5. Préstame atención

1.5K 170 24
                                    

Katerina

Camino por los pasillos de la escuela, hasta llegar al ventanal que me dijo Félix. En efecto, encuentro a Patricio sentado sobre la ventana con los auriculares puestos y un cigarro en la boca mirando hacia fuera, perdido en sus pensamientos. Parece una bella pintura, es tan guapo.

Me relamo los labios y me acerco. Hago una pose sexy y me apoyo contra la pared.

—Hola. —Pestañeo dos veces.

Cuando se percata de mi precedencia grita.

—¡Tú! —Se tropieza y cae al suelo—. ¡Ay! —Se quema la mano con el cigarrillo—. ¡Maldita seas! —se queja.

—¡Oh, cielo! —Me sorprendo y me agacho a ayudarlo—. ¿Estás bien? —Agarro su mano y se sonroja, entonces sonrío y me acerco a su rostro—. ¿Quieres que te haga de enfermera?

—¿Qué? ¡No! —Se levanta rápido del suelo y recoge el celular que se le cayó antes—. ¡Ag, se averió! —se queja de nuevo, por eso noto como me ignora de una manera total.

Dejo de estar agachada y lo miro indignada.

—¡¿Pero qué te pasa?! —le replico—. ¡¿Estoy aquí sabes?!

Sube la vista a mirarme y alza una ceja.

—¿Y?

—¿Cómo qué "y"? Préstame atención, mírame. —Me cruzo de brazos—. El celular puede esperar, después te compras uno nuevo.

—No quiero uno nuevo —Rueda los ojos—, y no estoy interesado en mirarte.

—¿Cómo? —Me sorprendo—. ¿Cómo qué no?

—¿Por qué lo estaría?

—Porque soy bonita, obvio. —Muevo mi cabello.

—Demasiado creída —opina y al fin posa su vista en mí—. Yo no olvido.

Me muerdo el labio inferior.

—¿Lo dices por la vez que entré al baño cuando te duchabas?

Frunce el ceño.

—Sí, eres una desvergonzada, exijo que te disculpes —demanda dominante.

—Huy, me encanta esa actitud, esa boca sabe qué decir. —Doy unos pasos cerca de él—. Me pregunto: ¿Qué más puede hacer?

Su confianza se desmorona, porque sus mejillas vuelven a ser rojas otra vez, le acabo de meter un pensamiento pervertido y no puede contra este.

—Qué divertido. —Me río—. ¿Por qué tanta cobardía si la podemos pasar bien? —Me relamo los labios—, ¿no? —Ladeo la cabeza insistiendo al él no contestarme.

—No —exclama determinado—. No me molestes, acosadora. —Pone las manos en sus bolsillos y se gira para irse.

—Regresa aquí. —Lo sigo—. ¿Quién te dijo que podías irte?

—Yo mismo.

Herencia Ricoy (R#10)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora