Capítulo 39 I Como en los viejos tiempos.

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—Solo necesito una oportunidad, por favor, estoy listo. —suplicó Obito. Vestía el uniforme de la ER y perseguía a su tío por las instalaciones de la base de la Guardia militar.

—Ya te lo dije Obito, no entiendes las responsabilidades que conlleva este  puesto. Eres demasiado inmaduro. —respondió Fugaku sin dirigirle ni una mirada.

—¡No lo soy! —replicó— Al menos dejame ser tu mano derecha, te juro que no te decepcionare.

—No dejaré que el trabajo del Coronel Hatake y del rey Minato se desperdicien por una corazonada tuya, la respuesta es no, Obito. No quiero volver a escuchar algo sobre el tema.

Obito sonrió con melancolía, mientras observaba las instalaciones de la Guardia militar desde la lejanía, había pasado mucho tiempo desde aquella discusión ¿quién pensaría que llegaría hasta allí?

—Parece perdido. —murmuró una voz a sus espaldas.

—Princesa Hanare, no la escuche entrar. —respondió sin despegar la vista del edificio.

—¿Recordando viejos tiempos? —ella se instaló a su lado. Obito volvió a sonreír.

—Si, sólo revivía mis días en la Guardia, cuando trabaja bajo las ordenes de mi tío. —murmuró meneando la cabeza— Eran buenos tiempos.

—¿Trabajabas con tus padres? —preguntó Hanare.

—No. —dijo rápidamente— Mis padres murieron hace mucho tiempo, en combate.

—Lo siento tanto, no era mi  intención...

—Esta bien. —susurró el Uchiha— A veces los olvido, me hace bien recordarlos de vez en cuando.

Hanare se aferró al barandilla del balcón, detrás de las murallas del palacio podía contemplarse la hermosa capital de Konoha.

—¿Los extrañas? —musitó sin pensar.

—Por supuesto, son mis padres.

—Claro, que tonta. —al azabache se le escapó una risita— ¿Qué?

—Nada, es que le prometí a mi padre que llegaría tan alto como pudiera y terminé arruinándolo todo, vaya decepción se llevaría.

La princesa lo contempló un minuto, cuando lo vio a solas en el balcón creyó que sería la ocasión para agradecerle que la hubiera salvado, sin embargo, ahora lo veía imprudente de su parte. Viendo a Obito hablar de sus padres con tanta esperanza, se preguntó cómo había convertido el dolor en alegría.

—Yo no lo creo, —le susurró— de estar aquí, se que tus padres estarían orgullosos al ver que su hijo logró ser amigo del rey.

—Hanare.

—Quizás hayas cometido muchos errores tratando de alcanzar a tu tío pero vales más como persona de lo que crees, Obito.

El Uchiha cerró los ojos, saboreando las palabras. Posiblemente lo diría por mera cortesía pero para él, esas palabras eran un recuerdo de que no era tan malo como creía.

—Te lo agradezco mucho, princesa. —susurró. Hanare sonrió, volviendo a contemplar la ciudad— ¿Ya fuiste a visitarla?

—No, Kakashi tiene mucho que hacer y yo, no quiero perderme si voy sola. —deseaba conocer que tenía de especial ese reino.

—Yo te llevaré, —afirmó el azabache— será una buena forma de despedirme.

—¿Cuándo debes irte?

—Unos días. —respondió— Entonces Hanare, ¿aceptarás visitar la ciudad con un pobre plebeyo?

La princesa no pudo evitar soltar una carcajada ante la actitud burlona del Uchiha.

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