CAPÍTULO 42

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  - Ey, te colgaste - largó, haciéndome caer en la realidad
- Es que... está muy bueno el lugar - dije y él asintió mientras miraba rápidamente todo - A cuantas trajiste a comer acá? - pregunté y bufó
- A nadie, las únicas veces que vine fue con mi viejo y por almuerzos de negocios
- Ah... - murmuré y él sonrió mientras negaba con la cabeza.

- Bueno, qué querés comer? - preguntó después de que leímos la carta unas cinco veces seguidas
- Te diría una milanesa con papas fritas, pero me sentiría algo desubicada, así que no se... Pasta?
- No seas tonta, lo quieras va a estar bien - dijo y sonreí
- Pasta - repetí y él asintió.

Pidio lo mismo para los dos y una botella de vino tinto, a pesar de haberle repetido mil veces que luego él tenía que manejar y encima volver a trabajar. Mientras esperábamos la comida tomamos casi una copa entera cada uno, moría de hambre y ya no sabía que hacer con mi ansiedad.

- Quien es?
- Quien es quien? - pregunté con el ceño fruncido
- El pibe que estaba el otro día en tu departamento - dijo ahora serio, le cambió la cara completamente - Quien es?
- Nico - dije junto con una risa, pero a él no pareció hacerle gracia - Un amigo
- Nunca lo había visto
- Lo que pasa que es un amigo de la facultad, y nos juntamos para estudiar
- Ah que copado
- No seas tonto - dije con una sonrisa, estirando mi mano para peinarle el pelo que caía sobre su frente
- La próxima estudia con Jenny y ya fue, para qué querés mas gente?
- Para, para, para, me vas a hacer una escenita? Por un compañero de la facultad con el que me junto a estudiar? Esto es real Julian?
- Y por qué? No puedo?
- No! No podes - dije elevando el tono de voz, y sus ojos se abrieron de golpe - Mira, él se quedó bancándome la hora y media de espera del otro día, y me acompañó caminando hasta el departamento porque la persona que había quedado en llevarme se olvidó de mi, así que fijate bien como son las cosas antes de hacerte la cabeza por cualquier hombre que se me acerca
- No quiero discutir otra vez - se quejó, en un tono de voz bastante relajado - Ya se que estuve mal, no tenés que remarcármelo todo el tiempo tampoco, porque por algo me perdonaste o me diste otra oportunidad, no?
- Tenés razón, perdón, no se por qué me pongo así - dije cerrando los ojos y sosteniendo mi cabeza con ambas manos
- No, está bien, solo que mejor dejemos este tipo de cosas para después. Ahora disfrutemos del almuerzo y el poco tiempo que tenemos para estar juntos, puede ser?

Asentí desganada y él me regaló una de sus amplias y perfectas sonrisas, de esas que te cambian el humor de un momento al otro. Qué más podía pedir?

Nos tomamos todo el vino a medias mientras comíamos entre charlas y muchas risas. Sí, estábamos un poco pasados de copas y se estaba empezando a notar.

- Qué hora es boludo? Tenés que volver a la oficina - dije algo alterada luego de que él, caprichoso y machista como siempre, pagara la cuenta
- Las dos y media pasadas - dijo despreocupado - no hay problema igual
- Cómo que no? Dale vamos, te van a matar - lo apuré levantándome de la silla y obligándolo a hacer lo mismo, mientras él reía, totalmente relajado.

Nos subimos al auto y tuve que respirar hondo para aclarar mi mente. Estaba algo mareada, producto del alcohol, y rogaba internamente que a Julian no le pasara lo mismo.

- Maneja con cuidado por favor, no quiero morir en el camino ni que nos agarre la policía - dije nerviosa sin parar ni para respirar
- Tranquila Ori - rió - no pasa nada, estoy bien
- Seguro? A ver, cuantos dedos tengo?
- Doce - respondió divertido y le pegué nuevamente - Seis, tonta.

Le acomodé el pelo a medida que el auto se ponía en marcha y él aprovecho el momento para dejar un beso en mi brazo, lo que me dio mucha ternura. Me relajé, un poco nada más, y me acomodé en el asiento para poder mirar por la ventana.

- Llegamos - dijo con una sonrisa cuando estacionó frente al edificio.

Apagó el auto pero ni siquiera se movió, simplemente me miraba como esperando que me bajara.

- No pensás bajar vos? - pregunté mientras abría de a poco la puerta
- No Ori, me tengo que ir volando, estoy trabajando
- Ah, ahora sí te preocupa llegar tarde - me quejé y él largó una pequeña risa - Acompañame hasta la puerta aunque sea, estoy un poquitito mareada y no quiero caerme por las escaleras - exageré junto con un puchero, logrando robarle otra sonrisa
- Mira que no me vas a comprar siempre con esas caritas eh, no te mal acostumbres - dijo rendido y reí.

Se desabrochó el cinturón de seguridad suspirando, bajó rápidamente del auto para dar la vuelta y, rodeando mi cintura con su brazo derecho, ayudarme a bajar a mi.  

Del Otro LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora