PENSAMIENTOS
Aun no podía creerlo, tenía a Sebastian disponible para ella por más de veinticuatro horas.
La complicidad había regresado, al menos por momentos. Ahora mismo observaba como su acompañante la tomaba por los hombros durante el trayecto de regreso a casa. ¿Será incómodo el desnivel de su caminar o él solo disfrutaba del contacto físico cariñoso que le brindaba sin pensar mucho en superficialidades?
Volvieron por la madrugada al hotel y Julieta sintió una punzada de angustia, tenía que centrarse en todo lo que habían disfrutado y no en el hecho de que mañana volvería a la capital separándose de su amante nuevamente.
Le propuso a Sebastian quedarse hasta el domingo, agregando un día más a su estadía, pero el hombre rechazó la invitación sin ninguna razón. La chica suspiró, no podía retenerlo contra su voluntad, pero anhelaba estar un tiempo más a aunque el solo hecho de que aceptara venir con ella a la ciudad turística ya era un talismán de esperanza, él no quería terminar, de otra forma hubiese evitado encontrarse con ella con alguna buena excusa.
Se acostaron en la cama y a Julieta se le cerraban los ojos. Había comido demasiado y el sueño era más fuerte que las ganas de abalanzarse sobre Sebastian por un poco de buena acción.
Se miraron y sonrieron, al parecer ambos tenían el mismo pensamiento sobre lo agotador que fue su día.
-Estoy muy cansado, creo que deberíamos guardar energías para mañana.
-Pienso igual, vamos a dormir.
Apagaron la luz luego de desvestirse y Sebastian le dio ese beso de buenas noches que tanto adoraba para darse vuelta.
Julieta era de esas personas que no podían dormir rápidamente por más cansadas que estén, la joven no calculaba el tiempo pero seguramente demoraba entre diez o quince minutos antes de entrar en la duermevela, a veces más, todo dependía de que su cerebro quisiera apagarse por un momento y dejar de cuestionarse todo a su alrededor, simular la vida perfecta que quisiera tener o simplemente apreciar lo vivido en el día.
La muchacha se dio la vuelta para abrazar por detrás a Sebastian quien dormía plácidamente con esa respiración lenta y regular que la ayudaba a conciliar el sueño.
Le dio un beso en la nuca, apoyó sus manos sobre el abdomen de su acompañante y pensó en lo feliz que este le hacía.
Estaba dispuesta a pelear por su cariño otra vez, las cosas se habían enfriado un poco. No sabía si era la distancia, no tenía la más mínima idea de porqué sentía que él no era el mismo de antes.
Era verdad que la gente cambiaba, pero Sebastian ya no mostraba mucho entusiasmo por ella como al principio. Dirán que Julieta era una paranoica, quizás lo era, pero la chica poseía esa especie de don para saber el estado de ánimo de las personas, indagar un poco en su aura.
Notaba a Sebastian aburrido, no se emocionaba tanto como en noviembre o diciembre. No la miraba de esa forma en la que sus ojos también sonreían, su expresión corporal a veces era un poco fría, Julieta lo notaba, se sentía pudorosa, su estado de ánimo no era el mejor desde el seis de enero, el día en que Sebastian hizo flaquear su autoestima.
Estaba dispuesta a luchar por él, ella sabía que el destino los juntó para algo. Nadie aparece en el sueño de alguien que apenas conoce y le mueve sus emociones de tal manera que se vuelven una pareja con una química sexual impresionante, las cosas que había aprendido de Sebastian dentro de su habitación como fuera de ella eran infinitas.
Sebastian tenía más de ochenta lunares, aun no los había contado todos, pero de algo estaba segura, el lunar sobre su boca era su favorito. Su color preferido era el azul, su posición favorita era cuando ella se colocaba de espaldas encima de él y hoy había descubierto algo nuevo...ahora en su memoria coleccionaba otro color de sus ojos, en la playa había notado que eran increíblemente verdes cristalinos, le encantaban sus ojos cambiantes y lo que podían transmitir en dependiendo en la situación que este se encontraba.
Julieta tenía una sensación favorita, la misma era la hora del rencuentro con Sebastian. Ese instante en el que recorría el pasillo de su edificio para abrirle la puerta y ella le miraba por el vidrio de la entrada. Esa mirada de "Hola, ¿Cómo estás? Te noto emocionada por verme", la joven sabía que él lo sabía, ella lo veía de una manera diferente, ¿Cómo podía ser tan hermoso a cualquier hora del día?, incluso por las mañanas se sorprendía que su amante aun somnoliento irradiara esa belleza natural que consideraba encantadora.
A veces extrañaba al Sebastian de diciembre, aquel joven que además de enseñarle todo lo que sabía se reía más y mostraba más disposición a estar con ella. Recordaba muy bien cómo se veían dos o tres veces por semana, las duchas juntos, las aventuras en el sillón o sobre la mesa, su risita divertida cuando ella hacía puntitas de pie para abrazarle completamente desnuda sin muchas ganas de volver al mundo real repleto de obligaciones. En la habitación de Sebastian no existía el tiempo y cuando los celulares indicaban que tenían que regresar a la vida cotidiana Julieta realizaba una pataleta silenciosa recostándose en la cama y observando como su amante daba vueltas para buscar el desayuno, tomar una ducha o avisarle que se hacía tarde para alguna actividad a la que debía concurrir.
Hoy fue un día diferente, pero a partir de que amaneciera volverían a la realidad, quizás irían a la playa por la mañana y en la tarde cada uno regresaría a la normalidad. ¿Por qué los relojes eran tan crueles?
Abrazó a Sebastian con ternura y poco a poco se quedó dormida pensando en que no quería que la noche transcurriera deseaba quedarse así por siempre, abrazada al hombre que le había enseñado tantas cosas y aún quedaban muchas más por aprender.
¿Acaso Sebastian también aprendía cosas junto a ella?, siempre tenía esa intriga ya que lo veía tan sabio, seguro y completamente independiente, pero de algo estaba segura... era el mejor maestro del mundo, aquel que era justo y mostraba sus emociones de tal forma en que ella podía adivinar que estaba sintiendo, ahora mismo tenía dudas de si regresaría el Sebastian de diciembre que tanto añoraba, pero el de enero era diferente, una completa incógnita que su cerebro trataba de interpretar. Esperaba encontrar la forma adecuada de comprenderle y seguir viviendo tantas aventuras como las que habían vivido el año pasado.
Quería ser su confidente, su amante, su amiga, sobre todo quería decirle que le quería con todo su ser pero tenía miedo, debía ser muy cautelosa con el frío Sebastian de enero, porque aunque estuviesen en verano sus emociones estaban congeladas de tal forma que traspasaban su cuerpo contagiando a Julieta quien no podía mostrar su corazón abierto por miedo...miedo a su ausencia, sentirse distante de su amante era algo insoportable, quería esa fluidez a la que la había acostumbrado, a reír sin prisas, a besarse con locura, a escribirse esos mensajes tontos que le alegraban el día. ¿Cuánto tiempo más podría ocultar sus sentimientos? Estaban creciendo de una manera inconmensurable y como la joven optaba por reprimirlos no se sentía bien, estaba engañándose a si misma y al universo todo el tiempo.
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El Maestro del Sonido
Roman d'amourJulieta es una joven estudiante de abogacía con persistentes sueños de cambiar el mundo. Astuta, ansiosa, filantrópica, feminista, gran devoradora de libros y con creencias filosóficas sumamente definidas la chica construía su propi...