Herencia Ricoy (R#10)

31. Entre nosotros dos

Tatiana

Crista sube a su auto y lo arranca para comenzar a conducir. No se ve animada, parece pensativa.

—Reina, sea lo que sea que haya dicho Katty, no le preste atención, ya se le pasará.

—Sí, supongo que sí. —Luego sonríe—. Como sea ¡A comprar!

Me río y continúa conduciendo hasta que al fin llegamos. Al caminar por el centro comercial, nos detenemos en la vidriera de una de las tiendas.

—Mira, Taty, esa remera es muy bonita —exclama sonriente—. No tanto como mi marca, pero hasta puede zafar. —Se ríe.

—Entiendo, así analizas a la competencia —opino.

—¿Por qué eres tan inteligente?

—Tengo un buen IQ —bromeo—. O eso dice un test que hice. —Me río, giro la vista y dejo de hacerlo cuando visualizo a Félix caminando con un montón de cajas en la mano—. Eso debe pesar —opino y Crista mira para donde estoy observando.

—Ahí está mi sobrino preferido —exclama la rubia y se acerca—. ¡Qué casualidad! —Ladea la cabeza—. ¿Por qué tantas cajas?

—Te ayudo. —Le agarro una, entonces él me sonríe.

—Hola.

—Hola. —Sonrío.

—¡Huy! ¿Qué estoy viendo aquí? —Crista se ríe, pero luego su mirada pícara cambia y se acerca al visualizar a Celeste venir—. Eso está enorme —opina sobre su vientre.

—Buenas, cuñada. Sí, sí que lo está. —Se ríe la castaña tocándose la panza.

—Mis hermanas no entran ahí —aclara el pequeño Tristán que se agarra de la mano de su mamá—. Ahí no hay espacio. —Infla los cachetes.

—No te preocupes, pronto saldrán —dice la Reina y luego mira a la castaña—. ¿Ya te dieron fecha?

—Mientras las mamás hablan de cosas de bebés, yo me rompo las manos —bromea Félix, que se ríe entre que sostiene las cajas e interrumpe mi concentración en la conversación—. ¿O crees que me convertiré en forzudo?

Me río.

—Quizás.

—¿Ya puedo empezar a hacer pesas entonces? —Mueve las cejas—. Así tendré músculos.

—Yo creo que estás bien como te ves, no necesitas más —opino.

Parece que se queda hipnotizado cuando digo aquello y se forma un silencio entre nosotros dos.