39. Jamás te haría daño.

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Isabella se acercó a mí.

—Ni se te ocurra tocarme. —Me alejé, tropezando con una silla. Y la apunté con una mano temblorosa. — ¡Me has traicionado!

Ella alza la mano en símbolo de redición.

— No creíste que hablaba en serio ¿O sí? —pone los ojos como platos. — Alessia, jamás te haría daño.

—Ya no sé qué creer. ¡ME HAS PEGADO! —Le grité. — Muchas veces, asi que no vengas con esa mierda de que nunca me harías daño porque me has pegado.

— ¿Cómo puedes ser tan estúpida? Alessia, joder, sino me comportaba así contigo me iban a matar. —Da un paso a mí, pero alzo más los brazo para que crea que no bromeo con matarla. — Alessia, cuando fui a buscarte a la casa tenía un dispositivo en mi pecho, Alonzo podía oírme. Creí que captabas mis indirectas. Alessia, nada de lo que dije es cierto. Solo estaba actuando, ¡Tienes que creerme! ¡Te quiero!

— ¡CÁLLATE! —le grito. Estaba tan confundida y agotada a la vez, que no sé qué creer. No sé si está actuando una vez más, o... está hablando en serio ¡Joder!

—Alessia...

—No deis un paso más o juro que te mato, Isabella.

Sus ojos se llenaron de lágrimas. — tenemos que salir de aquí, ándale. Vamos.

Sollocé, ¡no sé qué creer! Y en un pequeño descuido, ella se abalanzó contra mí y me arrebato el arma. La recogió antes que yo pudiera hacerlo y me apuntó. Me asuste por un segundo.

—No voy hacerte daño, lo juro. —Dijo con la misma voz dulce con la que solía a veces hablarme. — Si quisiera hacerte daño, ya te hubiese matado. Eres mi hermana. —asiente con la cabeza. — Y ninguno somos hijos de Alonzo. Yo tampoco lo soy, yo era una recién nacida cuando Bianca se involucró con ese hombre, dándonos su maldito apellido y fingiendo ser el padre perfecto. —Baja el arma. — Yo... yo... jamás te haría daño. Pero, para poder salir, debo fingir que te odio. Así que sígueme la corriente.

Tragué saliva aún desconcertada.

Ella se acerca a mí y al ver que no me alejé de ella. Me abrazo con fuerza, posando varios besos en mi mejilla. No quería abrazarla, pero la quiero tanto que tuve que rodear mi brazo en su cuerpo para sentirla. La quería mucho. Más que una hermana, era mi mejor amiga, mi compañera, mi vida.

— ¿Me lo juras? —Lloré.

—Te lo juro. —susurró en mi oído. —Pero, ahora Ayúdame a esconder el cuerpo de Chanel ¿sí? Antes de que alguien venga.

— ¡Isabella! —grita Darío muy alterado. Y ella me coge del cabello sin apretarlo y empeña su pistola en mi cabeza. Darío se da cuenta de la cantidad de sangre que venía del cuerpo de Chanel — ¿Qué mierda hizo?

—La asesinó, ¿Qué hacemos?

—Joder. Alonzo le va dar algo. —Se acerca a nosotros. Y Me mira. — Sentencia tu final, Alessia. Tráetela, digámoselo a Alonzo. —y se marcha.

—Me va matar. —murmuré para mí misma.

Isabella me coge del brazo y me jala hasta la salida del sótano. — Tranquila. Confía en mí.

¿Confiar en ella? Creo que tengo un diente roto por la agresividad en que me pegaba.

Al llegar a la sala al parecer Alonzo ya lo sabía cuando me miró con ese odio puro que siempre había presenciado en él, pero esta vez, era un odio intenso. Me cogió del brazo y me empujó contra el suelo, dándome patadas tras patada. Una y otra vez. En cualquier parte del cuerpo, en todas partes. La última patada fue en la cara y solté un fuerte gemido de dolor.

Bajo el mismo cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora