Recomendación para escuchar mientras lees este capítulo: "Cada una de tus cosas"- Andrés Calamaro
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PIEL
Julieta estaba sentada en esa mullida cama que ya conocía, en una habitación que frecuentaba y tomando una copa de vino junto al hombre que ya no era un completo extraño.
A pesar de estar feliz de volver a verle no dejaba de pensar en su nuevo descubrimiento, estaba encariñándose con él...le quería un poquito.
En la escala sentimental un poquito era la forma de decir que aún no estaba totalmente segura de quererlo realmente.
Julieta sabía bien la diferencia entre querer y amar y agradecía infinitamente al universo que no parecía estar enamorada, después de todo ella conocía muy bien la teoría gracias a todos esos libros que había leído y no consideraba los síntomas con lo que le estaba ocurriendo.
Aun así se sentía confundida, era obvio que Sebastian no encajaba en ningún tipo de relación que ella haya tenido, era una mezcla entre un amigo nuevo, un amigo con derechos y de esos que podía confiar intimidades, esto último era más que inevitable porque actualmente Sebastian era el único que la había visto desnuda y deseaba que eso se extendiera por un largo tiempo.
Sus amigos siempre decían que era una mujer intensa y todo lo realizaba con pasión, sobre todo su mejor amigo Leo quien frecuentemente le informaba a la castaña que abrumaba su forma intensiva de quererle.
Para Julieta no había término medio, cuando realmente conocía a una persona la detestaba o la adoraba, ella sabía que jugaba con fuego y siempre iba al límite.
No le interesaba el pasado de Sebastian pero sabía que su manera de quererle estaba siendo muy diferente a la de cualquier mujer que hubiese estado entre brazos.
Ese estado de latencia que tuvo muchos años explotó, su sensualidad y sentimientos la abrumaban, desconcertaban y por ello estaba considerando dominar su mente.
¿Cuántas veces Sebastian le tenía que repetir algo porque ella se estaba perdiendo en su belleza o en sus pensamientos acerca de todo lo nuevo que estaba experimentando?, no podía permitir que él se diese cuenta de que se estaba encariñando... ¿pero como engañar a alguien que tiene más experiencia? Oh, esto no está sirviendo de nada, la mujer notó que la boca de su interlocutor se estaba moviendo y volvió a la realidad.
- ¿Qué decías?
-Que iba a ver que música elegíamos hoy.
"Genial Julieta, de nuevo te has perdido en tus pensamientos" su fuero interno no estaba ayudando a lo que ella quería lograr, pero ¿Cómo no distraerse?
Luego pensó en esa extraña devoción que tenía por la piel de su amante, ¿Cuántas mujeres están dispuestas a contar cada lunar, cada mancha, cada cicatriz?
Julieta estaba interesada absolutamente de todo lo que Sebastian hacía, ¿así eran las relaciones?, ¿así se comportaban las mujeres con los hombres que comenzaban a querer?, o sea no lo pensaba en lo macro, sino en lo micro... a la joven le intrigaba saber cómo se hizo esa pequeñita cicatriz cerca de su ceja, cuantos lunares podía contar esta madrugada antes de quedarse dormida, recordar cada gemido y jadeo que realizara esa noche cuando hicieran el amor.
¿Las mujeres se comportaban así?, a Julieta le daba miedo comentarle a Sebastian que estaba interesada por saber cuántas mascotas tuvo en su infancia o si tenía una canción favorita para cada mes de su vida, ¿eran preguntas raras? ¡absolutamente! Pero había algo muy claro, Sebastian ya sabía que no estaba saliendo con una chica normal.
A Julieta le gustaba hablar del universo, de utopías, de ideas, de cosas extrañas que veía en la sociedad, de sus sueños con ser presidenta, en que cuando era pequeña quería ser astronauta y no lo pudo cumplir.
¿Cuántos colores podía descubrir en los ojos de su amante?, notaba vetas verdosas, marrones, grises y ese profundo oscuro que surgía cuando su pupila se dilataba al verla desnuda, esa expresión era su favorita.
¿Él se daba cuenta de que era el hombre más sexy y apuesto del planeta? Y milagrosamente se había fijado en una simple chica extraña como ella, ¿existía una mujer más afortunada que Julieta Mollinari?, definitivamente no.
"Creo que está esperando que digas algo" murmuró una voz dentro de su mente ayudándole a comportarse como alguien que tuviese algo de cordura.
-Me gusta, la cantante tiene una buena voz.
Sebastian sonrió y comenzó a encender las velas de la última vez, acto seguido sacó el aceite para masajes y Julieta rápida de reflejos lo tomó entre sus manos, quería tocar cada centímetro de su piel otra vez, lo necesitaba como a una droga.
-Yo lo hago.
Dijo la joven y después de desvestirlo pensó en que se parecía a un Dios griego más de lo que alguien podía tener derecho. No podía mentir, estaba segura que ahora su reacción era muy similar a la de una persona hipnotizada, ¿de cuantas formas podía poseerle?
Después de untar todo su hermoso cuerpo y tocarlo a su antojo decidió prestar atención a la parte erecta de aquel pero al bajar su cabeza el hombre la hizo detenerse un momento.
-Ahora me toca a mi.
¿¡Que!?, ¿ahora?, ¡demonios!, nunca dejaba de sorprenderle haciendo que su humedad aumentara en cada encuentro, ¿Había un límite en el deseo carnal? Estaba segura de que lo que ella sentía por su amante tenía la profundidad de un agujero negro que absorbía todo a su paso, incluyendo la poca cordura que le quedaba.
Y ahí estaba esa expresión en el rostro de su amante otra vez ...le gusta provocarlo, incitarlo a que la deseara ahí, expuesta, con su piel blanquecina y sus senos pequeños de aureolas rosadas tan sensibles a su tacto, le gustaba que tuviese fantasías con ella cuando le enviaba alguna foto subida de tono, que cerrara sus ojos y se toque pensando ella la encendía demasiado cuando no estaban juntos, le encantaba ser la razón de sus erecciones, sentir su aroma mezclado con el suyo convirtiéndose en ese olor tan personal , excitante y delicioso que solo conocían ambos, esa fascinante sensación de saber que está caliente, excitado, vulnerable ante ella, estar completamente segura de que desencadenaba sus más bajos instintos, su lujuria, su virilidad, ella sabía que estaba frente a un loco pervertido que la poseía como una bestia totalmente salvaje, adoraba sentir su calor, su respiración agitada chocando contra su piel, sus inminentes deseos de poseerla, le gustaba saber que estaba aprendiendo de sexo con el mejor maestro del mundo y no quería estar con ningún otro ni que nadie pudiese tocarla, solo él desde el principio hasta el fin, después de todo él la había tomado en el estado más puro y comenzó a moldearla a su manera para que experimentara todo ese nuevo mundo que la tenía totalmente fascinada y el resultado se multiplicaba en mil noches de pasión inolvidables.
-Quédate quieta, voy a ponerte un poco de aceite.
¡Oh Dios! Y eso que la noche recién comenzaba.
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El Maestro del Sonido
RomanceJulieta es una joven estudiante de abogacía con persistentes sueños de cambiar el mundo. Astuta, ansiosa, filantrópica, feminista, gran devoradora de libros y con creencias filosóficas sumamente definidas la chica construía su propi...