52. Lo siento

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EIDEN

—Según me han contado ahí dentro, no hay esperanzas. Lo siento. La chica ha llegado en muy mal estado, y aunque han conseguido que su corazón vuelva a latir, su cerebro ha sufrido daños por falta de oxígeno y está en coma. —dijo el doctor. 

—No... NOOO —Alessia grita desesperada y se deja caer de rodillas. Me arrodillo junto a ella y la abrazo fuertemente. No puedo consolar su dolor de ninguna manera, sé lo que está sintiendo. Simplemente me mantengo a su lado en silencio porque sé que si hablo llorare.

—Lo siento, Alessia —hablo cerca de su oído. Es lo que consigo decir.

Ella se aparta de mí y camina hacia la salida. Natalia iba detrás de ella, pero le pedí que se quedara con Jace, ya que cuando se entere se volverá loco. Ella no se negó, y fui detrás de Alessia. Salió de hospital estaba apoyada en una de las columnas de brazo cruzado, secando sus lágrimas. Me coloque a su lado sin decir una palabra. Solo quería estar a su lado, aunque sea para no dejar que se desmorone.

—A veces llorar parece de tontos, —dijo. — pero es que a veces las palabras no pueden decir, lo que las lágrimas pueden expresar.

—Sé lo que sientes, Alessia, también lo viví. No hay nada que duela tanto como extrañar a alguien y saber que no podemos hacer nada al respecto.

Niega con la cabeza. — Discúlpame por lo que voy a decir, pero tú solo perdiste a tu papá hace seis años, —Me mira. — Yo he perdido más de lo que he ganado, Eiden. Dicen que las cosas siempre pasan por algo, pero ni en mil años entenderé porque le perdí, cuando más falta me hacía. Por qué se fue cuando más le quería. Hablo de todos mis hermanos. —Jadea. — Hubo un momento donde todo era perfecto y no nos dimos cuenta.

—La herida tarde o temprano sanará. —digo acercándome más a ella.

—Sí, pero ya uno no es el mismo.

La tomo de la cintura, pero se aleja de mí. Joder, ¿A dónde va?

—Eiden, Eiden, Eiden... —Me llama Natalia. La miro. — Jace se ha vuelto loco comenzó a destruir el lugar, tienes que venir.

Salgo corriendo.


ALESSIA

Camino hasta mi coche, por suerte Eiden no me siguió, por lo que escuché Jace se ha vuelto loco. Conduzco por las calles de Roma sin rumbo. Nunca podré afrontar esto. Mi cabeza comienza a darle vueltas a todo. Siento una fuerte punzada. Las lágrimas no me dejan ver y tengo que parar. Cruzo mis brazos sobre el volante y apoyo mi cabeza en ellos. Estoy acabada. Tengo que terminar con esto. Creo que ya no poder vivir así. Lo único que consigo es ver morir a mi familia y mis amigos. Levanto mi cabeza y me recuesto en el asiento, busco mi arma y tiro de ella. La coloco enfrente de mis ojos y la observo durante unos segundos. Extrañamente estoy calmada aun sabiendo lo que voy a hacer.

«Solo será un segundo y todo habrá terminado», me digo. «Estoy agotada de vivir así y necesito un descanso a mi dolor». Me aseguro de que está cargada y lentamente la giro hacia mí. Trago saliva y respiro profundamente. Ojalá las cosas hubieran sido de otra manera. Abro mi boca e introduzco el cañón entre mis dientes. El frío metal me hace salivar. Busco con mi dedo índice el gatillo y lo coloco en él. Me tomo un par de segundos más tratando de encontrar algo a lo que aferrarme para permanecer en este mundo, y al no encontrarlo cierro fuertemente mis ojos y me preparo para recibir la bala que debió haberme alcanzado a mí y no a ella...

Aprieto fuertemente mis dientes sobre el acero. Espero que esto no duela demasiado. Respiro agitadamente. Mis manos comienzan a temblar, trago saliva y expulso todo el aire que tengo dentro con la intención de inhalar cuando dispare. Mi corazón bombea con fuerza en mis oídos y empiezo a sudar. Doblo lentamente mi dedo sobre el gatillo y cuando estoy a punto de conseguirlo, el sonido de un mensaje me sobresalta haciendo que la pistola caiga sobre mis piernas.

Bajo el mismo cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora