Capítulo 7 I Minato Namikaze

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— ¿Qué? ¿Él hizo eso? —preguntó el Rey sorprendido.

— Efectivamente. —respondió— No pasó nada más, pero está deseosa por ayudar.

Minato asintió. 

— Pero ella no puede dejar su puesto e interrogar a Obito, la pondría en peligro.

— Lo sé.

Minato suspiro, mirando la ventana de su despacho, esa chica era una soldado sin duda, pero tenía más deseos de luchar que nadie y parecía estar dispuesta a arriesgar lo poco que le quedaba por ello.

— Bien, si Obito habla avanzaremos más rápido —miró a Kakashi—  Tendrás que ayudar en esto.

— Con todo respeto, no dejaré mi puesto, Gai se encargará. —ante aquello, el Namikaze río.

— Tendrás mucho tiempo para cuidarme, Kakashi, ahora te necesito ahí. Sé que Gai podría hacerse cargo pero es importante la sutileza en este caso, obedece.

Deber o no, era una orden.

— Si, mi Rey.

Minato sonrió complacido.

— Bien, nos están esperando.

El Rey salió de su despacho con paso firme. Minato nunca se equivocaba.
Naruto esperaba a su padre tras la puerta con una alegre sonrisa.

— Naruto, ¿estás listo? —preguntó el rubio acariciando el pelo de su heredero.

— ¡Si, por supuesto'ttebayo! —blasmo con júbilo— Pasearemos todo el día, ¿cierto?

— Si, pero recuerda eres Príncipe y debes aprender a cuidar a tu pueblo.

El pequeño rubio asintió.

— ¡Seré un gran Rey como tú, padre! ¡Estarás orgulloso de mí!

— Ya lo estoy, Naruto.

Si había algo de lo que nadie podía dudar, era que Minato amaba a su familia, eran su adoración y estaba a renunciar a su corona si era necesario.

Kakashi se mantenía al margen ante la imagen, quería a Naruto como un hermano y había estado tanto tiempo en ese Palacio que ya era su hogar, sin embargo, aún creía que su presencia manchaba una imagen íntima aunque Minato solía decirle lo contrario.

— En cuanto tu madre este lista nos iremos.

— Bien, iré con ella.

Y sin más desapareció.

— Aún tenemos tiempo, muestrame lo que has conseguido.

Kakashi asintió, a pesar de ya no estar al frente él seguía siendo quien guiaba las tropas y lo que consiguiera significaba la victoria o el morir en el intento.

[...]

Rin no había podido dormir muy bien y tras su desayuno, se le había ordenado ir a entrenar junto al Comandante Gai, nunca creyó que sería tan agotador.

— ¡Vamos Comandante, aún le faltan tres vueltas! —grito el azabache junto a ella, ¿era una máquina ese hombre?

— ¿Siempre es así?

— ¿Yo? ¿O el entrenamiento? —bromeó.

— El entrenamiento. —respondió sin aliento.

— No, debe ser diferente cada día sino se acostumbrara.

<<Eso es lo que deseo.>> pensó.

— ¡Será mejor que se mueva!

Tres horas habían pasado desde entonces y Gai estaba tan fresco como una lechuga, ahora sentada en uno de los jardines junto a los demás soldados se dio cuenta de algo.

Rey de Plata. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora