4. ¿Amigos? Amigos.

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Después de una larga semana, mi padre inauguró un restaurant, en la que ordenó que mi madre y sus hijos saliéramos a comer esta noche a ese lugar. Estábamos sentados sobre aquella silla, alrededor de una mesa llena de velas. Llena de mucha gente adinerada. Algunos guardaespaldas de mi padre estaban alejados a unos cinco metros de distancia dándonos un poco de privacidad.

Observé como mi papá entrelaza sus dedos con los de mi madre sobre la mesa, antes de besarla. Mi hermano Matteo no quitaba la vista de un camarero que atendía en la otra mesa, Anastasia haciendo resoplido cada minuto, e Isabella estaba cogida de la mano de su prometido Darío, notaba su cara de desagrado cuando esté posaba tierno besos en sus mejillas que para ella parecía que viniera con fuego, por la forma en que tornaba una mueca.

—Buenas noches, Señor Presidente. —Dice el joven camarero que había reconocido esa voz en segundos. Levanté la vista y miré los ojos que me poseyeron aquella noche. Eiden.

Isabella le clavo la vista y no le importo saludarlo.

—Hola, Eiden. —le sonrió.

—Hola, Isabella. —Le devuelve una linda sonrisa. Se me quedó mirando para saludarme, pero cuando bajé la mirada se rehusó.

Mi padre ordenó por todos un espagueti con esa salsa italiana a la que todos aman y nadie puso queja.

— ¿Quién es ese chico? —preguntó Darío, con mucho enfado en cuanto Eiden se marchó.

Isabella puso los ojos en blanco y sorbió un poco de agua, haciendo caso omiso de él.

—Te estoy hablando. —Masculló.

—Tu prometido te está hablando, Isabella. —repuso mi padre con mucho más enojo que Darío. — ¿Quién es ese muchacho? Y no me hagas molestar.

—Un amigo de la escuela. —dice ella.

—Bueno, te lo digo de una vez, Bella. —Mi papá quería gritar pero, estando en un lugar público no lo hizo. — Que sea la última vez que tu saludas a un muerto de hambre como ese. Tu tipo de amistad tiene que ser con personas de nuestra categoría, no con un maldito camarero ¿has entendido?

—Es solo un chico, papá. —dijo cabizbaja.

—Deja de replicarme. —Refunfuñó. — No te quiero ver con ese tipo de gente. Y esto va con todos. —Terminó señalándonos. —Y tú Matteo por los menos disimula tu homosexualidad en la calle o por lo menos en mi presencia. Estoy harto de mierdas como ustedes.

—Alonzo, por favor, son tus hijos. —Dice mi madre.

—Pero el señor me mando a los peores. Son un asco los cinco, incluyendo a Enzo.

Tragué Saliva.

Eiden y otros camareros más trajeron nuestra comida minutos después. Mi padre quiso que rezáramos para que la gente presenciara aquello, cuando en realidad nunca lo hacíamos en casa. Pero, como dice él "Tenemos que aparentar algo que no somos" Es una figura pública, y no cualquier figura pública, sino el futuro de este país. Todos adoraban a este hombre, el país enteró lo amaba, pero si lo conocieran de verdad, haría lo que sea para sacarlo del mandato.

Mi papá y Darío empezaron hablar sobre algunos negocios de tráfico de droga en clave para que no captáramos. Pero sabíamos muy bien de lo que hablaban. En cuanto terminé de cenar, pedí permiso para ir al baño.

Cuando entré en el baño, apoyé ambas manos en el lavabo, mientras observaba mi cara en el espejo. Pedía que esta cena se termine pronto.

—Dios, que esto meses pasen muy rápido para largarme de este país. —murmuro para mí misma. Abro el grifo y lavo mis manos, la sequé con el papel que estaba a un lado, y cuando miré al espejo sobresalté a ver a un hombre detrás de mí.

Bajo el mismo cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora