Capítulo 37

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 Unos golpes en la ventana lo despertaron. David abrió los ojos y se encontró con la mirada de Jota al otro lado del cristal. Se apresuró a salir de la cama y a ir hacia su encuentro, mirando de soslayo a Verónica que aún dormía en la cama.

-Ha pasado algo. Tienes que venir.

David le dirigió una mirada gatuna a su amigo, enfurruñado porque hubiese roto su momento con la chica. Miró de nuevo hacia dentro de la habitación y la vio desperezándose aún medio dormida. La luz de la ventana entraba iluminando la habitación y dándole a la chica un conjunto de luces que le daba algo de color a su blanca piel.

-Tienes que darte prisa.-le apremió Jota.

David volvió a centrarse en su amigo y tras unos segundos le dio la espalda.

-Necesito un momento.

-Es urgente Cobra.

David se puso tenso. Un mal humor le recorrió por dentro.

-Te he dicho que necesito un momento.-espetó de mala gana, y fue mas que suficiente para que Jota no se atreviese a contradecirle y se alejase bajando por el balcón. Probablemente se habría vuelto a meter en problemas con su jefe, o eso fue lo que pensó. Que equivocado estaba. Si supiese el auténtico motivo por el que Jota había ido a buscarlo habría corrido lejos de allí.

David se acercó a Verónica, aún con los ojos cerrados y pudo jurar que jamás había visto ninguna imagen que le evocara tanto a la calma como aquella. Sus rosados labios estaban apretados en una media sonrisa, como si fuese feliz en sus sueños. Dudó unos instantes si despertarla o no, pero pensó que no le haría gracia despertarse y ver que él ya no se encontraba en su casa, que se había marchado sin darle ningún motivo.

-Ojos azules...-comenzó a llamarla con suavidad.

La chica se movió aún en sueños, y David no pudo evitar sonreír. Él, el chico duro sonreía al verla dormir. Se pasó una mano por el cabello, de nuevo algo exasperado por esa mezcla de emociones nuevas para él, y volvió a intentar despertarla.

-Ojos azules...-volvió a llamarla mientras le besaba la frente y le acariciaba el cabello.-Tengo que irme...tengo que...irme...¿me oyes?

Verónica entreabrió los ojos y lo miró de forma inquisitoria, como si aquello no le hubiese gustado.

-¿Dónde vas?- le preguntó con los ojos aún medio abiertos y somnolientos, con el cabello despeinado e incorporándose en la cama.

-No lo sé, pero tengo que irme y no quiero que te preocupes, ¿entendido?. Volveré a verte lo más pronto que pueda, pero no quiero que intentes buscarme.

Ella se limitó a mirarlo, y a pesar de que David esperaba réplicas y acusaciones de todo tipo, ella tan sólo le sonrió y le dio un beso en la mejilla, despreocupada.

-Que tengas un buen día.

Él se quedó anonadado ante su reacción mientras la veía levantarse y salir de la habitación.

-¿Dónde vas?-le preguntó aún patidifuso.

-No quiero decírtelo.

David rió asombrado.

-¿Que no quieres decírmelo?

-No, no quiero decírtelo. Que estemos juntos no significa que tengamos que conocer todos los movimientos del otro. Entiendo que hay cosas que no quieres contarme, o que aún no quieres hacerlo. Lo entiendo y lo respeto. Simplemente debemos de tener confianza en que ambos vamos a dar el cien por cien en esto, respetando tu espacio y tú el mio. Quiero una relación sana, y quiero estar contigo, y que tu estés conmigo, pero quiero que sigas siendo tú.

David se quedó aturdido de la tranquilidad con la que la chica habló mientras buscaba ropa en su armario.

-¿Y si yo no quiero seguir siendo yo?

Fue una pregunta que salió de sus labios sin pensar. Ni tan siquiera sabía que tenía esa duda dentro de él. Verónica se giró hacia él, seria de pronto y mirándolo de esa forma dulce. David se la quedó mirando mientras ella se mordía un labio y lo atravesaba con la mirada.

-Entonces te tenderé la mano para ayudarte a cambiar.

David se levantó de la cama y se acercó a ella, besándola con fiereza. Todo en ella provocaba demasiado en él. Ella se dejó llevar mientras él tiraba de sus hombros y la tumbaba en la cama. Verónica se estremeció mientras él se colocaba a horcajadas sobre ella y le besaba el cuello, agarrándole ambas manos a la chica con una sola de las suyas.

-Eres única.-le dijo tan sólo, queriendo expresar todo lo que pensaba de la chica con aquellas dos palabras y quedándose corto al hacerlo.

-Soy una chica común.

-No hay nada de común en ti, Verónica Bairina.

Ella en medio de todo el fuego que él chico despertaba, no pudo evitar sentirse extraña al oír su apellido.

-¿Cómo sabes eso?

-Se muchas cosas de ti.-le susurró al oído.- También se todo lo que quieres que te haga.

Ella cerró los ojos cuando el la besó y le acarició las piernas, soltando sus manos. Ella aprovechó eso para tirar de él y tumbarlo, con la intención de colocarse ella encima de él. Le agarró el cabello y lo hizo mirarla fijamente al tiempo que se acercaba a su cuello y comenzaba a besarlo.

-Quiero estar en igual de condiciones, ojos grises. ¿Cual es tu primer apellido?

David se estremeció sin pretenderlo, en una mezcla contradictoria entre el placer que la chica evocaba en él y el miedo por abrirse a ella.

-Respóndeme.

-Ferraro.-dijo él, apartando a la chica de encima y colocándola a su lado, a pesar de que todo su cuerpo era el único lugar donde quería estar en ese momento, no quería hablar de eso con ella de aquel modo.

-¿Ferraro? ¡Ese es un apellido italiano!-exclamó sorprendida.- ¡¿Eres italiano?!

David miró al suelo, y Verónica lo abrazó al ver que se sentía incómodo.

-Me crié en Galicia, pero los primeros años de mi vida viví en Italia.

Ella quiso ahondar un poco más, demasiado curiosa.

-¿Tus padres son italianos?

David quiso evitar la pregunta.

-¿Te das cuenta de que hace menos de treinta segundos estabas encima de mí, besándome? ¿Es esa tu forma de hacer interrogatorios?

Verónica rió y David se unió a ella.

-¿Funciona?

El chico le sonrió con suficiencia y le dirigió una sonrisa aviesa. Luego dirigió la vista hacia la ventana y comprobó como se estaba nublando.

-Debería de haberme ido hace un rato.-dijo levantándose y dirigiéndose al balcón.

-También puedes salir por la puerta, como una persona normal.

David se giró mientras abría el ventanal y el aire frío entraba por la habitación.

-Ese no es mi estilo.

Dicho eso le dirigió una última sonrisa antes de alejarse de nuevo, centrándose ahora en que probablemente tendría un problema mucho mayor que el de la tormenta que iba a tener lugar esa tarde. Bajó agarrándose al balcón de la casa de al lado y aterrizando en un coche. La habitación de Verónica estaba en el segundo piso de su casa. Eso no habría sido ningún impedimento para David si aún no le doliesen las costillas de la paliza de hacía dos días.

Gracias por leer, ¿os ha gustado? subiré el próximo capítulo en unos días. Un beso y gracias.

Instagram: itssarahmey

Ciudad de niebla© |TERMINADA| (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora