CAPÍTULO 50

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LOGAN

—Parece que va por buen camino. Dudo que vuelva a infectarse —dice mientras examina mi herida, recordándome que apenas dos días atrás sufrí de una terrible fiebre. Se aparta y nuevamente hace lo de diario después de la revisión, limpiar y luego cambiar de gasa.

Desde el principio asumió la tarea de encargarse exhaustivamente de brindarme los cuidados necesarios para evitar complicaciones. Así que no puedo ni imaginar el nivel de angustia que debió experimentar durante las horas que estuve delirando, apuesto a que no quiso siquiera dormir por estar atendiéndome.

John me contó, una vez fui consciente de lo que pasaba a mi alrededor, que Camille le había ordenado traer antibióticos y otras medicinas, y aunque fuera media noche, no se atrevió a rechistar ante el tono que utilizó. A veces suele ser muy firme en situaciones de urgencia.

Camille es una extraordinaria persona, no me cabe ninguna duda de que eligió bien su profesión, simplemente nació para ayudar, está en su naturaleza. Al igual que esas reprimendas que van acompañadas con su respectiva preocupación cuando alguien le importa demasiado. Ha tenido que soportar tanto sin siquiera merecerlo, y últimamente por mi culpa. Siempre la coloco en los lugares difíciles, tantas veces que ya siento que las disculpas no bastan.

Han sido días desesperantes. Y es que después de lo que pasó en la cabaña, me sentí más decidido a exigirme adelantar el trabajo. No podía mantenerme quieto ni por un segundo, incluso había salido en busca de información, por más insignificante que fuera, yo quería encontrarla. Cada vez estaba más irritado y con menos tolerancia, sentía como mi inoportuna condición me retrasaba enormemente.

Y comencé a tratar de no acercarme, y eso tampoco se lo merecía, pero quería evitar descargar mi mal humor con ella. Ya ha tenido suficiente. Sin embargo, no podía mantenerla del todo ajena a estos dilemas, sabía que aún podía escuchar a través de las paredes las constantes disputas entre John y yo. Y es que tampoco nos entendíamos. Nos había dado asilo bajo su techo por los últimos días, pero tener que estar a todas horas encerrados sin llegar a una conclusión definitiva, nos estresaba aún más.

No había estado siendo fácil para nadie.

Camille se aleja con el botiquín para que pueda ponerme la camisa. Todavía me cuesta no hacer gestos cuando uso mi brazo y obviamente ella no lo pasa desapercibido. No se puede fingir ante ella, seguramente a lidiado con muchos pacientes como para saber cuando alguien intenta esconder lo que en verdad duele.

—Quisiera que tuvieras más en cuenta tu rehabilitación. A este paso solo lograrás lastimarte y retrasarás la cicatrización, tienes que descansar.

—No tengo tiempo para eso —musito, apresurándome para abrochar los botones.

—Son advertencias claras, Logan. La situación está más caliente que antes y ahora mismo deben estar buscándote con mayor empeño. Solo estás involucrando este lugar, y es el único que tenemos. Lo mejor es prevenir.

Sé que lo dice porque tengo esas salidas de donde se supone sirve como nuestro escondite. Debe pensar que las cosas pueden calmarse, pero no tengo la voluntad para decirle que no será así. No puedo mencionárselo, debo sostenerle aún una seguridad que se parece cada vez más a una cortina de humo.

—Con más razón debo moverme —le digo, esta vez mirándola, y un tanto irritado —. Sé que estás asustada, ¿sí? Te entiendo perfectamente, pero necesito avanzar lo que más que pueda para terminar con esto cuanto antes —me doy cuenta que he alzado un poco la voz y trato de calmarme —. Quédate tranquila, aquí estamos seguros.

Me levanto de la cama, suponiendo que se terminó la charla, pero sus palabras me detienen.

—Eso fue lo que dijiste en la cabaña —me giro a verla, su expresión es seria —. Pasará lo mismo si te siguen hasta acá —de pronto parece sumida en sus pensamientos —. ¿Por qué no hablas con Harrison? Podría ayudarte. No tienes que hacer esto solo, Logan.

Malas Decisiones [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora