Biológicamente imposible [NejixOc]

30: La paz después de la tormenta.

Los dos pasantes que Hitoshi tenía a su cargo durante ese semestre le miraban con cierto reproche, mientras el recién mencionado estrechaba con fuerza la mano de aquel aparecido con aires de grandeza. No podían creer que con solo poner un pie dentro del despacho aquel sujeto ya había sido contratado como un nuevo asistente, siéndo que ellos tuvieron que insistir e insistir por semanas para que les dejaran hacer sus prácticas en ese lugar.

Neji podía sentir las pesadas miradas de esos dos casi egresados sobre su espalda, eso sin contar la del intimidante hombre frente a él, con quien además de tener un extraño lazo familiar ahora compartiría una básica relación jefe-subordinado.
Ese era el recado "confidencial" que le había encargado a Arata: cuando lo llamó después de la visita a su hijo, aquel hombre le citó a su despacho para hablar sobre asuntos importantes. Lo que no esperaba era que uno de esos asuntos importantes fuera ponerlo a trabajar para él, de seguro para acabar un poco más rápido respecto a la tramitación de una posible pensión alimenticia:
-Entonces te esperamos. Mañana temprano te explicaré en qué consiste tu trabajo y como funcionan las cosas por aquí, es muy simple así que lo entenderás de inmediato- Hitoshi soltó su mano y al igual como hizo su hijo el día anterior, fijó la vista sobre la brillante argolla dorada que llevaba en su anular derecho. Lo miró de reojo mientras una sonrisa extraña -casi macabra- aparecía en su rostro -oye, lindo anillo.

A la primera no logró entenderle, pero no le bastó mucho para percatárse de que hablaba implícitamente de su argolla de compromiso:
-Si está tratándo de decirme algo le pido porfavor que sea directo, señor Kuromizu.

-Estoy siéndo muy directo, muchacho. Solo te dije que creo que es una bonita joya- Hitoshi alzó la vista e hizo un pequeño gesto hacia sus pasantes, quienes de inmediato entendieron el significado de ese ademán: en silencio tomaron el papeleo correspondiente y se retiraron de la enorme oficina. Apenas la puerta de madera barnizada se cerró, el mayor volvió a dirigirle la palabra -pero si analizamos la situación a más profundidad: ¿tu prometida sabe sobre la aventura que tuviste con mi hijo, y que de esa aventura nació un niño? A eso hay que sumárle que Hajime ya está crecido y que tú solito quisite hacérte responsable por él. Arata no iba a permitir que ustedes se conocieran y le convencí de que hiciera lo contrario, pese a que yo mismo le dije hace años que él debía tomar sus propias decisiones sin mi intervención- se llevó las manos a los bolsillos mientras se apoyaba contra su propio escritorio -no quiero que un día Arata aparezca con el rostro rasguñado o que Hajime tenga que soportar alguna escena de celos a las afueras de su escuela.

-Eso no va a pasar- aseguró Neji, muy molesto. Se podía percibir en su voz que aquella conversación lo estaba irritándo considerablemente -y si algo como eso llegara a ocurrir, mi compromiso con esa persona terminaría de inmediato. Si no respeta mis desiciones, yo no tendría porque estar soportándo las suyas en este momento.

El verbo soportándo le dio un claro atisbo de que, probablemente, el compromiso de Neji no iba por el mejor de los caminos. Tendría que ponérle atención extra a aquel sujeto en caso de que acabara soltero uno de esos días:
-Aún así te pido que porfavor le expliques a aquella persona todo sobre la situación actual. Ya te mencioné que no quiero que ni mi hijo ni mi nieto salgan heridos en cualquier sentido gracias a una mujer celosa, o guiándome según tus gustos personales, un hombre celoso.

Sintió las ardientes ganas de seguir contraargumentándo, de seguir debatiéndo con tal de demostrar que mantendría a su futuro compañero de vida dentro de los límites, pero hacer eso sería dar más explicaciones sobre su vida privada a ese hombre y definitivamente, no le ayudaría en nada. Lo único que su nuevo jefe quería era que Arata y Hajime estuvieran bien, y eso era lo que se aseguraría de hacer -al menos respecto al niño- para demostrárle que él si era un hombre de palabra.