Capítulo 64

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 Bajó las escaleras sintiendo la sombra de la muerte apuntándole en la cabeza. Cualquier movimiento en falso y no saldría vivo de aquel lugar. Trató de pensar en Verónica, sin saber por qué, el solo hecho de pensarla le evocaba paz. Fue solo una fracción de segundos, pero fue suficiente para que cuando pusiese el primer pie fuera de la escalera fuese Cobra quien tomase el control de todo. David se desvanecía poco a poco al no ser capaz de soportar aquello. Si se centraba en escuchar más allá de las copas que se servían en aquel lugar y en las conversaciones de aquellas personas entre las que había comenzado a deslizarse como una sombra, era capaz de escuchar los gritos de las jóvenes que estaban siendo violadas en aquel momento. Apretó un poco los labios, deseando poder coger la pistola que tenía a buen recaudo en su cuerpo, escondida entre su propia carne y el pantalón, y poder matarlos a todos. Tal vez no a todos, pero sí a la mayoría. Esa frialdad que había formado parte de él tanto tiempo volvía a hacerse hueco en su interior. Esa frialdad que le había servido de escudo y le había mantenido con vida todo ese tiempo. Cogió aire, decidido e indiferente, centrándose por completo en lo que había ido a hacer en aquel lugar. 

Tras echar una ojeada a varias personas con disimulo, como si buscase a alguna prostituta en concreto, divisó a Alex a unas cuatro mesas mas lejos de su posición. Lo vio distraído mirando los pechos de una joven de unos veinticinco años. Alex era el mayor de todos ellos, tenía veinticuatro. Luego lo seguía Marco con veintitrés y luego Darren con sólo unos meses mayor que él, pero también con veintiuno. Algo en el interior de David le decía que a Alex no le quedaba mucho tiempo entre el grupo de los jóvenes. A pesar de ser el que mas trabajos realizaba, no tenía fama de un chico duro. Ni de uno peligroso. No obstante, había oído leves rumores de que querían subordinarle otro cargo más importante. A pesar de que era como si Alex fuese mas amigo que jefe de sus subordinados. Al menos, eso le habían dicho mas de una vez Dario y Paulo, los dos chicos con los que entró por primera vez en el instituto de Verónica y que estaban bajo sus órdenes.

Recordó aquella vez y la conversación surgió solo en su cabeza, como el recuerdo que era.

-¿A donde se supone que tenemos que ir?-había preguntado hacía ya unas semanas.

-Al coliseo.-había respondido Dario, encogiéndose de hombros con su despreocupación habitual.

David había deseado muchas veces ser tan despreocupado como lo era Darío.

-¿Qué se supone que es eso? ¿Una especie de prostíbulo?

Fue entonces cuando Paulo lo había mirado con ojos divertidos.

-Es un instituto.

Y la conversación se apagó en su mente, diluyéndose como la brisa en el mar.

El Coliseo. Que nombre tan extraño para un instituto, y cuán mas extraño fue averiguar que lo que albergaba en sus paredes era capaz de hacer que el chico sonriese al imaginarse a una chica.

Lo que mas curioso le resultaba, era que ella no hubiese intentado huir, ni que le hubiese mostrado miedo. Una chica como ella, que había comenzado a escuchar su historia, y se había quedado a su lado. Aquello era como un jodido sueño. Algo casi mágico. Como si ella fuese un concepto de magia, puro e inexacto como las ganas locas que a David le entraban de estar con ella al pensarla. A estas alturas, estaba seguro de que Paloma estaría con ella, y de que no se iría hasta tarde. Sonrió para sus adentros, tal vez hasta que Violeta la echase de su casa. Esa mujer y su fuerte carácter, como si fuese una mujer hecha a si misma y que pertenecía fuertemente a su propio ser pero que daría la vida por sus hijos.

