Capítulo 18 I Sano o no, estoy en casa.

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Dicen que cuando estás a punto de morir, tu vida pasa frente a tus ojos.

Minato no vio nada. Sólo podía escuchar a su madre, gritando ordenes al personal del hospital con desesperación.
Lo que tanto había tratado de evitar, ahora era su cruda realidad. Sin embargo, encontraba un consuelo en saber que la guerra había llevado a su final y lo único que llegó destruido era él.

— ¡Resiste cielo!  —entre el bullicio, Tsunade se dio un segundo para contemplar a su hijo y acariciarle el rostro como cuando era un niño— Tu madre esta aquí.

Y cuando finalmente abrió los ojos, la habitación de hospital lo recibió con un mensaje de parte de toda la Nación: Lo haz hecho bien.

— Minato. —a su lado, Jiraiya lo miró con los ojos cristalizados, parecía no haber dormido desde hace una eternidad— E-Estas despierto.

— Padre, estoy en casa. —respondió con voz áspera y frágil. Jiraiya rompió en llanto.

— Si hijo, lo estas. —lo abrazo con fuerza, diciéndose a si mismo que él siempre haría lo correcto y que su pequeño niño de mirada brillante ahora no sólo era un gran Rey, sino también un gran hombre.

Y eso era mucho mejor.

— ¿Dónde esta Kushina? —si algo añoraba el rubio, era volver a ver a su esposa.

— Afuera, le diré que estás despierto. —el mayor se levantó, pero el Rey lo detuvo tomándole del brazo.

— Lo logramos, padre. Al fin hay paz. —susurró. Su larga lucha al fin había terminado.

Jiraiya asintió.

— Si, lo lograste. —susurró antes de salir de la recámara.

Cuando la puerta volvió a abrirse, reveló una imagen de la Reina que Minato no veía en mucho tiempo. Tenia los ojos hinchados, la mirada llena de preocupación y la piel pálida como el papel.

— Kushina. —trato de incorporarse pero la pelirroja lo detuvo— Cariño.

Lo besó. Con tanta desesperación y alivio que había guardado en su interior, ver a Minato le devolvió el latir de su corazón a Kushina.

— No vuelvas a irte por favor. —suplicó entre sollozos— Mirate, pareciera que no has comido en un año.

Minato rió.

— Estoy bien, ahora que tú estas aquí. —ella sonrió y lo volvió a besar, sentía que su alma volvía a su cuerpo con tenerlo cerca.

— Debo traer a Naruto para verte.

— Kushina. —la llamó— No quiero que nuestro hijo me vea así.

Frágil. Herido. Con cicatrices.

— Pero él esta muy preocupado, debe saber que estas bien. —replicó  su esposa.

— Lo sé, pero no deseo que Naruto me vea como yo vi a mi padre. Él debe creer que un Rey es invencible, le dará valor.

Valor que necesitaría para afrontar el futuro.

Kushina fruncio los labios. No estaba muy convencida ante aquello pero, ¿qué no hubiera dado ella para que su padre se mostrará invencible? ¿Para borrar el recuerdo de su padre derrotado?

— Esta bien. —aceptó— Pero deberás levantarte pronto de esa cama.

Minato desvío la mirada.

— ¿Ocurre algo? —cuestionó la pelirroja.

— En realidad si. —Minato tomó la mano de su esposa— Kushina, estoy muriendo.

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