54. Aquí todos tenemos los mismos problemas.

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ALESSIA

—Joder, —Me quejé cuando pisé mal. — me doble el tobillo, esperen chicas. —Me senté en la orilla de la acera y veo como Natalia cogía a Laura por los cabellos. — No seas tan brutal, Naty. —Reí. — Déjala descansar.

Natalia se ríe y empuja a Laura cayendo está en la acerca junto a mí.

—Se van arrepentir de haberme tratado así. —masculló Laura. — Cuando Darío se enteré las próximas muertas serán ustedes tres. Y, así le hacen compañía a su amiguita en el infierno. Porque ahí es donde debe estar Isabella, ¡En el infierno!

Nos reímos de ella, mientras yo sobaba mi tobillo. Creo que Laura piensa que Isabella está muerta, sé que Isabella no está en sus mejores condiciones, y mucho menos consiente, pero mientras su corazón siga latiendo para mí está más que viva.

— ¿De qué se ríen, perras malditas? Deberían alegrarse de que les quitaron a esa zorra de encima.

Me harté, la cogí del cuello subiéndome encima de ella y solté un gruñido profundamente mientras me apoyaba con fuerza en su cuello. Veía como su cara se tornaba en un al rojo vivo y si Natalia no me hubiese detenido, la hubiese matado aquí mismo, a mitad de la noche.

Enseguida se llevó la mano al cuello tosiendo.

—En cuanto vuelvas a hablar mal de Isabella en mi presencia te corto la garganta. —le digo empujando su cabeza hacia atrás y siguiendo mi camino. El tobillo no me dolía más.


A la mañana siguiente desperté con la única idea en la cabeza en donde habíamos puesto a Laura anoche. Hasta que recordé que la habíamos dejado en el sótano amordazada. No podemos dejarla libre hasta que nos cuente muchos más. Sé que esa puta tiene mucho que decir y no lo quiere decir porque le teme a los Moretti y a los Basso. Tenía mensajes de Julia en mi celular, todos decían lo mismo, "¿A dónde fueron anoche"?

No puedo dejar de pensar en mi pobre hermana, siento una rabia inmensa. Si tan solo Evan y ella hubieran obedecido cuando le dijimos que no saliera esa noche. Debí haber ido con ella. Esto no hubiera pasado. Seco mis lágrimas, pero es inútil, no puedo dejar de llorar. Estoy empapando la almohada.

«Alessia, no quiero morir» «Alessia, no quiero morir» «Alessia, no quiero morir» «Alessia, no quiero morir» 

Era como que si la voz de Isabella me estuviera hablando dentro de mi cabeza. Llevo varias noche soñando con ella diciéndome que no quiere morir, incluso el día que la sostuve entre mis brazos ensangrentada me lo dijo agonizando. Que no quería morir. Y lo sabía. Sabía que si corrió tantas cuadras para llegar a donde estaba su familia, era porque quería que le salváramos la vida.

Me visto para ir a verla. Anastasia dice que mi mamá está muy mal. Debo hacer que se calme. Al cruzar por el pasillo me encuentro con Eiden. Parece haber pasado la misma horrible noche que yo.

—Buenos días. —me dice él.

—Buenos días.

—Supongo que vas al hospital.

Me encogí de hombros. — Sí, que te puedo decir. Mi mamá está allá y...

— ¿Puedo ir contigo?

—Eh... sí.

Llegamos al hospital y nos piden paciencia, como si pudiéramos tenerla. Tras una hora esperando por fin nos dejan entrar a verla. Solo tenemos unos minutos por persona, pero son suficientes para venirnos abajo. La cantidad de máquinas que tiene Isabella alrededor de su cuerpo para mantenerla con vida nos desmoralizan. Ni siquiera parece ella. Siento que mi Isabella no está dentro de su cuerpo. La impotencia me ahoga. Necesito que vuelva conmigo.

Bajo el mismo cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora