CAPÍTULO 4

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En instinto hago una mueca, lo más parecido a una sonrisa. Esperaba cualquier cosa, pero no encontrármelo precisamente a él.

El hombre que me había roto el corazón.

Trato de hablar para intentar aligerar la situación o salvarme pero las palabras no salen. La sorpresa me lo impide, incluso aceptaría que él también lo provoca. Siempre causó sensaciones que me imposibilitaban moverme o hablar, era... imposible describirlo.

Aquella noche, físicamente me habría tardado un poco en reconocerlo aunque lo hubiera intentado, pues estaba irreconocible. Tenia barba y estaba sucio. Ahora afeitado y en condiciones favorables, sabia que incluso de haber visto sus ojos lo habría adivinado pues eran difícil de olvidar.

—Esto sí es una sorpresa —ríe suavemente, juraría que nervioso, y ese simple gesto hace que casi tenga que sostenerme de algo para no caer.

Despeina su cabello y llama mi atención. Es aún más atractivo de lo que recuerdo.

¿Pero que estoy pensando?

Alejo esos pensamientos intrusivos, este encuentro ya era bastante preocupante... para mí.

—Parece que continuas metiéndote en los problemas de los demás —no me da tiempo a responder cuando avanza hacia mí e instintivamente retrocedo —. No recuerdo si siempre has sido así o solo conmigo —me mira divertido sin apartar sus ojos de los míos, me alarmo.

Sus bromas nunca me han gustado, y al parecer nota mi incomodidad porque se gira aclarando la garganta. Va hacia su mochila para meter un cepillo de dientes que nunca noté traía en su mano.

Agacho la cabeza y tomo mi mano con la otra. Estoy tan nerviosa que tiemblo. Inhalo y exhalo en silencio para tranquilizarme, estoy a nada de tener un colapso.

—¿Puedo invitarte un café? —su pregunta me hace levantar la vista —.  Necesito hablar contigo sobre algo importante pero preferiría que fuera en un lugar menos deprimente —dice aún de espaldas, retengo el aire.

Cierro los ojos por un momento, resoplo.

—No sé si pueda, tengo cosas que hacer —sale al fin mi voz, casi en un susurro. Reviso mi celular, realmente faltaba mucho tiempo para estar realmente ocupada pero no quería estar más tiempo con él. Todo mi interior gritaba que me alejara.

No actúes como una cobarde.

Ruedo los ojos.

—¿En quince minutos, cruzando la calle? —pregunto esperanzada a que diga que no. Sus ojos vuelen a enfocarme y sonríe.

—Adelántate entonces, debo terminar aquí —responde.

Me giro para salir y una vez afuera noto que ya no están los policías. Me dirijo al ascensor e ignoro mi claustrofobia por un momento. Juraría que voy a vomitar. Supliqué jamás volver a verlo. ¿Por qué tenía que pasarme esto?

Tengo que sostenerme de la pared para que todo deje de dar vueltas. Siento una gran presión en el pecho. Estoy a punto de llorar, pero tengo que reprimirlo.

Tranquilízate, Camille. Han pasado años, esto no debería afectarte. Al menos intenta simular que no te importa.

Cuando el ascensor llega al primer piso, salgo del hospital y fuera parece otro lugar. Supongo que sigo aturdida por la noticia. La gente camina pensando en lo suyo y no la culpo por no saber en lo que estoy metida. Tal vez sus asuntos son más graves que los míos. Claramente los propios, siempre serán los más importantes.

Cruzo la calle de doble sentido y entro a un café al que siempre asisto para comer. Busco la mesa más alejada del resto y la encuentro junto a la ventana. Mientras espero me doy cuenta que me apresuré en llegar y cuando la mesera se acerca le digo que me disculpe mientras espero a mi acompañante. Minutos después de estar moviendo frenéticamente mi pierna bajo la mesa, aparece él y tengo retener mi nerviosismo.

Me busca con la mirada y al ubicarme expresa una sonrisa. No trae su mochila y se aproxima lentamente. Trato de parecer lo más segura posible.

Cuando regresa la mesera para pedir su orden, me siento un poco aliviada. Yo he ordenado el capuchino caliente de todos los días y espero a que Logan se tome su tiempo viendo el menú para atrasar la charla pero lamentablemente no quiere nada y me deja con muy poco tiempo para pensar.

—¿Qué querías decirme? —sueno tranquila, pero claramente no lo estaba. El ojiazul solo me sonríe de lado.

­—Pues que van a citarte junto conmigo a reactualizar el testimonio para seguir con la denuncia —me relajo mentalmente. Solo es eso, debí verlo venir. Tomo un sorbo y espero que termine de hablar —. Parece que quieren descartar que estés vinculada con lo que pasó esa noche —casi me atraganto con mi bebida.

¿Cómo ha dicho?

—¿Qué? —me exalto y comienzo a toser.

—¿Estás bien? —dice mientras me ofrece una servilleta y solo asiento mientras me calmo —. Hablaron conmigo cuando desperté, encontraron unas cámaras de seguridad fuera de un local que daban hacía el callejón. Dijeron que tu auto llegó un tiempo antes de que todo pasara.

—¿Es en serio? —pregunto ofendida —. Pero si yo misma se los dije, eso solo confirma que es la verdad. ¿Me acusan de algo?

—No, no te preocupes. Yo tampoco entiendo que está pasando pero seguro solo es un malentendido. Por eso es importante que vayamos juntos para hacer una línea del tiempo de los hechos y así nadie se vuelva a confundir —mira su reloj −. Lo siento, tengo que irme. Es este jueves en el ministerio —deja unos billetes sobre la mesa pagando bebida y se levanta.

Tan frío como siempre.

—Nos vemos a las 10 —se acomoda su chaqueta y antes de girarse me sonríe —Fue bueno volver a verte, Camille.

Mi corazón se estruja. ¿Cómo se atreve a decirme eso? No tiene derecho. Bueno, por suerte no quería hablar del pasado, aunque ahora tampoco me encontraba en una postura favorable.

Lo sigo con la mirada a través del cristal. Por fuera ya lo espera alguien recargado sobre un auto negro; un hombre calvo y con traje. Logan se acerca a él mientras este solo se limita a abrirle la puerta trasera para después subirse de piloto.

Logan baja su ventanilla y mira en mi dirección, de antemano sabiendo que yo hacía lo mismo. Todo en él era misterioso.

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Malas Decisiones [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora