32: "A Casa"

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Elías

Conduzco con mi motocicleta pero termino yendo menos lejos de lo que creo cuando de repente se apaga el motor.

—¡¿Pero qué?! —me quejo y bajo de esta.

Me pongo a revisar mi vehículo y entre que tardo en deducir el problema, visualizo a Patricio corre, pero detenerse al verme. No sé qué está pensando, pero sonríe al encontrarme. Luego me doy cuenta de la razón.

Veo a la rubia venir.

—Elías Elek ¿Por qué sigues aquí?

Katerina seguía al morocho detrás y yo soy el pase de escape para él. Ella me detesta por humillarla frente a todo el curso, puedo notar su desprecio al hablarme. Sin embargo, yo me mantengo alegre cuando me volteo a mirarlos.

—Parece que se rompió. —Me río—. Estoy perdido.

—¡Te ayudo! —enseguida dice Patricio y se acerca a mi vehículo.

—No hace falta, yo me arreglo solo. —Lo ignoro. Si tiene problemas con la chica, que no me meta a mí.

—Pero sé de estas cosas, mi hermano trabaja con autos y siempre me ha obligado a saber.

Miro a la rubia que me observa molesta, irradia odio por sus ojos, su mirada lo dice todo.

—Elías —ella dice firme—. No distraigas al Chico Virgen ¡Qué tengo asuntos pendientes con él! —me grita.

—No andes por ahí diciendo las intimidades de otros —la reprendo y Patricio solo se mantiene callado intentando arreglar mi motocicleta.

—¿Y tú qué? —Se cruza de brazos pero se sonroja al estar nerviosa, sabe perfectamente que tengo su secreto en mis manos—. Tú... ¿Tú no divulgas las intimidades de otros?

—Claro que no. —Sonrío—. O eso creo —bromeo.

—¡Di sí o no! —Se tensa.

—¡Ya lo arreglé! —de repente exclama Patricio.

—Genial, justo a tiempo. —Mi sonrisa se amplía—. Gracias, te debo una. —Me monto en la motocicleta pero...—. ¿Se puede saber qué estás haciendo? —Si existe una vena de la paciencia, ya me explotó.

—Ya qué Patrick no me lleva a su casa, me iré a la tuya y te haré hablar —dice la rubia sentada en la parte trasera de mi moto y agarrándose de mi espalda—. ¿No es buena idea? —Mira a Patricio, que a su vez asiente y me observa como rogando.

—¡Cierto, así no me debe nada! —Fuerza una sonrisa y murmura—. Por favor.

Frunzo el ceño y lo medito un poco. Ni que fuera mala persona. Así que bufo y acepto.

—De acuerdo. —Agarro el casco y se lo doy a ella—. Póntelo. —Lo toma y puedo ver su gesto de victoria—. No te creas tanto, no hay mucho que descubrir sobre mí que pueda beneficiarte —acoto y arranco antes de que pueda responder.

Conduzco directo a casa.

Herencia Ricoy (R#10)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora