Capítulo 34

4.5K 387 4
                                    

Mas de la mitad de las personas que acá había no estaban para nada cómodos con mi presencia. Me odiaban. ¿Y si lo aprovechaba de alguna manera?  Nunca puedo no pensar bien aunque sea solo por un momento.

- Sigo insistiendo en que ella no debe estar aquí.

Rodé los ojos y seguí con lo que estaba haciendo, George me sonreía como un niño a pesar del dolor que debía estar sintiendo en estos momentos. Termine de vendar su oreja y tome la ultima poción que tenía para detener el sangrado. Hizo una mueca del asco y acaricie su cabello como pude.

- Ahora te prepararemos algo para que puedas dormir, tambien aliviara tu dolor y mañana amanecerás casi como nuevo, con eso de que no puedo devolverte la oreja.

***

Días después

Entre en el ático de la casa. Este se encontraba sobre la habitación de los gemelos. Junto a la señora Weasley nuevamente habíamos preparado las pociones que George podría necesitar por el resto de la noche y los días siguientes. Toda persona que se encontrara dentro de esta casa se encontraba profundamente dormido, eran cuarto para las tres de la mañana. Yo me encontraba acostumbrada al desvelo y no era quien de pegar un ojo a esta hora, no me encontraba tranquila en lo absoluto. Aunque mi cuerpo se encontraba agotado mi cabeza no dejaba de trabajar a mil por segundo. Pensaba en todo que se venía y todos los escenarios posibles. Hablar con el viejo en estos momentos no estaría mal pero no soy persona de hablar con fantasmas.

El ático de la madriguera es un lugar bastante pequeño pero a diferencia del resto de la casa, se encontraba completamente vació, eso sin contar el viejo telescopio que se encontraba frente a la única ventana que tenía el lugar.  Me senté frente a ella y mire hacía el maizal que rodeaba la casa.

- ¿Por qué despertaste Fred? - me gire un poco para verlo y ver que me respondía.  Este abrió los ojos e intento decir algo pero no salio nada de su boca. - Debes descansar como todos los demás.

- ¿Y tu no lo harás?

- Nunca lo hago.

- ¿Quieres una poción? - se sentó junto a mi y lo mire. 

- No, no quiero una poción. - negué. - Nada hará que duerma esta noche.

- ¿Donde esta Kia?

- Eres bueno cambiando de tema. - lo miro, el sonríe de medio lado y yo niego suavemente antes de volver a ver hacia fuera. - Thomas la esta cuidando.

Recosté mi cabeza sobre su hombro y sentí cuando sus brazos me rodearon por completo, no sin antes cubrirme con una caliente manta. Si, la noche estaba fría. Solté un largo suspiro. 

El silencio que nos rodeaba no era para nada incomodo era todo lo contrario. El cual me permitió relajarme de alguna manera aunque no dejara de pensar en todo. Me sentía protegida, no me encontraba sola, no me sentía sola. Pero el silencio no podía durar estando junto a Fred Weasley.

- Regresaste mas pronto de lo que pensé. - susurro, me aleje de sus brazos y lo empuje para que sintiera el colchón que había aparecido. Se sorprendió. Lento.

- ¿Esperabas no volver a verme? - entrecerré los ojos al verlo. Almohadas comenzaron aparecer seguido de tres gruesas sabanas. Desde que había pasado ciertas navidades en una cabaña me gustaba dormir demasiado cómoda y demasiado abrigada. 

- Tenia miedo de no volver a verte.

Sonrió al escucharlo decir eso, me inclino sobre el un poco dejando un corto y suave beso sobre sus labios. Lo siento sonreír y me vuelvo a colocar derecha para pasar una de las sabanas para que se abrigara mejor.

- El miedo lo crea tu conciencia Freddy. - contesto y palmo la sabana a su alrededor, como si fuera un pequeño. 

- Pues la mía es muy mala conmigo. - tome una almohada y acostándome de forma que lo pudiera de verlo, coloque la almohada en mi espalda. Se gira para poder abrazarme transmitiéndome todo lo que sentía, incluso el miedo.

-Estoy aquí Fred. - susurro. - Y de aquí no me iré. - no por ahora.

- ¿No te iras de la madriguera? - lo golpeo en el hombro.

- Que gracioso eres.

- Lo se, todas me lo dice.

Entrecerré los ojos con molestia y me gire moviéndome entre sus brazos para que me soltara y me acosté dándole la espalda.

- Oye.

- Mejor vete a dormir.

- ¿Celosa? - me pregunta en tono burlón.

- No mi amor, no tengo por que estarlo. ¿O si?

Lo sentí temblar por el tono de mi voz y sonrió con maldad antes de cerrar los ojos dejándome llevar por el silencio, nuestras respiraciones calmadas, el calor de su cuerpo y el frió de la noche. Ahí, junto a él, en el ártico de su casa quedamos completamente dormido.

La hija de VoldemortDonde viven las historias. Descúbrelo ahora