19. Enamorada

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Después de clase Eiden me está esperando recostado de su auto, me despido de Natalia y Aurora. Y me coloco la chaqueta mientras camino hasta su Jeep. Hace un frío horrible.

Nos subimos al coche y hago lo que puedo para no pensar en nuestra conversación de ayer: sacar cualquier tema de conversación. Hoy huele mejor que bien, el olor natural de su piel con un toque de jabón y algo de champú, como si acabase de darse una ducha.

—Dime, ¿A dónde vamos? No es que me vas a llevar de nuevo al lago.

No es que me importe lo más mínimo, pero procuro encontrar «cualquier tema de conversación» y eso es lo que ha salido.

Él se abrocha el cinturón y arranca.

—No, lo cierto es que se me ha ocurrido una cosa. —Me mira de reojo.

—Ah, ¿sí? —Pregunto, llena de curiosidad—. ¿y se puede saber que cosa?

—Si te digo no es sorpresa.

Salimos del aparcamiento y el Jeep sale a la carretera ronroneando.

Lo escucho suspirar, mientras tengo la vista puesta en los carros que pasamos. — Lo siento, Alessia. Por lo de ayer, de verás.

—Está bien. Hablemos de otra cosa.

Estira su mano hasta la radio y coloca un CD. La cara se me ilumina cuando suena la canción de Avril Lavigne. Nos miramos a los ojos y sonreímos.

—Sabía que eso iba gustarte. —Ríe. — Grace me consiguió el CD original, cero piratas, señorita. Y lo voy a tener todo el tiempo que te sientes a mi lado.

—Tambien quiero escuchar tus gustos.

—Claro, después de los tuyos.

Sonríe para sí, como si le entusiasmara ser el primero en ponerme ese CD. Me dice que va llevarme a un lugar asombroso. Aunque la verdad es que me da lo mismo a donde vayamos, aunque sea a las nubes de mosquitos de Roma, siempre que Eiden esté conmigo, será perfecto.

Dos horas más tarde, después de agotar los temas al azar cuya única finalidad ha sido no hablar de lo que pasó ayer, decido preguntar a donde rayos me lleva. llevamos horas en la carretera, no estamos en Roma. Alargo la mano y bajo el volumen. Eiden me mira con curiosidad.

—Dos horas en la carretera, ¿es en serio, Eiden?

—Tranquila. —Ríe. — No voy a secuestrarte. Si lo hiciera jamás pediría rescate.

—Tampoco me importaría si lo hicieras.

Él sonríe y baja la mano por el volante, dejando que sean sus dedos los que lo manejen. Parece más relajado, el brazo izquierdo apoyado en la puerta de su lado, la pierna izquierda flexionada mientras el pie derecho sigue en el acelerador.

— ¿Puedo preguntarte algo? —me mira de reojo.

Mientras no sea sobre mi familia.

—pregúntame lo que sea.

—Es una pregunta muy personal, pero somos novios ¿no? y deberíamos tenernos confianza.

—Ajá. —Lo miré, a que viene todo esto.

— ¿Con cuántos hombres has estado en la cama?

¡Joder! ¿Es en serio? Quería evitar el tema de conversación sobre mi familia y la mafia, pero prefiero volver al tema de ayer que responder a esa pregunta. Tenía vergüenza.

— ¿Y tú? —Me imagino que con cientos.

— ¿Yo? —Rie. — no lo sé, perdí la cuenta. Quiero saber de ti, ¿Lo has contado?

Bajo el mismo cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora