Capítulo 48 I Aquí termina todo.

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Quizás tener una cita con el rey era la misión imposible de su vida. Nunca lo habría adivinado, ni siquiera cuando él la había besado y después le dijo una hora para que lo viese al día siguiente. Aún parecía un sueño.

Pero ahí estaba, con su mejor vestido y el cabello suelto, de pie a las afueras del palacio. Llevaba ahí cuarenta y cinco minutos sin rastro del rey. ¿Era el día correcto? ¿La hora? ¿O simplemente se arrepintió? Quizás su confesión lo tomó por sorpresa y no tenía corazón para rechazarla.

Rin suspiró, lo mejor sería tomar su único día libre para ver a sus padres  y tratar de olvidar semejante humillación.

—¿En qué estaba pensando? —susurró para si misma mientras la esperanza se disipaba.

Dio media vuelta, con intensión de ir a la ciudad cuando una voz la detuvo:

—¡Rin! —a sus espaldas, apareció Kakashi, con un saco azul que le quedaba hasta la rodilla, cinturón negro y pantalones del mismo color, era un traje diplomático ¿por qué lo llevaba puesto?— Espero que no hayas esperado mucho, mi reunión con el rey del Reino de la Tierra de ha alargado más de lo que creí.

Rin se quedó perpleja, ¿no sabía qué hora era? Él platino se pasó una mano por el cabello despeinándolo y le sonrió con ternura.

—Ya es algo tarde, ¿cierto? —siguió él mirando el cielo— Entiendo si quieres dejar la cita para otro día.

—¡No! Es decir... sí aún quieres, podemos salir. —se sonrojó ante la desesperación en su voz.

—Bueno, entonces adelante. —el platino le tendió su brazo que ella aceptó gustosa— ¿A dónde, mi lady?

Se quedó un instante en blanco, la ciudad no era una opción. Reconocerían a Kakashi y serían interrumpidos constantemente y quedarse en el palacio tampoco le apetecía. ¿A dónde?

—Si me permites, quiero llevarte a un lugar. —dijo el rey ante el silencio de la Comandante.

—Entonces vamos.

[...]

Las estrellas se alzaban sobre sus cabezas, la brisa fría los acompañaba y ella tenía una pequeña botella de agua en su mano mientras contemplaba el lago y la risa de Rin era lo único que sonaba en el lugar. Era una cita modesta pero era la mejor que había tenido.

—¿De verdad Gai, te reto a eso? —murmuró entre risas y el platino a su lado asintió.

—De saber que terminaría atado a un mástil no habría aceptado. —respondió él.

Estaban muy cerca de la ciudad, de hecho aún visualizaban el castillo y las más grandes construcciones de la ciudad. Aún estaban muy cerca de todo y por alguna razón, Rin sentía que en aquel minúsculo espacio de bosque el platino sólo era Kakashi y a pesar de que él amaba ser quien era, a veces sólo necesitaba algo más sencillo.

—¿Extrañas el ejército? —le preguntó.

—A veces, —susurró— es decir, estuve en el casi toda mi vida y dejar atrás la rutina es algo difícil.

—Pero te convertiste en príncipe hace mucho.

—Lo sé, y nunca dejé el ejército. —mantuvo la vista fija en el lago—  Ahora mi deber es con el pueblo.

—Te gustaba mucho, ¿no? —él asintió.

—Era el único legado que me dejó mi padre y por eso me gustaba. —respondió— Pero ahora, tengo otro legado.

El silencio se instaló entre ambos y por alguna razón, Rin sentía que debía decir algo tan entrañable como él.

—Mi padre me llevaba casi todos los días a su clínica, siempre le gustó ayudar a la gente y a mi me encantaba ver como lo hacía. Sentía que, aún siendo alguien común podía hacer algo extraordinario. —susurró— Por eso nunca me gustó combatir.

Kakashi sonrió.

—Es un bonito recuerdo. —murmuró lo que la hizo sonrojar, quizás el acto de amor más grande que había hecho era desnudar su alma.

—Es un lindo lago. —dijo después de un rato.

—Lo descubrí hace unos años, es el lugar favorito de Naruto.

—¿De verdad? —arqueó una ceja. Él asintió.

—Posiblemente es porque él lo descubrió. —ambos rieron.

Kakashi se acercó poco a poco y le acarició el rostro con ternura.

—Te ves preciosa. —a Rin se le detuvo el corazón un instante, jamás en la vida alguien le había dicho algo así, lo que hizo al rey un poco más especial.

—Kakashi, —llamó— te amo. —el platino se acercó un poco mas a ella y rozó sus labios.

—Yo también te amo. —se besaron, un beso tierno que expresaba lo mucho que se querían y que se hacían falta el uno al otro.

—Tú si sabes como conquistar a una mujer. —musitó al separarse.

—Es de familia. —bromeó y volvieron a darse un casto beso.

—Entonces será un reto sorprenderte. —seguía muy cerca el uno del otro por lo que Rin podía ver de cerca los preciosos ojos de Kakashi.

—¿Quieres intentar? —ella asintió.

—Kakashi Hatake, —el arqueó una ceja— te pido por favor que seas mi novio.

—¡Ey! Yo iba a pedirte eso. —gruñó con molestia.

—Te a sorprendido, ¿cierto?

—Bastante, —respondió— ¿lo dices enserio?

—Muy enserio. —la castaña no sabía de dónde había salido semejante valor.

—Sí, Rin.

Se volvieron a besar y finalmente su relación era formal, lo cual hizo palpitar el corazón de la Nohara.

Y de eso ya ha pasado un año.

[...]

Pensó que no podía sentirse más feliz, pero hay momentos en la vida que deseamos que las personas estén a nuestro, que compartan nuestra felicidad. Eso quería Kakashi aquella mañana, cuando visualizó a Minato en primera fila, sonriente y con aquel brillo en sus ojos que lo caracterizaban, mirándolo orgulloso mientras esperaba en el altar.

Sabía lo que diría: «Me alegra que hayas encontrado a alguien que te haga feliz».

Así pues, Rin entró por la puerta de la catedral con el impecable vestido blanco  y colgada del brazo de su padre. Estaba nerviosa y emocionada a la vez, un paso al frente y sería la esposa de Kakashi Hatake y a su vez, la Reina de Konoha.

Sabia la responsabilidad que conllevaba el peso de la corona pero en ese momento sólo importaba el hombre que sostenía sus manos y a quien le dedicaba sus votos:

—Kakashi, jamás fui alguien que destacará pero desde el momento en que me rescataste me hiciste creer que valía la pena pelear por un futuro, si tú estabas en él. —tomó el anillo y se lo puso en la mano derecha— No se cuantos latidos le queden a mi corazón, pero te amo lo suficiente para desear que mi vida, sin importar lo que duré, sea feliz si tú estas conmigo.

—Rin Nohara, he pasado mi vida buscando la calma y la encontré el día en que compartimos un baile. —hizo una pausa— Nunca he sido bueno en esto, pero quiero que sepas que aunque no siempre lo diga yo te amo y pasare el resto de mis días demostrándotelo.

El platino colocó el anillo en la mano izquierda de Rin y sellaron su matrimonio con un beso.

La mayoría de personas creen que la guerra solo trae caos y destrucción, sin reconocer que la mejor cara de la humanidad se a mostrado en tiempos oscuros. Y que de ella pueden surgir cosas hermosas como el amor entre un Rey de plata y una Comandante cuyo único deseo era terminar con la guerra, sin saber que se iban a encontrar con el mejor de sus destinos.

Solo dando, un paso al frente.

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