DESPEDIDA AGRIDULCE
Julieta despertó por la madrugada debido a unos ruidos extraños. La habitación se encontraba en penumbras salvo por la pequeña luz roja del televisor, la joven observó la ventana y un extraño sonido de afuera la asustó demasiado como para decidir despertar a Sebastian.
-Despierta, tengo un poco de miedo, ¿escuchas ese ruido?
Su amante adormilado se giró y agudizó el oído para luego volver a su posición original.
-No es nada, es el viento.
Murmuró con tranquilidad, pero Julieta no se movió de su sitio debido a la inseguridad que le generaba el extraño sonido.
-Pero me da miedo.
Susurró.
-No sé que hacer.
Comentó Sebastian y la joven rodó los ojos. ¿Abrazarla no sería una buena forma de apaciguar su temor?
-Ah...bien.
Sentenció y volvió a acomodarse en la cama, Sebastian volvió a dormirse y ella después de un buen rato logró conciliar el sueño nuevamente.
Despertaron con ganas de un intenso mañanero y luego de eso bajaron a desayunar.
Se sentaron en una mesa del hotel viendo como los demás turistas conversaban animadamente.- ¿No puedo convencerte para quedarnos un día más?
Preguntó Julieta con esperanza de que aceptara y así tener a su chico por más horas.
En breve deberían entregar la llave de la habitación y seguramente por la tarde se estarían despidiendo otra vez... y esa sensación de tristeza volvió a renacer oculta en sus pensamientos.
-No, hoy vuelvo a casa de mis padres.
Dijo tajantemente y la joven miró sus pies para ocultar la desesperanza que sentía por su partida, pasarían algunas semanas más distanciados, esa separación que dolía, esos mensajes que respondía sin ganas, esas ganas de abrazarle reprimidas por la lejanía de su cuerpo.
Una joven pareja entró por la puerta del hotel preguntando por una habitación libre y el dueño del mismo les informó que no tenían lugares libres. Al menos eso le sirvió para saber que, aunque Sebastian hubiese querido no podrían quedarse por más tiempo.
Entregaron la llave y después de recoger sus cosas bajaron a la playa, la sensación de inseguridad de su cuerpo en bikini regresó. Tomó si protector solar y meditó si debía pedirle a Sebastian que le ayudara a pasarlo por su espalda, le dio pudor.
En ese instante supo que había hecho algo mal pues los rayos del sol eran demasiado fuertes a esa hora del día.
Sebastian caminó hacia el mar mojando sus pies y Julieta le admiró de lejos, ¿Sabría que ella se sentía realmente afortunada por tener el amante más hermoso del mundo entero?
La soledad la invadió por completo luego de notarlo distante así que decidió ponerse de pie para caminar hacia donde él estaba. El hombre que más se parecía a un dios griego y la chica flacucha y pálida, juntos, podría ser una postal de verano, pero la cara de Sebastian demostraba desinterés, extrañeza. Nuevamente Julieta se sintió pequeña por lo que le abrazó para después besar su hombro.
- ¿Quieres ir a almorzar?
Preguntó él y Julieta asintió, los rayos solares estaban atacando su piel y necesitaba un poco de sombra.
-Está bien.
Caminaron por la arena encontrando un pequeño local de comidas en la misma playa, se sentaron en la mesa y pidieron una cerveza mientras esperaban el almuerzo.
-Me gusta este lugar, podemos comer mientras tenemos los pies en la arena, la última vez que hice esto fue en Bali.
Julieta sonrió, al fin volvía a la normalidad comenzando una conversación. Sebastian conocía muchos países del mundo, había viajado por ocio y trabajo a destinos exóticos y otros no tanto mientras que Julieta había salido del país un par de veces, deseaba algún día conocer Londres como tantas otras ciudades que conocía por fotos y libros.
El camarero vino hacia la mesa vestido informalmente para dejar la comida en la mesa y se retiró rápidamente con una sonrisa.
-Oh, falta un poco de aderezos, voy a pedirle.
Musitó Julieta poniéndose de pie para volver a la barra.
-Julieta, pide otra cerveza también.
Julieta, Julieta, Julieta...él había dicho su nombre en voz alta. La joven asintió atontada y algo se le atoró en la garganta, una extraña sensación nació en su pecho y trató de no hiperventilar.
Sebastian generalmente no la llamaba por su nombre, ¡que lindo sonaba escucharlo con su voz!
Julieta retornó a su sitio con la botella y le sonrió, aun estaba aturdida por ese instante en que la nombró de improviso.
¡Te quiero Sebastian, te quiero!, pensó mientras se distraía con el color claro de sus ojos.
- ¿Y que vas a hacer el resto de tus vacaciones?
Preguntó para retomar los temas de conversación neutrales mordiéndose la lengua por todo lo que había revolucionado en su interior con una sola palabra.
¡Cobarde, cobarde! Se repetía en su cabeza mientras miraba la boca de Sebastian moverse, pero a sus oídos no llegaba la información. Regresa al planeta Tierra le dijo la voz de su conciencia y con un poco de esfuerzo volvió a la normalidad.
-Estaré un par de semanas y luego tendré la audición para entrar a la orquesta este año, calculo que después del diez de febrero ya estaré ensayando.
-Te quedan algunas semanas más, en mi caso tengo un examen los primeros días de febrero y luego retorno a Pueblo Manzana a ver a mi madre, las clases comienzan en marzo, pero quizás vuelva a la capital un poco antes.
Si vuelvo antes será por ti, dijo una vocecilla dentro de su cabeza, deseaba que el cruel y tedioso verano terminara, quería que llegara el otoño, el clima fresco, el chocolate caliente frente a la estufa, los abrazos para quitar el frio.
Ahora que lo pensaba solo había hecho el amor en dos estaciones del año, primavera y verano. Seguramente el invierno sería genial, los fuertes brazos de Sebastian le calentarían.
Después de charlas y risas emprendieron el camino de vuelta a la parada de buses, terminaba su escape perfecto.
Caminaron bajo el calor del verano y se refugiaron en la sombra aguardando los vehículos que los llevarían a diferentes ciudades, separándolos otra vez.
Julieta estaba triste, nerviosa, ansiosa y esa cosa que se le metió en el pecho cuando Sebastian dijo su nombre aun se removía como si tuviese vida propia.
Se acercó a el para abrazarle y besarle, él correspondió de manera fría, lúgubre. La cosa que sentía dentro se ensanchó enojada por esa actitud y la joven volvió a besarle.
Quizás Sebastian no quería arrumacos debido al calor o por la presencia de otras personas, pero le dio un último beso y subió al vehículo que lo llevaba a la costa junto a sus padres.
Julieta había tenido un grandioso día pero el sabor agridulce por la actuación de Sebastian la atormentaba, ¿Cómo podía conquistarle de nuevo?, ¿Dónde estaba su adorado Sebastian de noviembre y diciembre?
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El Maestro del Sonido
RomanceJulieta es una joven estudiante de abogacía con persistentes sueños de cambiar el mundo. Astuta, ansiosa, filantrópica, feminista, gran devoradora de libros y con creencias filosóficas sumamente definidas la chica construía su propi...