¿Chico Malo? [Justin Bieber Y Tú]

Él no muerde

Pasamos la mañana viendo películas que escogí la noche anterior, comedia americana, ella rió muchísimo, y las enfermeras que entraban a la habitación nos miraban muy extrañadas, casi como si eso fuera novedad, una de ellas me llamó al pasillo y me dijo que ese tratamiento en especifico que le estaba colocando a la Sra Pattie la derrumbaba siempre, pero que hoy parecía que no le dolía para nada, me felicitó y pidió que siguiéramos así, que la estaba ayudando, yo asenti emocionada ¡la estaba ayudando!

Volvimos a la habitación y terminamos de ver las películas, Justin regresó de comprar el almuerzo para los tres, sándwiches de carne, canté el aleluya internamente, el hambre me tenía mal y mi cabeza iba a explotar si no los probaba ahora. Sin embargo, él solo le dio uno de los panes a su madre, yo lo miré expectante.

— ¿Ustedes ... — ella tragó y tomó un sorbo de jugo para seguir hablando — no van a comer..? — tomó otro bocado.

— De hecho, esperaba que ____ hablara conmigo primero a solas.

Enarque una ceja.

— Prefiero morir de hambre.

Rayos, controlate, estás frente a su madre. Mi cerebro me regañó.

— Lo dudo — respondió él apartando el almuerzo aún más de mi, maldije mentalmente — ¿Que opinas tú mami? — oh no, no podía hacer eso, es lo más bajo que podía caer, chantajear con ella era considerado un pecado capital. Ella volvió a tragar para hablar.

— Creo que debiste ser muy estúpido como para que ella no quiera, pero considerando que no quiero que mueras solo — me miró — él no muerde...

Suspire y quise lanzarme de la ventana, mierda, me levanté bastante molesta y caminé al pasillo con él siguiendome.

— Quien diría que el niño malo y problemático que no teme llenar de papel higiénico la estatua más importante de su instituto o que casi mata a golpes a un chico necesita apoyo de su madre para convencer a una chica de hablar con él — solté ya estando separados de la habitación.

— Es para que te des cuenta de lo jodidamente difícil que me lo pones — giré los ojos, se detuvo justo enfrente de mi y colocó la comida atrás de él, resople.

— ¿Que?

— Nada, es divertido verte frustrada.

Respira.... Respira, respira. Me repeti.

— ¿No se supone que es tu turno de disculparte?

Él pensó un poco.

— ¿Disculparme por qué?

Señor santísimo Jesucristo, por favor, no permitas que lo asesine porque ire a la cárcel y soy muy joven para eso.

— Eres increíble — intenté esquivarlo pero no me dejó, bloqueó el paso — mierda Justin, quitate

El rió.

— ¿Y con esa linda boquita me besas? Tu cara de ángel engaña.

¿Como debía sentirme con eso?

— Si me disculpas seguiré con tu madre, que es demasiado civilizada como para tenerte como hijo.

— Mmm... — volvió a interponerse — No lo creo, quiero un beso — pidió.

— No.

Segui insistiendo.

— Interesante como Harry jamás tuvo que rogarte.

He escuchado que la cárcel no está tan mal, valdría la pena, que cerebro tan bipolar tengo.

Sé inteligente ____.

Sonreí con malicia.

— Tienes razón... — me puse de puntitas y acerqué nuestras bocas — No tienes que rogar — él sonrió complacido y unió nuestros labios, disfruté unos segundos, porque, a quién engaño, que bien besa, pero rápido lo mordi, fuerte, él se quejó tanto que se separo bruscamente.

— Oye — tocó la zona donde clavé mis dientes — me voy a vengar ___.

Tomé los sándwiches que había dejado caer y caminé contoneandome a la habitación, él se lo buscó.

El lunes a primera hora tenía matemáticas, Camila hablaba interminablemente sobre su fin de semana, regresaba de la playa y estaba tan emocionada que jamás la interrumpi.

— Y el salvavidas...Dios... — suspiró — era un Dios griego.

Reí, el profesor entró y se formó un silencio colectivo, ella se giró pero no sin antes decir 'te seguiré contando luego' comencé a anotar lo que él colocaba en la pizarra y mientras mantenía mis ojos en la libreta escuché numerosos suspiros, si, ya había llegado, pasó por mi lado y le susurró algo a un chico que estaba sentado atrás de mi, el chico en cuestión de segundos buscaba un nuevo lugar y él tomó el que era suyo.

— Hora de la venganza — susurró en mi espalda.