5. Luciano Safrorcik

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                                                1 MES DESPUES

Entré en una discusión con mi padre en su oficina mientras mi madre solo negaba con la cabeza sin soltar una palabra. Estaban obligándome a abandonar la universidad de los estados unidos y empezar a estudiar junto con mis hermanos en la universidad de Roma, que por cierto sus clases empiezan dentro de dos días. Quería mantenerme mucho tiempo más aquí y eso me ponía muy furiosa. No quiero estar ni un segundo más en este país.

—Ya hablé con la directora y la secretaria de admisión para que empieces el lunes a retomar tu carrera. —Dice mi papá como si nada. —No tienes porque pasar las pruebas de admisión. Y ya he dicho.

Miré a mi madre para que dijera algo, pero no dice nada.

—No es justo. —Me volví a mi padre. — Habia hecho amigos en aquel país, y tenía mi residencia.

—Ya di una orden.

Salí de la oficina echa una fiera y cerré la puerta tras de mí con toda la fuerza que pude. Escuché cuando mi madre le gritó diciendo que no era justo para mí. Pero diga lo que diga siempre haremos lo que diga mi papá, él siempre ha tenido la última palabra en esta maldita casa.

Subí los escalones y me detuve cuando escuché la voz de mi abuela llamarme. Giré mi cuerpo y la observé con mi vista nublada por las lágrimas.

— ¿Qué ha pasado? —pregunto ella subiendo los escalones hasta llegar a mí.

—Que nunca se puede hacer lo que uno diga, abuela. —respondí con voz rota. — Ya tenía todo mi futuro listo en un país en el que amaba, y ahora mi padre me sale con está. Es una injusticia.

—Debes obedecer lo que diga.

—¡Oh, Claro! Eso es lo que todos hacen. —No pude contener el llanto. — Todos aquí vivimos bajo una maldita falsedad, ¡En la que hablar con una persona de clase media o baja es un pecado! Se supone que es el presidente y que lo primero es la igualdad ¿no? pero claro él solo finge quererlos a todos.

—Mejor cierra la boca y calmate. —Levantó los brazos. — ¡Haz lo que te diga y punto!

—Claro es tu hijo, vas a defenderlo. —Sacudí la cabeza. Sequé mis lágrimas. Llorar no cura nada, llorar solo te desahoga pero no arregla tus problemas.

Subí a mi habitación y me lancé sobre la cama a llorar, cubrí mi cara con la almohada para que nadie escuchara mis sollozos. Aunque está casa es lo suficiente grande para que nadie pueda oírte. Pero siempre tienen oídos.


                                           *      *     *     *     *  

Los días pasaron y fueron una tortura para mí. Olvide darle mi número a Eiden y no lo he vuelto a ver desde que comimos pizza y me confesé ante él. Es un buen chico, asi que lo busque en las redes sociales y lo comencé a seguir. Tenía muchas fotos con sus amigos y con Grace. ¿Será que le gusta ella? Es la hermana de su amigo, puede ser. Y si es así, ¿Por qué me importaría?

Suspiré, por sentir un poco de celos.


Por fin es lunes por la mañana, mi primer día de clases en la facultad, y aunque aún seguía molesta por la injusticia que mis padres hicieron, no podría estar más preparada. Me despierto muy temprano para asegurarme de poder ducharme y no ir con prisas. Mi vestido negro holgado y corto estaba perfectamente y listo para que me lo ponga. Me visto, y me recojo el cabello en una coleta, dejándolo caer por mi espalda

Bajo el mismo cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora