14. Celos

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ALESSIA

Luciano vivía solo. Su apartamento era exactamente como lo había imaginado: Inmaculado, con costosos artículos electrónicos en todos los rincones, y muy probablemente decorado por su madre.

Nos sentamos en la mesa, comiendo comida china para llevar. Me relajé al estar con él después de un rato, y me recordó lo encantador que era. Me sentí más ligera, casi risueña, un marcado cambio con respecto al inicio. Por más que intentaba empujar el pensamiento de mi cabeza, no podía negar que mi situación con Eiden había apagado mi estado de ánimo.

Después de la cena, nos sentamos en el sofá a ver una película, pero antes de terminar los créditos del principio, Luciano me tenía sobre mi espalda. Me alegré de haber elegido usar los vaqueros, no habría sido capaz de defenderme con la misma facilidad en un vestido. Sus labios viajaron a mi clavícula, y su mano se detuvo en mi cinturón. Torpemente trabajó para abrirlo, y una vez que lo logró, me deslicé por debajo de él para ponerme de pie.

— ¡Está bien! Creo que es todo lo que pasará esta noche, —le dije, abrochándome el cinturón.

— ¿Qué? —Se sentó y se apoderó de mis piernas. —No te vayas, Alessia. No quiero que pienses que por eso te traje aquí.

—Parece que sí.

Ríe. — Claro que no, mi amor. —Dijo, tirando de mí hacia su regazo —Es que me encantas demasiado. —Posa un beso en mi hombro desnudo. Me incliné a él, sonriendo cuando su aliento me hizo cosquillas en el cuello. Me volví hacia él y apreté los labios contra los suyos, intentando con todas mis fuerzas sentir algo, pero no lo hice. Me aparté de él y suspiré.

Luciano frunció el ceño. — ¿Estás bien?

—Quiero irme a casa.

Nos dirigimos a mi gran casa, Luciano me acompañó hasta la puerta con sus dedos entrelazados en los míos.

— ¿Alessia? —Capto mi atención, antes de que abriera la puerta de mi casa. — ¿Vienes mañana a mi nuevo apartamento de nuevo?

Apreté los labios. —Iré al Sigma con mis amigas.

— ¿Al Sigma? —Juntó cejas. — ¿Qué hace una jovencita en el Sigma? Ese lugar es Ilegal, si la policía los atrapa vas presa. Lo sabes, ¿no?

—Claro que lo sé. —Dije, abriendo la puerta de mi casa.

—No hemos terminado de hablar, Alessia. —Me volví. — Una chica como tú no deberías estar en lugares asi.

—No veo el problema —Me encojo de hombros. — Que venga de una familia elegante no significa que no me gusté las cosas corrientes. Me divierto mucho en ese lugar. No voy a cancelarles a mis amigas.

—No puedes, ¿o no quieres?

—Da lo mismo. —Iba dar marcha para entrar a mi casa, pero Luciano me toma la mano.

—Muy bien —suspiró con resignación—. Solo espero no volver a escuchar otro chismecito tuyo con Eiden.

Junté cejas, confusa. — ¿De qué me estás hablando?

—Dicen que Eiden y tú tienen algo, se la pasan bailando en la pista y él no te quita los ojos de encima.

—Somos amigos. Bueno ya no lo somos, o no sé. No te preocupes por eso.

Abrió la puerta y me indicó que caminara, besando mi mejilla antes de que entrara. — Que la pases bien mañana en el Sigma. ¿Te llamo cuando llegue a mi casa?

—Me parece perfecto.

Subí las escaleras y caminé por el largo pasillo que conduce a mi habitación. Y antes de llegar, veo a Isabella salir de mi cuarto. Cayó al suelo tropezando con sus propios pies, me aproximé para levantarla a ver que ni ella misma podía con su peso. Su aliento apestaba a algún whisky o tequila que habrá bebido.

Bajo el mismo cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora