42. Me enamoré hasta las trancas

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Ya están otra vez. Isabella y mi mamá vuelven a pelearse. Oigo sus gritos a través de las paredes de casa, que parecen de papel. Siguen creyendo que si se pelean en la planta baja, yo no los oigo desde arriba. Pero, por desgracia para ellas, y para mí, me llega hasta la última palabra con total claridad. Es lo de siempre. Para cada día va de mal en peor. Mi mamá consiguió una casa en Beverly Hills, una casa totalmente hermosa y muy cómoda. Por lo que Isabella piensa que aún se dedica en su anterior trabajo. Según Isabella no es posible conseguir una casa tan bonita y en Beverly Hills en cuatro meses.

Sí. Cuatro meses han pasado.

Durante esta última semana, mi cama y yo hemos sido uña y carne. Por si te pica la curiosidad, no nos hemos separado ni un segundo. No he tenido que ir a clases, y mucho menos al trabajo. Pedí un reposo de dos semanas y me lo dieron. Así que he estado acostada muy desanimada. No obstante, Isabella y Jace aprovechan cuando mi mamá no está para meterse en su cuarto y follar, y precisamente esta semana me la he tenido que calar. No entiendo porque tienen que gemir tanto y tan fuerte.

Me prometí que no cometería otra vez el mismo error, que no permitiría que un chico se convirtiera en el centro de mi mundo. Me enamoré hasta las trancas. Y ahora él ya no está y yo sigo siendo la niñata que lo siente todo con demasiada intensidad. Me cubro la cabeza con la colcha, aprieto los ojos y rezo para que llegue el sueño. Cuando duermo, sé que no me pasará nada malo, pero en cuanto me despierto vuelvo a sentir el dolor, más fuerte que nunca.

Un mes después. Fui a encontrarme con mis amigas, al parecer los padres de Aurora decidieron venirse a vivir con su hija en este país y realizar una nueva vida, precisamente como los padres de Natalia también hicieron lo mismo. Ya que ellos también casi caen en ese mundo del tráfico de droga. Y estoy más feliz que nunca que todo este marchando bien. Además que la casa que tienen es más hermosa que la mía. No me cansaría de venir aquí todos los días.

Me cuentan que Eiden sigue en Italia, no saben haciendo qué, pero yo sí me imagino que está haciendo. Eiden le agarró mucho amor al dinero, y vio que con Valerio lo conseguía fácil. Se quedó clavado en ese mundo del narcotráfico. También me cuentan que Casey y él comenzaron una relación.

¿Oyes eso? Exacto, es el sonido de mi corazón partiéndose por la mitad. Ahora veo lo poco le importé. O lo poco que me quiso.

Dos semanas más tarde. Llego de mi trabajo, un trabajo que se volvió mi rutina. Tiro mi bolso sobre la cama, y comienzo a buscar en mis cuadernos alguna tarea pendiente. Recordando una vez más de cómo sería Greg, (mi verdadero padre) Isabella me repite cada día que vayamos a verlo, pero me niego. Me sigo negando. Y me seguiré negando. Y qué bueno que desde hace un mes se ha sacado eso de la cabeza.

— Voy más perdida que la Kardashian sin un equipo de cámaras. —Dijo Isabella entrando en mi habitación. Y registrando mi gavetero hasta sacar su rizador. — ¡Sabía que lo tenías tú!

—Ay, no empieces.

Se sienta en mi peinadora y comienza a rizarse la mitad de su cabello rubio con mechas fucsia, (no sé de dónde sacó eso de hacerse esas mechas fucsia) según ella es tendencia en California. Además que está muy feliz porque le ha crecido el cabello, unos cinco o ochos dedos por encima de su cadera.

— Estoy cansada de que a donde quiera que voy se estén burlando de mi acento. —Comenta. — ¿Tú no?

—No. A la gente en la tienda le gusta como hablo.

—Mañana es tu cumpleaños, ¿pensáis hacer algo?

— ¿Algo de qué? No estoy de ánimo, pues bueno, Megan quiere que vayamos el fin de semana a una discoteca.

Bajo el mismo cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora