46. Greg Brown II

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Me despierto por la mañana gracias a unas caricias que me hacían en el cabello. Abro los ojos y me consigo con la mirada de Isabella. ¿Qué carajo con ella? Nunca está de buen humor. Algo quiere.

—Vístete iremos a dar una vuelta. —susurra. — Mi mamá está durmiendo así que cogí la llave de su coche, apresúrate antes de que despierte. —Se levanta y se dirige a la peinadora.

Creí que iba estar cabreada por haberla llamado como la llamé anoche.

— ¿Qué coche? ¿A dónde vamos?

—Mi mamá compró un coche. —Dice ella mientras se arregla el cabello. — Sé lo que piensas, y es lo mismo que pienso yo. Para mí, que esa mujer tiene un hombre que le está dando. Porque nadie obtiene una casa amueblada y un coche en cuatro meses siendo una simple asistentucha.

Sin responderle me levanto y me voy al baño a darme una ducha, el agua fresca me aliviaba mientras recorría por mi cuerpo. No sé a dónde quiere pasear Isabella, pero como hoy tengo el día libre en la universidad, necesito despegar mi mente por un segundo. Aunque sea un segundo. Entro a mi habitación y le pido que salga de mi cuarto para poder vestirme, pero se rehúsa, así que lo hago frente a ella. Y tampoco es que me importe, ya me ha visto desnuda muchas, pero muchas veces. Incluso, dejamos de bañarnos juntas cuando cumplimos los dieciséis.

Después que me alisté salimos caminando de cuclillas por la sala y cuando salimos completamente de la casa corrimos hasta el Chevrolet nuevo de mi mamá. Isabella arrancó el motor y aceleró a toda velocidad. Agarramos la autopista y, odio cuando ella va conduciendo porque pelea con todo el mundo que se le atraviese. Miro el interior del auto y lo fantástico que es. ¿Con quién está saliendo mi mamá?

Estiro el brazo para encender la radio y encontrarme con una canción fantástica que no sé cómo se llamaba.

— ¿Vas a decirme porque llorabas ayer? ¿Era por Eiden? —Preguntó Isabella.

—Sabes que sí. Estuvimos discutiendo, además tomé el Bus y él subió conmigo diciendo barbaridades delante de todos. —La sonrisa picara de Isabella me hizo sonrojar. — No fue nada lindo, Isa. En serio, me apenó mucho, la gente se nos quedaba viendo. Fue mucho estrés. Me siguió hasta la casa y me apoyó de este coche sin saber de quién rayos era.

— ¿Qué sentiste cuando lo viste?

—Sentí un zoológico en mi estomago.

—Interesante.

— ¿Adónde vamos, Isabella? —La miré justo cuando ella le sacaba el dedo medio a una mujer que pasaba con su coche por su lado. — Isa, deja de pelear con la gente en la vía.

Ríe. — Me divierte. Tengo que buscar algo con que divertirme y distraerme. Sé que tengo cara de que odio a todo el mundo, pero en realidad amo a todo el mundo, por la única razón de que puedo hacer lo que sea con ellos mientras voy en el coche.

—Qué inmadura.

— ¿Inmadura por ser divertida? —Rodea los ojos. — Inmadura tú, por ser tan amargada.

—No soy amargada. Solo que me divierto cuando de verdad nos toca, tú andas por la vida como si el mundo estuviera girando a tu alrededor, cuando no es así.

—Sí no me sintiera así, entonces no fuera nada.

—No eres nada. —Me burle, y pega en el brazo. — Auch. —Aunque no me dolió. — Oye... —Me mira por un segundo. — Discúlpame por llamarte como te llamé anoche.

Ríe. — Ay, ni te preocupes. Me lo han dicho muchas veces que ya me parece costumbre.

Nos detenemos frente a un pequeño bar al aire libre, nos sentamos en un taburete frente a la barra y ordenamos un par de gaseosa. Nos reímos en cuanto empezamos hablar de nuestra adolescencia hasta que a ella se le ocurre preguntar por....

Bajo el mismo cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora