PRÓLOGO

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   Tenía sus ojos café clavados en mí y juro que no existía nada mejor que esa sensación. Sonreí, algo tímida a medida que se acercaba, con seguridad, hasta el punto de chocar su frente con la mía.

Sus manos se deslizaron desde mis hombros, recorriendo lentamente mis brazos, logrando erizarme por completo la piel, hasta alcanzar mis manos. Las rodeó con delicadeza para luego entrelazar nuestros dedos y volvió a mirarme a los ojos, con una mezcla perfecta de deseo y ternura.

Acorté la poca distancia que había entre los dos y me detuve apenas nuestros labios se rozaron. Él sonrió levemente ante el contacto e inmediatamente soltó mis manos para agarrarme con fuerza por la nuca. Entreabrí los labios como dándole permiso y no demoró ni dos segundos en acercarme más a él para por fin capturarlos con necesidad.

Tuve el impulso de llevar mis manos a su camisa y lo hice, sin importarme nada. La desabroche con algo de desesperación a medida que el beso subía de tono, y él, lejos de sorprenderse ante mi reacción, se la terminó de sacar para luego deshacerse de mi vestido en un solo movimiento.

Volvió a unir nuestros labios mientras me alzaba y rápidamente rodee su cintura con mis piernas. Con algo de torpeza me dejó caer sobre la cama con él sobre mí.  

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