13. Lo tienes prohibido

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Samuel se bajó de golpe del muro envuelto en llamas y con la herida del pecho al rojo vivo, se acercó deprisa a ella y la agarró del brazo tan fuerte que le hizo doblar las rodillas, lejos de mostrar dolor o una mueca, Andrea, aguantó el dolor con la mandíbula totalmente tensada, pero su fuerte agarre le hizo soltar el látigo con el que lo golpeó

Samuel: ¡Es la última vez que te permito ponerme la mano encima!

Andrea: ¡SUELTAME!-la soltó de golpe provocando que retrocediera un par de paso-¡La próxima vez...!

Samuel: ¡QUE!-le gritó a escasos centímetros de la cara-¡Estas acostumbrada a que hagan tu santa voluntad! ¡Te informo que eso se acabó!

Andrea: ten cuidado con desafiarme.

Samuel:-se acercó más a ella y ambos quedaron a milímetros-si no que...-murmuró sobre sus labios.

Ella miró aquellos dos luceros de color miel y se quedó sin palabras, por primera vez en 15 años tenía a un hombre semi-desnudo frente a ella, prácticamente rozándole los labios, miles de sensaciones atravesaron su cuerpo incansablemente, su corazón comenzó a galopar contra el pecho.

Samuel la miraba detenidamente, como su respiración provocaba un dulce vaivén en su pecho, como sus ojos negros se clavaban sobre los suyos y como la humedad de sus labios lo llamaba a gritos, frunció el ceño y apretó la mandíbula tratando de reprimir todas las emociones que estaba sintiendo por dentro, pero de un momento a otro no pudo más.

La agarró de la cintura sorpresivamente y con un movimiento la arrastro hacía sus labios, en un primer instante ella se quedó petrificada, la estaba besando y... se sentía bien, él comenzó un sensual movimiento sobre sus labios la incitó a seguir el movimiento, poso sus manos sobre sus sudorosos hombros y él la abrazó más fuerte hasta elevarla levemente del suelo, en aquel beso sus lenguas tomaron contacto por primera vez, se tocaron una y otra vez hasta que ella reaccionó.

Andrea: ¡Basta! ¡Nunca vuelvas a hacer algo semejante!-miró a su alrededor corroborando que nadie los viese-esta es la única vez en tu vida que ganas con respecto a mí-recogió el látigo del suelo y se fue nuevamente por donde vino.

Samuel todavía no recobraba el conocimiento, todavía se encontraba disfrutando del sabor de sus labios y del calor de sus manos sobre su piel, aquello que le estaba pasando era imposible de digerir... como podía sentir todas aquellas emociones hacia la mujer que desde que llegó le estaba haciendo la convivencia imposible, la viuda de su medio hermano.

Andrea llegó a casa sin mediar palabra con sus empleados, entró en casa y seguidamente en el despacho, Irina observó su extraño comportamiento, entró decidida a averiguar que le había pasado, entró y la vio bebiendo grandes tragos del alcohol.

Irina: ¿Qué paso para que bebas de esa manera tan descontrolada?

Andrea: Samuel me besó...-Irina entreabrió la boca alucinada no solo por lo que contaba Andrea si no por el tono que usaba al decirlo-deje de ser quien soy por un minuto y fui...

Irina: ¿la Andrea de siempre?-los ojos de Andrea se aguaron.

Andrea: debo de mantenerme firme, ese hombre llego para trastocarlo todo.

Irina: tal vez no-dijo emocionada-¿y si es él? El hombre que va sacarte el dolor del alma.

Andrea: ¡NO, NO, NO!-sacudió su cabeza-¡Lo tienes prohibido!-se recriminó a sí misma.

Irina: ¿Por qué prohibido, Andrea? ¿Quieres ser la viuda eternamente? ¿Esa mujer sin escrúpulos, mala y que castiga a diestro y siniestro por encima de los derechos de los demás?

LA VIUDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora