53. ¡Serás mejor que hables!

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ALESSIA

Los días pasan y pasan. Mi mamá decidió venir a casa pero, comía cada vez más poco, ella no tenía ganas de nada, la ultima vez la encontramos desmaya en su habitación, ya no sabemos qué hacer por ella. Anoche dormí con ella, y sentí que por un momento estaba tranquila a sentir mi calor... pero no. Se volvió a derrumbar. Anastasia y yo, ya no sabemos qué hacer.

Voy caminando junto con mis amigas por la calle de roma, dirigiéndonos a una fiesta en la que según Luciano, Laura iba estar ahí. Necesitamos sacarle alguna información a ella. Mis pies andaban mientras mi cuerpo temblaba. Las calles de la zona más alta de Roma, me intimidaban a medida que pisaba una nueva baldosa de la acera.

Ningún tipo de suciedad en las calles, ningún tipo de ajetreo, y sobre todo, ningún tipo de razones que me uniese a ese lugar. En las calles solo se escuchaban el insistente sonido de nuestros tacones. Las farolas, quizás hechas con algún componente extremado de precio, alumbraban a nuestras sombras.

Mi pelo liso se estaba empezando a encrespar, pues la niebla aparecía en esa noche de febrero.

— ¿Crees que nos hemos perdido? – Preguntó Natalia, mirando hacia todas direcciones.

—Luciano me dijo que era por aquí. – Contesté.

Aurora resopló. Me resultó extraño que no dijese alguna de sus impertinencias, pero, simplemente, lo dejé pasar. Ella sigue adolorida por la muerte de sus padres y de su novio Evan, pero aún así, sigue en pie dispuesta a vengar la muerte de sus seres queridos.

Nuestros dientes chocaban entre sí. Parecía que incluso el clima de este sitio estaba ajustado a llevar ropas de alto caché, que pudiesen cobijar sin impedimentos del frío tan inmenso.

Las chicas y yo continuamos andando unos diez minutos. Los más eternos de nuestra existencia. Al borde de la desesperación, y tras pasar al menos media hora callejeando, encontramos una callejuela, donde vimos dos siluetas que nos resultaban familiares.

Eran Julia y Lucia, dos amigas de la secundaria y de la universidad. 

Corrí tan rápido como mis traviesos tacones me permitieron, y llegué al lado de Julia.

— La vida da muchas vueltas– Exclamé. Me abalancé sobre mi amiga y la di un gran abrazo. — ¿Cómo están, chicas? – Añadí.

—Perfectamente bien ahora que Aurora, Nat y tú están aquí. – Me dijo, sonriendo tímidamente. — ¿Cuánto tiempo ha pasado de que no festejabamos juntas?

Sus ojos color miel y su sonrisa tan inocente habían hecho que se me quitase el frío. Se la veía tan feliz.

— Wow, hace mucho. —dijo Natalia. — desde los diecisiete años.

—Desde que Alessia decidió irse a los estados unidos en busca de un futuro mejor, cuando no sabe que Italia tiene lo mejor. —Me jala de un brazo y me abraza.

Aurora con el ceño fruncido, parecía algo irritada. —Tanto frío me congela las acciones. – Se quejó, mientras tiritaba. – Entremos, ya.

Ambas se invadieron en un gran abrazo.

— ¡Claro! – Exclamó Julia. – Me muero de ganas de saber qué me tenéis preparado en un lugar como este.

Después de que le eche una mirada a Aurora de que cambiará su cara, simplemente empezamos a andar hacia el final de la calle donde nos encontramos. Se escuchaba algo de gritos, y todas intuimos que, detrás de las últimas casas, se encontraría nuestro destino.

Solo bastó con doblar la esquina. Para presencia el lugar. La puerta se encontraba en un elegante local de un pequeño edificio –con aparente lujo-. El nombre lo decoraba una luz rosa fucsia, fluorescente. Parpadeaba cada aproximadamente cinco segundos, y volvía a permanecer quieto durante quizás diez.

Bajo el mismo cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora