29. ¿Sí o sí?

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JACE

El resto del día estoy de mal humor. No encuentro la razón que me tiene así, pero me molesta cualquier cosa. No paro de revisar mi teléfono. Me cabrea tanto no encontrar en él lo que busco que lo lanzaría contra el suelo. Mi corazón casi se para al notar vibrar mi móvil. Lo saco de mi bolsillo como si me fuera la vida en ello y cuando descubro la palabra Eiden una gran desilusión se instala en mi cuerpo.

Voy a llevarte algo de ropa, guapetón.

Está contento, cosa que yo no. Justo cuando voy a salir de mi habitación por agua, alguien entra y chocamos bruscamente.

— ¡Puta mierda! —mi corazón salta al oír su voz. Isabella tiene una mueca de dolor en su rostro, se balancea para aliviarse y con una mano sujeta su pecho.

— ¿Estás bien? —sus ojos se agrandan. Trata de ocultar su dolencia y me doy cuenta. —Lo siento, no te había visto. ¿Te he hecho daño?

—No, no. ¿Puedo pasar? Venía justo aquí.

Abro la puerta para que termine de pasar y cierro tras de mí.

— Jace... ¿Puedo preguntarte algo? —me tenso y asiento, poco convencido—. ¿Me seguirás queriendo después que sea la esposa de Darío? —Retengo el aire en mis pulmones— ¿Seguirás queriéndome? —hay dolor en su mirada.

—Por supuesto. —un fuerte dolor atraviesa mi pecho. No quería que se casara con ese imbécil. —. Ahora, ¿Tú me seguirás queriendo después de que te cases con él? —Levanto un dedo para que no responda todavía. — No quiero que te entregues a él.

Junta cejas y niega con la cabeza al mismo tiempo. Se acerca a mí. — Eso nunca. Jamás. —Toma mi cara entre sus manos. — Si esto va funcionar debemos enfrentar lo que venga. Y más que todo tener confianza.

—Confío en ti más que nada en el mundo, preciosa. —sonrío.

Sonríe a medias. — Y yo en ti.

Pasamos una tarde estupenda. Nos enrollamos en la cama a ver película. Eiden dejo mi ropa que le entregó mi mamá, en la sala. Eran las nueve de la noche y ya Isabella tenía que irse. La acompañé hasta la entrada de la puerta y lo que veía, hizo que la mano de Isabella se aferrara más con la mía.


ISABELLA

Maurizio Basso caminaba lentamente hacia nosotros con la pistola en su mano. Juro que mi corazón podía oírlo medio mundo por lo fuerte que latía, podría darme un infarto aquí.

—Falta poco para tu boda con mi hijo y te estás revolcando con este desgraciado, Nuera. —dijo Maurizio.

Negué con la cabeza, estaba tan nerviosa que podría darme un colapso. No obstante, tenía miedo que le dieran un tiro a Jace justo aquí. Frente a mí.

—Maurizio...

Carga su pistola y me apunta. — Sabes lo que les pasa a las mujeres que engañan a un mafioso.

Jace se coloca frente a mí. —Ella no tiene nada que ver en esto, me buscan a mí ¿no? Pues aquí estoy, mátenme a mí, pero déjela ir, no pueden asesinarla ella es su negocio ¿no?

Maurizio observó a Jace. Cuando Maurizio alzó la vista a su guardián y las esquinas de su boca se elevaron, me relajé un poco. Sabía que no iba hacer nada, por ahora.

—Es lo suficientemente justo. —Dijo Maurizio—. Síganme.

No dimos ni un paso, por lo que los hombres de Maurizio nos tomaron del brazo y nos tiraron en el auto como si fuéramos perros, y por más que Jace y yo forcejeamos no logramos liberarnos. Durante el trayecto, Jace me decía que me quedará tranquila que no iba dejar que nada malo me pase.

Bajo el mismo cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora