ESCAPANDO DEL MUNDO
Era una típica noche de verano y por la elevada temperatura Julieta Mollinari decidió llevar unos shorts de jean junto con una musculosa para dirigirse a la casa del joven con quien salía desde hacía un par de meses.
Detestaba sentirse vulnerable cada vez que salía por la noche y esto se debía a la estúpida sociedad machista en la que estaba inmersa.
Aguardó el vehículo en la parada y al subir se sentó en los últimos asientos del lugar dándose cuenta de que todas las mujeres estaban vestidas casi de la misma manera que ella, haciéndole sentir una falsa seguridad, pero aun así optó por los lugares del fondo donde podía sentarse sola.
Se puso los auriculares, eligió una canción de Coldplay y observó por la ventana como las luces de la calle se perdían rápidamente por el movimiento del bus, en tan solo unos minutos volvería a estar en los brazos de Sebastian.
La sonrisa se le borró de los labios cuando un hombre caminó hacia donde estaba sentándose a su lado.
Observó de reojo como su acompañante de sexo masculino de unos treinta o treinta y cinco años la miraba con ojos libidinosos y decidió hacer caso omiso a esa intimidante forma de comportarse.
¿Por qué los tipos eran tan imbéciles creyéndose los dueños del mundo e incomodaban a mujeres que solo querían sobrevivir en la estúpida sociedad?
Julieta suspiró y trató de sacar a flote toda su tolerancia mientras que el sentimiento de invasión creado por el hombre no menguaba.
Por su pensamiento humanista y feminista la joven tenía la firme convicción de que ninguna mujer tenía que comportarse como una sumisa o soportar el machismo del día a día, así que cuando el hombre rozó su rodilla contra la suya su paciencia se había acabado.
-Creo que me está molestando.
Dijo con una voz firme y segura a pesar de que por dentro se estaba muriendo de miedo.
La muchacha vio como el hombre sonrió de manera burlona y no se movió ni un ápice tratando de mostrar quien mandaba en ese lugar.
-Eres una histérica, cuando te bajes voy a seguirte.
Advirtió y la chica palideció, se puso de pie caminando hacia la puerta para aguardar a que esta se abriera, la próxima parada era su salvación, y efectivamente lo fue cuando desde la ventana pudo ver a Sebastian esperándola despreocupadamente.
Una vez que descendió no miró hacia atrás, estaba a salvo. El joven la rodeó con sus brazos posando sus labios sobre los suyos levemente y Julieta por fin pudo sonreír.
Mientras caminaban a la casa del músico la muchacha le comentó lo acontecido, notando como su acompañante elevaba sus cejas ante el relato, estar a su lado la tranquilizaba, era un misterioso efecto placebo.
Lo que Julieta más detestaba era que no se sentía una mujer exuberante con grandes pechos o cuerpo voluptuoso y a pesar de eso algunos idiotas trataban de propasarse con ella, ninguna mujer del mundo debía experimentar la sensación de miedo o sumisión ante la humanidad.
Sebastian disipó el humor negro de la joven con sus comentarios acerca de su vida cotidiana y sobre como preparaba el último concierto del año.
Julieta no conocía todas las canciones de Broadway que interpretarían junto con una academia de baile, pero ya tenía adelantos porque su amante tarareaba melodías de vez en cuando.
Entre todas las observaciones que Julieta coleccionaba en su memoria, una de sus favoritas eran esos momentos de tranquilidad luego de hacer el amor donde Sebastian miraba hacia la nada, tarareando o haciendo música improvisada, mientras golpeaba suavemente las palmas de sus manos sobre su pecho, siempre había música donde él estuviese.
Sebastian había marcado una nueva etapa en su vida, reinterpretando sus pensamientos, llenando espacios y volviéndolos suyos.
El músico creo un universo alternativo dentro de su habitación donde ella llegaba a la máxima iluminación del ser humano, esa capacidad de conectar cuerpo, alma y espíritu, sintiéndose privilegiada entre los demás mortales que solo veían el sexo como banal y terrenal.
Nadie había logrado que ella sintiera esa pasión, la sensación de pertenencia con otro cuerpo que no era el suyo, el reconocimiento de ciertos olores, texturas y sabores, el encuentro con esos ojos que la miraban entre pervertidos y extasiados.
Sebastian era una especie de droga, cada vez que escuchaba su voz reaccionaba de la única forma que sabía hacerlo, con su cuerpo lleno de ansias por ser tocado.
Solo él le brindaba esa sensación de deseo, cada vez que sus miradas se cruzaban nacía ese deseo de ser consumida por el fuego que ya tanto conocía y necesitaba, su pulso se aceleraba, su piel se erizaba, su respiración se entrecortaba dejando escapar todos esos gemidos que integraban la melodía secreta y pervertida que ambos creaban.
Y ahí estaba Julieta, perdiendo la noción del tiempo y el espacio mientras que Sebastian la observaba con esa actitud de extrañeza ante esos momentos en los que su amante se dejaba llevar por su mundo interior.
- ¿En que piensas?
Preguntó Sebastian mientras subían por el ascensor hasta su apartamento y la chica volvió a la realidad.
-En nada.
Mintió con una sonrisa pervertida, a veces quisiera saber que opinaría él si pudiese echar un vistazo dentro de su mente.
-En realidad estaba pensando en si hoy voy a poder terminar de contar todos tus lunares o no.
Musitó la chica, Sebastian hizo esa mueca extraña que comenzaba con una exhalación, una pequeña sonrisa y luego se mordía el labio. La traducción secreta que interpretaba Julieta acerca de la misma era "Que increíblemente extraña es la mujer con la que estoy saliendo".
-Me vendrían bien unos masajes.
Dijo él luego de pasar por la puerta y caminaron por el pasillo hacia la tan conocida habitación.
Al menos dentro de esta los problemas exteriores ya no importaban, el universo perfecto ya estaba creado y su ubicación se situaba dentro de esas cuatro paredes.
-Es una de mis actividades favoritas, voy a empezar quitando esto.
Murmuró la chica para quitarle la remera y deleitarse con esa piel que tanto deseaba, la única que la hacía vibrar.
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El Maestro del Sonido
RomanceJulieta es una joven estudiante de abogacía con persistentes sueños de cambiar el mundo. Astuta, ansiosa, filantrópica, feminista, gran devoradora de libros y con creencias filosóficas sumamente definidas la chica construía su propi...