David captó la atención de Alex, quien dejó de mirar distraído los pechos de la joven. Lo vio acercarse, algo interesado de pronto. David evitó pensar sobre los rumores que se decían sobre aquel joven, y sobre sus orientaciones sexuales. Ser homosexual era algo que cualquier persona aceptaría como algo válido, pero en aquel mundo, perdía un poco de valor. Era como si fuese menos hombre, y por lo tanto, mas mujer y menos peligroso. Pobres ilusos, como si las mujeres no fuesen letales por naturaleza. Irresistiblemente letales y peligrosas, hermosamente bellas y sumamente inteligentes. No obstante, en su mundo ser homosexual no era nada bueno, a pesar de que los rumores indicasen un posible romance entre Alex y el señor Robert. De ser realmente así, había sabido elegir un buen amante. Uno poderoso y que sabía guardar el secreto.

-¿Qué tal? -saludó David, sentándose al lado de Alex y echando a un chaval que estaba allí sentado antes que él con un mero movimiento de cabeza.

Allí todos sabían quien era él, y una gran parte de ellos, le temían y respetaban. Por su parte, Alex perdió sus ojos azules en los suyos, inquiriendo una respuesta a su saludo. Por norma general se solían ignorar mutuamente. Era extraño verlos juntos, al menos cuando Paulo y Darío no estaban por los alrededores.

David miró a su entorno y vio varios ojos puestos en él. Las águilas no tardarían en informar sobre una posible reunión entre ambos.

-¿Qué quieres?-le preguntó, serio, aunque David sabía que lo había puesto nervioso por las preguntas que recibiría luego por aquella conversación.

Alex no tenía ni uno solo de sus oscuros cabellos de tonto. Era sumamente inteligente, casi tanto como para haber hecho amigos en un lugar como ese. Y si los rumores eran ciertos, amigos muy peligrosos.

David buscó con la mirada al señor Robert unos instantes. Lo vio encima de la escalera, con su traje en negro y su camisa blanca, y con su mirada oscura perdida en él. Lo estaba observando, y algo le dijo que no era bienvenido al lado de Alex.

-Voy a preguntártelo una sola vez.-dijo bajando la voz y haciendo que Alex se tensase.

David levantó un dedo y fue mas que suficiente para que una chica en lencería demasiado sexy le sirviese una cerveza. Esperó pacientemente a que la chica se fuese y a que Alex le preguntase.

-¿Y bien?

David intercambió una mirada rápida con Marco. Lo había visto en la otra parte del gran salón rojo y algo en su mirada le dijo que estaba pasando algo. No podía quedarse más tiempo, así que no tenía tiempo para rodeos.

-¿Tú o alguno de tus hombres habéis amenazado de muerte a un policía?

Alex se puso tenso, pero algo en su reacción le dio a entender a David que no sabía de lo que el chico le estaba hablando.

-No, que yo sepa.

David dio un trago rápido.

-¿No se supone que deberías de saberlo todo sobre tus hombres?

Aquella frase no le gustó a Alex y fue como si un cuchillo cortante cruzase el ambiente. Había música clásica de fondo cuando escuchó su voz enfadada.

-Ya te he dicho que no se nada de eso, Cobra.

David cogió aire, tratando de calmarse. Tan sólo le quedaba Marco. Ellos no solían mentirse entre ellos. Ese no era su acuerdo.

-No me mentirías, ¿verdad?

Alex se quedó muy quieto, cauteloso. Sabía que de todos ellos David era el más peligroso.

-No, no quiero acabar muerto.

David lo observó unos segundos, antes de dar otro trago y acabarse la cerveza, levantándose y dándole un golpe en el hombro a Alex a modo de despedida. Supo que el chico seguía observándolo cuando se levantó, y su mirada aún seguía en la nuca cuando se acercó a Marco. Maek iba a pedirle explicaciones de esa reunión y de la que acontecería en un momento, y tal vez los castigaría por ello, pero ahora mismo, el menor de sus problemas era Maek.

-Te veo dos calles mas al sur.-le dijo, pasando por su lado y parándolo un momento.

El chico rubio simplemente asintió con la mirada, cerrando un poco los ojos. David comenzó a dirigirse hacia las escaleras, preparando mentalmente una buena excusa para darle al señor Robert por no pasar un rato con alguna de las chicas, cuando de pronto el ambiente se tensó. Fue como si un silencio sepulcral invadiese el lugar a pesar de que sonaba Claro de luna como música de fondo.


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