Un plan para el verano

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UN PLAN PARA EL VERANO

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UN PLAN PARA EL VERANO

-Hola linda.

Murmuró Sebastian con esa característica sonrisa de satisfacción que realizaba cada vez que la veía parada en el umbral de su edificio aguardando a que le abriera.

Le gustaba su manera de ser, siempre tranquilo, sereno, con esos ojos claros que la invitaban a sonreír cuando se acercaba para posar su boca sobre la suya en un casto beso de bienvenida.

Julieta era todo lo contrario a Sebastian e intuía que su amante podía notarlo. Habían hechos que él no conocía como la manera en que ella caminaba un poco apresurada cada vez que bajaba del taxi o bus que la llevaban hasta su apartamento.

Si iba en bus y él no la esperaba en la parada ella le escribía un mensaje justo antes de descender del vehículo, una vez que se encontraba caminando esperaba impaciente su contestación con un poco de inseguridad ante la noche y su móvil cerca del pecho... uno, dos, tres, cuatro cinco... contaba los minutos para sentirse segura al saber que él respondería, cuanto más temprano mejor porque le indicaba que le importaba su llegada sana y salva.

Por otro lado, cuando se dirigía a su edificio en taxi llegaba un poco más rápido y agradecía eso así contaba con unos minutos más en compañía de Sebastian.

Ese típico mensaje que le enviaba con las reiteradas palabras de "Estoy abajo" significaba que en la brevedad tendría al músico bajando por el ascensor para recibirla.

El portero del edificio era el único testigo de esos minutos eternos en los que ella esperaba de pie frente a la puerta.

A veces solo observaba, otras veces estiraba su mano en forma de saludo y el gesto devuelto con una seca cabezada imperceptible de su cabeza denotaba que el nerviosismo de la muchacha estaba a flor de piel.

Pero todo cambiaba luego de encontrarse frente a frente con el hombre que una vez apareció en uno de sus sueños para cambiar drásticamente su forma de percibir el mundo.

-Estás muy lindo.

Dijo Julieta con una sonrisa tímida mientras caminaban por el pasillo que los dirigía al ascensor.

¿Sebastian podía percibir esa energía nerviosa que ella emitía cada vez que entraban a ese lugar tan pequeño?, ahora su cercanía era diferente a la de noviembre, el músico mantenía una distancia prudencial para poder observarla de pies a cabeza con esa típica sonrisa serena y comportamiento casual que lo caracterizaba.

Julieta entró por la puerta y por inercia se dirigió a la habitación para quitarse los zapatos y subirse a la cama imaginándose que podían hacer hoy además de hacer el amor, ¿de casualidad podría terminar de contar sus lunares? Lo dudaba, pero haría el intento.

-Me gusta mucho esta etapa del año, podemos aprovechar más el tiempo y vernos seguido.

La joven se mordió el labio, ¿acaso Sebastian pensaba como ella y ya sentía un poco de añoranza apresurada por las vacaciones venideras?

Ya se veían bastante así que con eso no tenía quejas, era un amante atento, generoso y apasionado, hacían el amor unas dos o tres veces por semana y siempre terminaba agotada, realmente le echaría mucho de menos cuando iniciara el mes de enero, pero aún tenían todo diciembre para disfrutar.

-Sí, me encanta verte, estuve pensando en que podríamos salir a tomar algo la próxima vez, algo así como una cita que remediara la última que tuvimos...ya sabes, la catástrofe del bar.

Habló la chica y al instante escuchó la breve risa de su acompañante, seguramente recordando lo desastrosa que había sido esa noche. Fue la vez en que pisó su apartamento y se marchó por las inseguridades generadas por su inexperiencia.

A pesar de que no era un buen recuerdo ahora lo consideraba gracioso, un día ella había huido despavorida de su edificio y en el presente le costaba demasiado poner un pie fuera de allí cada vez que se despedían para volver a encontrarse unos días después.

-Me gusta la idea, la próxima vez podemos recrear la escena para mejorarla.

Propuso el hombre y Julieta sonrió, quizás era un buen momento para quitarse la culpa de no haberle dicho que Rebecca los había invitado a una cena de cuatro junto a su novio.

- ¿Sabes?, mi mejor amiga me dijo que le gustaría que vayamos a comer con ella y su novio algún día, yo no estoy muy segura, pero te lo comento para que tú supieras también.

Sebastian la observó enigmáticamente, después descorchó un vino fino y se tomó un minuto para responder.

-No me interesa que lo nuestro salga de estas paredes, al menos por ahora.

Julieta sonrió y suspiró, al fin alguien la comprendía, aunque un picor extraño recorrió su cuerpo, no sabía si eso era bueno o malo, pero decidió ignorarlo...al menos por ahora.

- ¿Has leído los otros libros de J.K.Rowling que no son de la saga de Harry Potter?, "Los cuentos de Beedle el Bardo", "Quidditch a través de los tiempo"s y "Animales Fantasticos y donde encontrarlos"?

Preguntó para cambiar de tema sabiendo que a Sebastian también le interesaba la saga.

-No, pero planeo releer los libros que tengo.

Contestó rápidamente y Julieta tuvo un plan inmediato para que tuvieran un largo y tendido tema de conversación en el verano, ¿y si le prestaba sus libros de edición limitada que no eran los siete libros más comunes sobre el famoso mago?

-Puedo prestártelos, no tengo el de Animales fantásticos pero los otros están en mi biblioteca.

Murmuró y el chico sonrió encogiéndose de hombros. Lo que él no se imaginaba era que Julieta jamás le había prestado un libro de J.K.Rowling a nadie, eran demasiado preciados para ella como para confiar en que alguien pudiese tenerlos por un tiempo.

Si, Julieta había encontrado la manera silenciosa para decir "te quiero" y además tener un sinfín de charlas acerca de literatura fantasiosa moderna inglesa para esos días en que su amante estuviese lejos de sus brazos, era la mejor idea que se le ocurrió para mantener ese vínculo formado desde el día en que inició una aventura romántica con un completo desconocido quien ahora era tan importante como para que ella deseara compartir uno de sus más preciados tesoros.

-Tienes mucha ropa.

Dijo Sebastian con una mirada pervertida y Julieta ya estaba demasiado encendida como para iniciar ese fuego que los invadía cada vez que estaban juntos.

-Tu también, te ayudaré con eso.

Susurró para comenzar a desabrochar el botón de sus jeans, si le quedaban fuerzas luego del ajetreo de pasión quizás fuera una buena noche para volver a contar sus lunares sin quedarse dormida en el intento.

El Maestro del SonidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora