Capítulo 52

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 David le dedicó una media sonrisa aviesa, y Verónica supo que iba a hacer algo que no iba a gustarle. El chico comenzó a correr y la cogió en peso, con sus piernas cayendo sobre sus perfectos abdominales.

-¿Pero qué haces?

Él rio, y su risa logró hacerla disfrutar del momento. Muchas quisieran estar en su lugar.

-Me has dicho que estoy tardando. Hoy voy a llevarte a otro sitio, ojos azules. Tenemos poco tiempo.

Ella rió mientras le pedía que la soltase, pero él no lo hizo, siguió con ella y agarró sus muslos, y esas piernas que le volvían loco. Tuvo que reprimirse por no parar y hacerla suya de una vez por todas en mitad de aquella calle.

Verónica comprobaba algo avergonzada como los transeúntes se giraban para mirarla, pero una parte de ella amaba ese tipo de comportamiento en David. Él, por su parte, se mantenía con una sonrisa seductora y los ojos un poco entreabiertos, como si estuviese concentrado en buscar un lugar para que la chica comiese y pasase de todo cuanto le rodeaba menos de esa suave piel que agarraba con fuerza. Divertido, notó como la chica dejó de esforzarse para que la bajase, y se limitó a dejarse llevar. Había una sana locura en aquel momento que ambos disfrutaban.

Llegaron a un restaurante, y fue entonces cuando David dejó a Verónica en el suelo, quien cuando iba a reñirle se encontró con sus labios. entregándose a ellos como se entregan las olas a la arena.

-Este es el bar mas cercano que he encontrado.-le sonrió, cogiéndole la mano y entrando con ella en el bar. -¿Qué te apetece comer?

Ir por la vida cogidos de la mano era algo mucho mas fuerte de lo que ella jamás habría sido capaz de imaginar la primera vez que lo vio.

El restaurante era algo rústico, con mesas de madera y muebles en color marrón. Había manteles en color blanco y servilleteros en todas ellas, pero David no iba a ninguna de ellas, iba a la barra a hablar directamente con la única persona en aquel local. De fondo sonaba la radio y un presentador hablaba sobre los deportes. De nuevo Ronaldo era motivo de habla, había hecho ganar a su equipo un partido importante.

-Lo que sea, estará bien. Cualquier cosa es mejor que las lentejas.-apuntó, divertida.

Había tan sólo un camarero, como si todos los demás se hubiesen ido al haber pasado la hora del almuerzo.

-Deme el menú.-dijo David, con seguridad e imponente.

El camarero era un hombre de mediana edad, con el pelo blanco y los ojos pequeños y marrones. Su nariz era redonda y era algo corpulento. Tenía una prominente barriga que se dejaba ver a través de su camisa blanca. Verónica intuyó que tenía toda la pinta de que era el propietario de ese lugar. Su aspecto era el de una persona enfadada con el mundo.

-Tan sólo tenemos bocadillos a esta hora. La hora del almuerzo ya ha pasado.

David frunció los labios y apretó los puños. Luego, aparentemente en calma, se dirigió a Verónica.

-¿Te apetece una tortilla de patatas?

Ella asintió, aunque le resultó extraña esa pregunta teniendo en cuenta lo que acababa de decir el hombre.

-Lo siento, los bocadillos son de embutido a estas horas.-apuntó muy serio el camarero, como si no le gustase la presencia de aquellos chicos en aquel lugar.

-Está bien.-dijo él, en aparente calma, para luego saltar la barra y acercarse al camarero que se encontraba en el otro lado. -Vamos a la cocina.

Ciudad de niebla© |TERMINADA| (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora