ISABELLA
Me doy una ducha rápida y, para cuando salgo, Jace está acostado en la cama y sólo lleva el bóxer puesto. No digo nada mientras busco un pijama entre mis cosas. Me coloco una bata rosada y llevo la toalla al baño.
—Ven aquí —me dice cuando regreso.
Me acerco a él de mala gana. Se sienta en el borde de la cama y tira de mí para que me coloque entre sus piernas. Aún sigo enojada por la discusión que tuvimos ayer.
—Perdona. —Me mira.
— ¿Por...?
—Por comportarme como un loco —dice, y no puedo evitar echarme a reír.
—Gracias. Estas cosas tenemos que hablarlas, no hace falta que explotes como Tasmania. —Le retuerzo el mechón de la nuca entre los dedos.
—Lo sé —dice con una media sonrisa—. ¿Podemos hablar de que no vuelvas a hablar con él?
—Esta noche, no —contesto con un suspiro.
Tendré que llegar a un acuerdo con él, pero no pienso dejar de dejar de verme con el doctor solo porque a Jace no le agrada cuando estoy en mi derecho de hacerlo.
— ¿Cuándo?
—No lo sé, bebé. Ya.
Me acaricia la mejilla. — Que bueno que estés conmigo una vez más. De verdad, no soportaría tener que vivir una vida sin ti.
Pongo los ojos en blanco.
— ¿Qué? —inquiere.
—No me digas esas estupideces porque no voy a creértelo.
Me derriba sobre el colchón y se coloca encima de mí. —¿Por qué no vas a creerme?
—Porque no. odio esa frase.
— ¿Que frase?
—No puedo vivir sin ti. —mofé.
Ríe. — Solo digo lo que siento. Y no son ningunas estupideces a las chicas les gusta que se lo digan.
—Yo no soy el resto de las chicas.
—Eso lo sé. —Dice, y pega sus labios a los míos. Me besa con esa voracidad que siempre hace cuando está cachondo. Se deshace de su bóxer y me retira la bata.
Aunque termina unos segundos antes que yo, sus movimientos perfectos continúan hasta que me deja incapaz de moverme y felizmente agotada. A continuación se deja caer encima de mí. Yacemos en silencio, disfrutando de la sensación de estar tan cerca el uno del otro, y al cabo de unos minutos y a está rendido en sueño.
A la mañana siguiente, me levanto muy temprano. Jace se niega a levantarse y sólo se incorpora el tiempo justo y necesario para darme un beso. Lo dejo durmiendo, y me dirijo a la cocina. Al parecer todos dormían excepto los sirvientes. Valerio quiere que todos continuemos con nuestro estudio en la universidad a la que íbamos, que iba hacer todo lo posible para que empecemos pronto. Yo me niego, no quiero seguir estudiando. Pero si hace que continuemos pues tendré que hacerlo.
Salgo de la mansión con mi taza de té, y no puedo creer lo que estoy viendo. Eiden está tirado en el suelo y tengo la sensación de que no puede ni con su alma. Me acerco y lo ayudó a subir los escalones que dirigen a la puerta de entrada. Pero en el último escalón se soltó y se sentó. Lo obligué a incorporarse pero se negaba, estaba tan borracho que no quería discutir con él. Así que volví a coger mi taza de té y me senté a su lado.
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Bajo el mismo cielo.
RomanceAlessia Moretti es una joven de diecinueve años de la alta sociedad viviendo bajo las reglas de su familia. La muerte de su novio Eric y luego cuatro meses después la muerte de su hermano causó mucho dolor en su vida. Ya año después dice haberlo su...