Capítulo 33 I Operación: Principe de porcelana.

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La sala de la casa Nohara había resultado ser un buen consultorio médico. Shizune tenía la casa prácticamente para ella sola, ya que los padres de Rin estaban fuera de la ciudad —por alguna razón que la Comandante no había querido explicar— y ambos hijos de la corona dormían plácidamente en las habitaciones de arriba.
Así que, la azabache se mantenía junto a Gai quien no paraba de removerse inquieto sobre la mesa, aún cuando cayó inconsciente ante el cansancio y el dolor, no paraba de murmurar cosas inexplicables a los oídos de Shizune.

—Comandante. —le susurró, tratando de despertarlo. Si seguía moviéndose de esa forma su herida terminaría por abrirse— Gai, por favor despierta.

El azabache se removió un poco, una fina capa de sudor le cubría el cuerpo y Shizune lo sabía: tenía fiebre. Caminó hasta la cocina y mojó un paño con agua, después volvió con el hombre y se lo colocó en la frente. Pocas personas sabían que, para ella, Gai era el mejor recuerdo que tenía del ejército, había sido el único que no le rompió el corazón ni se marchó o la dejó en el olvidó y eso le ganó un lugar en el corazón de la azabache; por lo que le dolía verlo así, más de lo que él podía imaginar.

Así que alargó la mano con lentitud, temerosa y le acarició el pelo tratando de calmarlo.

—Ellos volverán y nuestro príncipe estará a salvo. —le susurró— Haz cumplido con tu deber Comandante, ahora descansa.

Tras sus palabras vio como Gai descansaba los músculos y se sumía en un profundo sueño, ella sonrió y deseó que sus palabras fueran ciertas, sino le abría mentido  a la única persona que no la había dejado.

<<Rin, Obito, Yamato se los encargo.>> pensó.

[...]

—Esto es una locura. —mascullo Obito con molestia— Deberías hacerlo tú.

—Fugaku es tu tío. —le recordó la Nohara— Ahora se un hombre y toca la puerta.

El Uchiha bufo, después de todo lo ocurrido, la relación con su tío era cada vez más distante y sabía que lo último que deseaba hacer el Coronel era ayudarlo.

—Muevete. —le ordenó Yamato, empujándolo hacia la puerta de la residencia.

Obito suspiró y tocó la puerta con suavidad. Después de unos segundos esta se abrió, revelando al joven que sin desearlo había marcado su camino.

—Itachi. 

—Cuanto tiempo, primo. —saludó— ¿Qué te trae por aquí?

El Uchiha se le quedó mirando, aún le guardaba algo de rencor injustificado y trataba de decirse a sí mismo que Itachi no era dueño de su destino como él.

—Necesito que me hagas un favor. —respondió— Dejanos usar el pasadizo al palacio.

—¿Qué? ¿Qué ocurre? —Obito se removió nervioso en su lugar.

—Estamos de misión. —musitó Yamato— Es urgente, Sargento.

Itachi los analizó un instante y luego los dejo pasar, sin embargo, Obito olvidaba que los ojos de su primo podían ver más allá.

—¿Quién esta en peligro? ¿La reina, alguno de los príncipes? —los tres lo observaron sorprendidos— Todos supimos del trato que hiciste con el príncipe Kakashi, Obito. Se que no volverías a servir a menos que él te lo pidiera.

—Excepcional como siempre, querido primo. —elogió el azabache.

—El príncipe Kakashi nos envió. —intervino la Nohara— Se nos acaba el tiempo, señores.

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