Capítulo 3 I Bienvenidos.

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Aún las imágenes se colaban en sus sueños, todas ellas peor que la anterior:

A Shizune encadenada.

Los gritos de Asuma.

Y las risas de quienes la torturaban hasta que perdía el conocimiento.

Un mes y las cosas aún no mejoraban.

De 6 miembros de su Escuadrón, había perdido a 3 en el hospital. Y eso sólo la había hecho empeorar, todas sus heridas físicas se sanaban con rapidez pero en cuanto a lo emocional era otra historia, ella aún podía ver su rostro, ellos tenían familia y uno de ellos esperaba un hijo y como Comandante, era responsable de sus vidas.

¿Qué le hacía creer al Rey que podría cuidar a su familia?

Sin embargo, aquella mañana cuando un Oficial ingresó a su habitación supo que su tiempo se había acabado y en pedazos debía levantarse, no era una pregunta.

— Comandante Nohara, es un honor conocerla. —el hombre frente a ella lucía un casco que le impedía verle el rostro— He venido a escoltarla al Palacio, le han dejado ropa en el baño y esperaré afuera para cuando este lista.

— ¿Qué hay de mi Escuadrón? —preguntó,— Disculpe, es un placer.

— Su Escuadrón espera afuera. —fue lo único que dijo, antes de salir de la habitación.

Rin se levantó de la cama con lentitud, sólo había ganado un par de kilos y tenía el cabello hasta media espalda. Cuando ingresó al baño, el uniforme del Ejército Real colgaba a un lado del espejo, todo lo necesario para comenzar de nuevo.
Se vistió, tan rápido como pudo y cuando sólo le quedaba la chaqueta salió de ahí, necesitaba la chaqueta de aquel hombre de cabello platino. Algo en ella, en él, le daba tranquilidad y fuerza, algo que carecía en este momento y que necesitaba con desesperación.

<<Si tan sólo supiera su nombre, podría unirlo a su rostro.>> pensó.

Al salir, el Oficial, junto a Shizune y Asuma la esperaban tras la puerta ambos vestidos con su mismo uniforme.

— Comandante. —llamó la azabache inclinando la cabeza— Parece que le queda un poco grande.

— Yo diría, enorme. —siguió Asuma con una leve sonrisa, él aún tenía un cabestrillo en su brazo izquierdo y moretones en el rostro.

— ¿Cómo te sientes? —le preguntó, tratando de cambiar el tema ante la prenda.

— Perfectamente. —respondió el hombre de piel morena— Y creo que el destino pinta bien.

— ¿Shizune?

— Estoy bien. —la azabache sonrió— Confío en que el trato que aceptó es bueno para nosotros.

— Si, yo también espero eso.

[...]

Ante el gran Palacio que se abría paso frente a ellos, Rin sólo podía pensar en lo bien que lo pasarían esos dos en aquel lugar. Ninguno tenía una vida llena de lujos antes del Ejército pero, siempre habían hablado en que harían después y los planes de ahora no eran lo que tenían en mente.

Pero eran mucho mejor.

Shizune ayudaba a Asuma a caminar mientras se adentraban al enorme lugar, todo tan pulcro y limpio no era muy diferente al resto de la Nación que había sido gobernada con pasion y gozaba de una gran posición económica.
Mientras observaba la belleza de su nuevo hogar, Rin no podía evitar pensar en Obito, ¿lo habrían capturado a él también? ¿Estaba herido? ¿Muerto? Las preguntas sólo se hacían más retorcidas y no quería saber la respuesta.

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