Capitulo 2 I Un trato con el Rey.

649 62 1
                                    

Con pesadez, abrió los ojos para encontrarse con lo que era su nuevo entorno desde horas atrás.

Un hospital.

Tal como aquel hombre había dicho. Rin miró a su alrededor, la chaqueta negra seguía a su lado y el alivio la embargo.
Estaba a salvo. Al fin.

Examinó su cuerpo, vendado y limpio, algo que desde hace semanas había sido un lujo para ella y su escuadrón, ¿dónde estarían ahora? La enferma a su lado, una mujer de cabello negro le sonrió al verla despierta.

— A tenido suerte —afirmó— Tiene dos costillas rotas y quemaduras pero en unas semanas estará en perfecto estado.

— Gracias. —respondió, con dificultad y la mujer le tendió un vaso de agua.

— Ahora, descanse y avisaré que puede verla.

¿Verla? ¿A ella? ¿Pero quién? Antes de que pudiera responder alguna de sus dudas, la enfermera salió de la habitación que volvió a llenarse de silencio. En ese momento sólo quería volver a casa.

— ¡De pie! —el gritó la alarmó y frente a ella un hombre la miraba fríamente— ¡De pie, ahora!

— ¿Qué?

— ¿Esta sorda? ¡De pie, ante el Rey!

Rin abrió los ojos como platos e hizo ademán de levantarse pero su cuerpo no tenía fuerza.

— No puede levantarse. —otra voz se coló por el resinto y ella sintió un escalofrío por la espalda— Déjala descansar, a él no le molestará.

El hombre asintió para su superior y salió con rapidez. Sólo para dejar al descubierto al imponente hombre por el que había jurado arriesgar su vida y quien era la máxima autoridad en su nación: Minato Namikaze.

— Me alegra verla despierta, Comandante. —su voz era más dulce y amable que por televisión y Rin tardó unos momentos en reaccionar.

— S-su Alteza, disculpeme por mi estado. —susurró, haciendo lo más parecido a una reverencia.

— ¿Qué la disculpe? Usted es una heroína Comandante, al igual que su Escuadrón.

— ¿Sabe dónde están? —los ojos azules de su Rey la miraron con algo oculto entre ellos, algo tenía planeado.

— Aquí, a un lado y parece que usted se ha llevado la peor parte. —ella rió— Pero no he venido ha eso, deseo preguntarle algo.

Ella miro tras el hombro del Namikaze, casi igual de altos, el hombre a las espaldas del Rey era nada más y nada menos que su salvador, aquel soldado que la había rescatado de su cautiverio y sólo deseaba decirle cuanto le agradecía todo lo que había hecho por ella y sus hombres.

Asintió.

— Su sacrificio a representado una gran ventaja para Konoha, gracias a ustedes localizamos una de las instalaciones del Ejército Akatsuki y capturamos a dos de sus miembros de alto rango. —¿eso había representado su captura?— Pero se que usted no desea volver a estar al frente, ¿o me equivocó?

— No, mi Rey. No deseo volver. —respondió con la voz más firme que pudo.

— Y no le pediré que lo haga. —ella suspiró— Sin embargo, quiero proponerles algo a usted y su Escuadrón que representaría algo mejor que su baja en el servicio.

¿Y que podía ser? ¿Reclutamiento? Las pagas ante la baja era buena y podría volver a su hogar sin temor a una bala en el cráneo o peor.

— ¿Qué podría ser, su Alteza?

— Trabajar aquí en el Palacio, como guardaespaldas y médicos.

— ¿En el Palacio? —preguntó, incrédula.

— Así es, en este momento se encuentra en el Hospital Uzumaki, Comandante.

Aquel Hospital, había sido construido por Minato en honor a su esposa, Kushina y era el más grande de todo el Reino, especializado en tratar a soldados caídos en batalla, pero estaba abierto al público.

El Rey de Oro lo llamaban.

Y hasta ahora el mejor que había tenido Konoha.

— Si acepta. —prosiguió— Vivirá aquí con todas las comodidades que desee y me encargaré que su familia tenga una remuneración, además de que si tengo cerca ha soldados que conocen tan bien los movimientos del enemigo le aseguró que la guerra terminará con rapidez.

Ella lo pensó, sus padres, podría darles algo, al fin de cuentas ella los había dejado sin ni siquiera despedirse.

— Acepto, mi Rey y se lo agradezco mucho. —Minato sonrió.

— Bien, en cuanto se recuperé comenzará su deber. Ahora, me retiró.

— Muchas gracias, es un honor.

[...]

La Reina Kushina sonrió complacida, si alguien podía persuadir a su amado esposo era ella. Y ahí estaba cuando él salió de la habitación de la Comandante Nohara junto al platino.

— ¿Y bien? —urgió.

— Acepto, como dijiste. —Minato sonrió con cariño— Por eso eres la Reina.

Ella rió con ganas, menuda mentira.

— Si claro, ahora iré por Naruto para celebrar'ttebane. —Kushina lo besó rápidamente.

— ¿Ir por él? ¿A dónde? —preguntó el Namikaze confundido, su hijo estaba en clases en ese instante.

— A su habitación.

Minato intercambio una mirada con el joven a su lado.

— Mi Reina. —llamó Kakashi. La mujer lo miró confundida, ¿cómo la había llamado?

— Ya te dije que no digas así'ttebane. Me haces sentir como si fuéramos extraños.

— Disculpeme. Pero Naruto esta en clase en estos momentos.

La mujer se ruborizo ante la afirmación del joven. Una mujer de cabello azabache apareció entonces por el pasillo e hizo una reverencia.

— Claro, lo había olvidado.

— Su Majestad, la espera en la estancia Lady Tsunade.

Kushina asintió antes de despedirse de ambos hombres y seguir a Kurenai por los pasillos hacía su hogar.

— ¿Cree que funcione? —al Hatake no le convencía del todo el plan de Minato.

— Lo hará, te lo aseguró. —comenzó a caminar de nueva cuenta hacia la reunión con sus aliados— Si esto funciona, la guerra terminará y recuperaremos la paz, vengaremos a quienes han caído. Tu lo sabes, ¿cierto?

— Si, mi Rey.

Rey de Plata. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora