22. Advertencia.

1.3K 72 0
                                    

Fui al cuarto de Isabella y veo que estaba igual de ordenado que cuando se fue. Les pregunté a las sirvientas por ella y todas me dijeron que estaba en su cuarto, pero vengo de su cuarto y allí no está. Me encuentro con mi madre por los pasillos y decido preguntarle.

— ¿Has visto a Isabella?

—Debe estar en la caballeriza. —responde ella. Paso por su lado, pero me detiene. — Oye, ¿Qué paso con Luciano? Le comentó a tu papá que estas saliendo con otro chico. ¿Qué chico es ese?

—No creo que te corresponda.

— ¿Qué? —grita. — Soy tu madre, quiero saber quien está saliendo con mi hija. No te creas muy grandecita, Alessia. Tienes diecinueve años y vives bajo mi techo. Siempre harás lo que yo te diga, eres mi responsabilidad. Siempre lo has sido. Asi que no te creas ahora la mayorcita porque nunca dejaras de ser una bebé para mí.

—Siempre quise unos padres normales. Y ni tú ni Alonzo, lo fueron para mí. —Estaba decidida decir todo lo que siento ahora mismo. — Eres igual que Alonzo. Te he visto asesinar, ¿crees que soy ciega?

—Alessia...

—No me digas nada, mamá.

—Pues vas a tener que escucharme. Porque si alguna vez maté no fue por placer, sino por mis hijos. —Se veía nerviosa. — Para protegerlos de personas que querían acaban con nosotros. Así que no vengas a juzgarme ahora Alessia, porque todo lo que he hecho son por mis hijos.

Rodé los ojos. — No creo que haya sido por nosotros, sino por la familia. No me veas cara de estúpida. Pero está bien, me da igual. —Me encojo de hombros. — Al final somos una familia.

Deslizo mi mano por su brazo y me marcho. Solo quería hablar con Isabella, ella es la única que pudo coger mi pistola del gavetero y debo detenerla antes de que haga una locura de la cual termine arrepintiéndose. Cogí el carro de golf y lo conducid hasta la Cabelleriza. Mi papá compró varios para que los empleados se desplazaran con facilidad, ya que la cabelleriza queda a siete kilómetros de nuestra casa. Así de grande es este lugar.

Me bajé del carrito con la ayuda de unos de los empleados. Le pregunté por mi hermana y me dicen que estaba montando caballo. Caminé hasta el establo y la veo bajándose del cabello. Espere que terminara de hablar con la encargada de la limpieza del caballo y se sorprende al verme.

—Alessia. —dice muy bajito, mientras se quitaba los guantes roeckl o como yo les digo guantes para montar caballo.

Me acerco a ella y tal vez creo que sabe para que la busco, por la manera en que se mostraba un poco perra conmigo. Tiró los guantes a un lado y se lavó las manos en un pequeño chorro que estaba en el suelo, se seca las manos con una toallita y me arquea la ceja queriendo saber porque estoy aquí.

—Sabes porque estoy aquí, Isabella. —Me cruzó de brazo, a ver si ella es capaz de delatarse solita.

—No sé de qué me hablas. —Muestra una sonrisa cínica. Odiaba esa sonrisa en ella.

—Venga ya. ¿Dónde está la pistola, Isa? —Di otro paso a ella. — Más vale que sepas la respuesta.

— ¿O qué? —me reta.

— ¿"O qué"? ¿Estás hablando en serio? —Isabella tiene dos personalidades, está su lado dulce ese lado que yo amo y está su lado perra, que es el que odio. Aunque siempre le encanta hacerse la astuta o la cínica. — ¿Donde está el arma? Es mía, no tuya. Si no fueras tan jodidamente loca, mi papá no te fuera quitado la que te obsequió. Así que...

—Ahora resultas que estás del lado de mi papá.

—No estoy del lado de nadie. —Hasta que pensé en Eiden. — O bueno sí, estoy del lado de Eiden. La única persona que se ha mostrado firme ante a mí. —Ella hace una mueca. — ¿Dónde está el arma, Isabella? ¡No te lo vuelvo a repetir! Tendré que ir hablar con mi papá y tal vez el resultado no te guste mucho.

Bajo el mismo cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora