21. No me toques.

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ISABELLA

Salí de mi última clase e intento abrir el Audi R8 negro que mi mamá me ofreció y por supuesto yo no me negué, mi Porsche está en reparación, y ni idea de que le pasó. Cuando por fin logro abrí la puerta unas manos me la vuelve a cerrar con fuerza. Me volví para ver quién era, y fueron lo primero ojos azules que me dio náuseas.

—Darío. —dije. — ¿Qué haces en mi universidad? Parece que me estabas cazando.

—Eres mi prometida, estoy donde tú estés ¿algún problema?

Rodé los ojos— No me interesa, Darío. —Me volví para abrir la puerta del auto, pero Darío la vuelve a cerrar más fuerte que la anterior.

Cerré los ojos pacientemente y me giré para ver que quiere.

—Debería interesarte. —Masculla. — Deja tu auto parado aquí y subes al mío, ahora.

Junté cejas. —No voy a ir a ningún lado contigo. —Intento marcharme, pero me sujeta el brazo con fuerza.

—No llevo parado aquí durante dos horas para que mi futura esposa no quiera irse conmigo. —respira agitado. — Súbete al maldito coche, ahora Isabella, no te conviene hacerme molestar. ¡SÚBETE! —Termina gritando.

Mi corazón late con fuerza.

—Calmate. Joder, pareces paranoico.

— ¡SÚBETE! —grita, y golpea el auto a poco centímetros de mí. Sobresalté.

Lo empujé con todas mis fuerzas, pero solo dio un paso hacia atrás y me miró con los ojos inyectado en sangre, me coge de los hombros y me empuja contra el auto con los ojos como platos.

—Debéis aprender a obedecerme a partir de ahora. —Refunfuñó. — ¿Estas escuchándome, verdad?

—No me toques.

—Te toco si quiero. Eres mi mujer. —Me empuja a un lado que casi caigo al suelo, pero él me vuelve a tomar del brazo y me empuja con más fuerza y esta vez sí caí al suelo. Deseaba que pasara alguien y me ayudará, pero todos estaban en clases y el estacionamiento repletos de autos si un alma.

Darío me sujeta los brazos con fuerza hasta hacerme mucho daño y me levanta, me empuja contra el auto una y otra vez. Forcejeé, pero es mucho más fuerte que yo y me sujetaba cada vez más fuerte. Lo golpeé en su duro pecho pero parecía ni siquiera dolerle. Hizo una mueca y me abofeteó. La vista se me nublo con mis lagrimas y ya ni siquiera pude verlo bien hasta que me suelta el brazo y me abalanzo contra él para seguirlo golpeando. Sujeta mis manos con la suya y vuelve a darme otra bofetada.

—Maldito imbécil —Escupí su rostro, y lo hizo enfurecer más de lo que estaba. Me empujó con toda sus fuerza contra el suelo y se agachó para darme otra bofetada con mucho más ganas. Me levantó del suelo y me sujetó del cuello pegándome contra el auto. Ya no tenía fuerza, mis lágrimas caían sin parar. Darío estaba hecho una furia.

—Maldita estúpida, no eres lo suficientemente inteligente para prestarme atención. —Apretó más mi cuello y no podía respirar. — Si hubiese sido más inteligente nada de esto hubiese pasado.

Se dio cuenta que mi cara estaba roja y que ya no podía más que me soltó y me cogió de los brazos.

—Eres un hijo de puta... —Dije con voz rota, no quería llorar, pero era imposible.

—Soy el hijo de puta con quien te vas a casar, perrita. —Levanta su brazo para pegarme una vez más, pero una voz detrás de nosotros hizo que parara.

Bajo el mismo cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora