Epílogo IV

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Elena

Avanzo por el cementerio, ya mis pies no caminan como antes, aunque mis pensamientos siguen siendo los mismos y el dolor de las heridas psicológicas continúa presente, ya que nunca desaparece.

Me detengo en su tumba y dejo la flor sobre la lápida.

—Adrián. —Suspiro—. Sé que debería visitarte más seguido, tú eres el único que me entiende, a pesar de todo. —Mis ojos se humedecen—. Siempre te lo dije, pero he venido a recordártelo una vez más, nada de lo que pasó fue tu culpa, nunca fue por culpa de un Ricoy.

Hace 40 años.

Sangre en mi muñeca, yo me lastimé otra vez, sin embargo sigo aquí ¿Por qué sigo aquí? Lloro desesperada, sin esperanza, no hay nada que pueda hacer, todo ha sido hecho.

La puerta del baño se abre y veo a mi esposo entrar rápidamente, se agacha a mi altura, al yo estar sentada en el piso y me observa con mucha preocupación.

—Amor ¿Por qué? Otra vez no. —Me quita el cuchillo y lo tira al suelo.

—¡No, déjame, Adrián! —Forcejeo—. ¡¡Quiero morir!!

Me agarra del rostro.

—Todo va a solucionarse, ¿de acuerdo?

—No... —Más lágrimas inundan mi rostro—. No... ya no puedo más.

—Lo solucionaré, lo prometo. —Apoya su mano en mi vientre—. Al menos, piensa en el bebé, por favor.

—Ya no puedo pensar en nada, Adrián, ya no... todo esto... —Me abrazo a mí misma—. Es mi culpa, no tuya, no te responsabilices de mí. En ese momento yo... yo te culpé a ti, pero no es cierto. —Me cubro la cara y sigo sollozando—. No es cierto.

Me abraza y me sobresalto.

—No importa qué o quién, yo siempre estaré de tu lado.

Continuará...

Continuará

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Herencia Ricoy (R#10)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora