-Te has pasado de astuto Arata. Te me has escabullido de las manos muchísimas veces, pero esta- cerró con todas sus fuerzas la puerta del taxi que había pedido para llegar lo más pronto posible hasta ahí -esta vez te luciste.
Frente a él se alzaba la casa de Chikara Nara, aquella amiga promiscua de su hijo quien era conocida por seducir a medio mundo porque si y por ofrecer gratis sus pechos mediante enormes escotes:
-Oiga, disculpe señor- el conductor se asomó por la ventana del copiloto, interrumpiéndo sus maldiciones de película -¿va a pagar el viaje o tengo que esperarle?-Espere justo aquí porfavor, no tardaré mucho. Solo entraré, jalaré a alguien de las greñas hasta este lugar y nos marcharemos. Además le pagaré toda la espera, pierda cuidado en lo que respecta a dinero- emocionado al creer que se había ganado el premio gordo, el taxista alzó su dedo pulgar en señal de aprobación. Acto seguido tomó un periódico que llevaba guardado en la guantera y comenzó a completar el crucigrama de la última página.
Hitoshi Kuromizu -también conocido con inumerables apodos ofensivos que inventaban los amigos de su hijo- avanzó intimidánte y decidido hasta alcanzar la reja que rodeaba la modesta casita de dos pisos y tocó seguidas veces el timbre con intenciones de alertar de su presencia a quienes continuaran dentro. Lo había esperado como un estúpido a las afueras de aquel recinto para que después un completo desconocido apareciera de la nada y le dijera que su hijo se había sentido enfermo, retirándose así con dirección a su casa. ¿Cómo fue a creerle a ese mocoso? Al regresar se dio cuenta que todo fue una completa mentira, que probablemente Arata y el otro muchacho lo planearon todo: que le habían tendido una especie de trampa para poder escapar a la maldita fiesta.
Volvió a tocar el timbre con todas sus fuerzas, sintiéndo como la brisa matutina golpeaba contra su rostro. Era una mañana perfecta como para disfrutar de un buen café cargado en el patio de su casa, pero toda la circunstancia por la que pasaba no era la indicada para pensar en un buen desayuno:
-¿Cómo no va a estar nadie allá dentro?- masculló entre dientes -¿acaso los asesinaron a todos o qué?Hitoshi intentó ver más allá del patio aunque era un esfuerzo realmente inútil porque no podía ver a través de las paredes. Aún así, logró escuchar con mucho esfuerzo que algo parecido a una discusión se desarrollaba dentro de la casa:
-¡Ya sé que están ahí!- exclamó con todas sus fuerzas, rompiéndo la tranquilidad de la mañana -¡salgan ahora mismo!- una vez más insistió en tocar el timbre repetidas veces. Esperaba que eso desesperara a los que antes estaban arduamente discutiéndo -¡ya los escuché!- gritó otra vez, ahora llamándo la atención de algunos vecinos quienes se asomaron por sus respectivas ventanas a ver que estaba ocurriéndo por ahí afuera -¡salgan ahora mismo o llamaré a la policía!Gracias a la última amenaza la discusión puertas adentro se hizo mucho más intensa, incluso llegándo a escuchar con claridad como lo llamaban viejo amargado y señor de las tinieblas:
-Vaya, que apodos tan lindos me han inventándo- susurró al momento en que tomaba su teléfono para cumplir su palabra y llamar a la fuerza pública, sin embargo la puerta de la casa se abrió y los dos más molestos amigos de su hijo salieron a su encuentro.-¡Oiga, hola!- Daichi alzó su mano, sonriénte a medida que se acercaba hasta la entrada -que tal todo señor de las...
-¡Cállate!- Chikara -quien era la que lo acompañaba- le dio un fuerte codazo en el costado muy cerca de las costillas -buen día señor...uh, señor padre de...
-¿Señor de las tinieblas?-
-Si, ¡digo no!- intentó corregir rápidamente el fatídico error - ¡lo siento, lo siento! L-lo que queríamos decirle era buen día, ¿qué le trae por acá?- se cubrió la boca para toser y luego dirigirse a su amigo -así era, ¿o no?
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Biológicamente imposible [NejixOc]
FanfictionY va de lo mejor a cumplir con sus labores cuando encuentra algo que pertenecía a un niño. A un niño idéntico a él. Y ahí fue donde recordó aquel desliz del pasado que de seguro sacudiría sin piedad el tranquilo presente en el que vivía. ¿Qué iba a...