CAPÍTULO 23

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—Camille... —siento como me mueven el brazo.

—Mhmm...

—Arriba, ya son casi las 2 de la tarde. Debes comer algo —insiste en que despierte.

—Dame un segundo —murmuro adormilada.

Escucho la puerta cerrarse y antes de volver a quedarme dormida, me levanto con una dificultad increíble. Miro a mi alrededor aturdida aún por el sueño y busco la voluntad para dejar la cama. Finalmente lo consigo después de gruñirme a mi misma por obligarme a hacerlo. Tomo ropa del armario, una toalla y entro al baño para una corta ducha de agua caliente.

—Mírate nada más. No deberías excederte tanto en el trabajo.

—Lo sé —bostezo —pero anoche hubo un choque y nos mantuvo ocupados hasta la madrugada.

—Eres idéntica a Eric —dice colocando un plato con chilaquiles frente a mí —. Siempre dándolo todo por ayudar.

—Sí... —miro mi plato con indiferencia.

—¿Qué pasa? ¿No tienes hambre? —hay preocupación en sus ojos.

—No, no es eso... —tomo un tenedor y comienzo a meter comida a mi boca, dando por terminada esta conversación.

Suspira, dándose cuenta de lo que había pasado, no había sido su intención pero el hecho de mencionar a papá aún me afecta.

—También lo extraño —dice luego de unos segundos.

—Mamá... —reclamo.

—No, Camille. No está prohibido hablar o pensar en él.

—No lo hago porque simplemente me hace sentir mal.

—También a mí, cariño. Y me dolerá toda la vida, pero he aprendido a soportarlo, por las dos —giro mi cara. Realmente no me gusta hablar de él —. Cam, ya han pasado ocho años desde que falleció. Te haz alejado tanto que mis intentos por estar a tu lado de nuevo parecen inútiles, apenas si hablamos.

Agacho la cabeza, mis ojos se han empañado por sus palabras.

—Yo tampoco soy la misma desde entonces, pero intento seguir fuerte. Aunque a veces sienta que ese día no solo perdí a mi esposo, sino también a mi hija.

Mi estómago se cierra al escuchar eso y la miro. Supe que su muerte fue un duro golpe para ambas, pero realmente nunca me detuve a pensar en como lo estaba pasando ella sin mí. Decidí sufrir en silencio en vez de estar con ella y apoyarla. Después de todo me habían arrebatado a mi papá, pero ella al amor de su vida.

Algunas lágrimas bajan por sus mejillas con una sonrisa melancólica, como si tratara de fingir que nada pasaba pero se notaba que llevaba mucho tiempo guardado ese sentimiento. Al principio no hablábamos el tema por mi culpa, pues ella sabía cuánto me lastimaba hacerlo. Al no tocar la herida, inocentemente creí que en algún momento sanaría por si sola, pero no fue así. En cambio guardé este dolor que aunque sé que jamás desaparecerá, y que a día de hoy no sé cómo gestionar.

—Lo siento mucho, mamá —me levanto e inmediatamente voy hacía ella para abrazarla —. De verdad lo siento —sollozo, no dice nada pero con acariciar mi cabello cariñosamente es suficiente.

Malas Decisiones [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora