque él podía ser la peor de las tempestades, mucho mayor que la eterna tempestad de su mirar, juntos sentían algo que no podrían sentir con otras personas. Se complementaban, y tal vez eso era lo mejor que podía pasarles.

-Siento haberte llamado así.-se disculpó ella, aún en sus brazos.

David sentía sus manos acariciando su cuello, y con todo su ser trató de reprimirse. Aquel no era el momento. No, no era el momento de tirarla en la cama y de hacerle todo lo que deseaba. Durante una fracción de segundos, se vio reflejado en los ojos de la chica. Y ella se vio a si misma como si se viese en un espejo. Luego simplemente se sonrieron, y David la bajó al suelo, con cuidado, como si le diese miedo soltarla.

-No te preocupes, pero por favor no lo hagas en público.-no fue una amenaza, mas bien una petición.

Ella se le quedó mirando.

-Entendido.-dijo tan sólo, y luego lo miró con recelo.- ¿Entiendo que si no es en público, puedo llamarte como yo quiera?

David le dedicó esa sonrisa. Su sonrisa de dientes perfectos y alineados, y luego se encogió de hombros.

-No voy a decirte como has de llamarme, amor.

Verónica se relamió.

 Amor. 

Demasiadas emociones en una sola palabra. David se asustó un poco al verla tan seria, pero lo que no sabía es que estaba asimilando aquella palabra.

-¿Sabes lo que significa esa palabra?

David asintió con la cabeza. Parecía tan seguro que no aparentaba tener ningún problema.

-¿Y bien?-Verónica insistió.

-Si tuviese que definir esa palabra, la definiría como Verónica Bairina, pero si quieres una definición más exacta, y mas cursi, creo que estoy enamorado de ti.

Y ahí estaba. Lo había dicho. Se había declarado. Verónica sintió que se mareaba, y tuvo que sentarse. David la contempló, un poco alejado de ella, respetuoso y dejándole su espacio. Se le daba demasiado bien comprender cuando otras personas necesitaban un momento como para negárselo a ella.

La vio tragar saliva con dificultad y casi pudo ver su pulso acelerándose en su fino cuello. Verónica era una bomba a punto de estallar, y lo fue más cuando volvió a mirarlo, con un brillo en sus ojos que David jamás había visto. Se quedó muy quieto cuando ella se levantó, y se acercó a él, mitad temerosa mitad aturdida, y él simplemente se dejó besar. Y aquel beso fue diferente. No fue simple pasión. Ni fue simple atracción. Fue un beso de amor, y ese tipo de beso es casi imposible describirlo con palabras. Como si el ambiente se cargase y todo se llenase de una química imparable. Como si cada célula de su cuerpo necesitase el contacto con el otro cuerpo, con ese que era casi tan suyo como los rayos son del sol.

-Yo también estoy enamorada de ti, David Ferraro.

David no pudo evitar sonreír, con una leve sonrisa que trasmitía demasiadas cosas, pero sobre todo alegría cuando notó que cada fibra de su ser era feliz por culpa de esa chica. Se mantuvieron abrazados unos segundos, y poco a poco, comenzaron a calmarse. Ambos respiraron de aquel olor perfecto, mezcla de la fragancia que desprendía naturalmente el cuerpo de David y el olor a melocotón del pelo de la chica.

Ciudad de niebla© |TERMINADA| (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora